"Lo único que pido es el comedor para los niños. La comida no les falta, pero, con mis ingresos, equilibrada no es posible"
Por Natalia Puga & Mónica Patxot
Laura Borja ha trabajado casi desde que tiene recuerdos. Tenía seis años cuando acudió a su primer mercadillo para ayudar a su familia y desde entonces lo ha hecho casi de forma ininterrumpida. Hasta ahora. Con 35 años, una salud delicada que la lleva de médico en médico desde que hace un año nació su tercer hijo le impide acudir con regularidad a su puesto de venta ambulante. Como consecuencia, sus ya de por sí reducidos ingresos han disminuido sustancialmente y tiene serias dificultades para cubrir las necesidades de su familia de cinco miembros: ella, su marido y tres hijos.
Abrir su casa a los medios de comunicación y contar sus miserias no es una circunstancia que agrade a Laura, pero esta Navidad ha decidido hacerlo con PontevedraViva porque se encuentra ya en una situación desesperada y necesita ayuda. Pide comida para sus hijos o, más concretamente, que se le concedan las becas de comedor escolar que le concedieron hasta hace dos años, cuando ingresaba la Renta de inclusión social de Galicia (Risga) y ganaba algo de dinero vendiendo en mercadillos, y que ahora que tan sólo recibe una prestación de 654 euros al mes le niegan.
"Yo quiero un trabajo, no quiero una ayuda, no quiero dar pena", sostiene Laura desde un salón modesto en el que hace vida con su marido y sus hijos, pero la enfermedad -una bacteria Helicobacter pylori que le causa infecciones en el estómago- le impide trabajar y su marido lleva ya once años en paro, de modo que ha tenido que dejar de lado el orgullo y pedir que, al menos, le garanticen una comida equilibrada para sus pequeños en edad escolar, un niño y una niña de de 8 y 9 años del colegio Marcos da Portela de Monte Porreiro. El tercero apenas tiene un año.
Su petición tampoco supone grandes lujos. "Lo único que pido es el comedor para los niños", explica, pues "la comida no nos falta, lo tengo clarísimo, pero una alimentación equilibrada... un día pescado, un día carne… no puedo, es imposible". Asegura que hambre no pasan, "la comida siempre la tienen", pero "con mis ingresos, no llego a que sea equilibrada".
La realidad de esta familia no siempre fue así. David Jiménez, su marido, explica que "hasta hace poco aún seguimos buscándonos la vida por la venta ambulante" e "íbamos sobreviviendo" combinando los ingresos que recibían de la Risga que conceden a su esposa. Le alcanzaba para pagar el alquiler y gastos mensuales como la luz o el agua y podían comer sin dificultades. "Entre una cosa y la otra, salíamos todos los meses". Ahora, sin embargo, "hay veces que tengo que ir a comer donde mi suegro".
Además, cuando le concedían la ayuda del comedor escolar, les facilitaba la conciliación, pues Laura es la titular de la licencia de venta ambulante y ella siempre tenía que ir para que David pudiese montar el puesto. Cuando ella no estaba enferma, acudían los dos y "ya nos íbamos tranquilos porque sabíamos que comían y nosotros o comíamos un bocadillo o íbamos donde mi suegra". Todo se complicó con el tercer hijo nacido en enero de 2018 y con la enfermedad, pues el pequeño les retiene más en casa para poder cuidarlo y la bacteria mantiene a Laura muchas veces en cama con dolor o de médico en médico.
Ese cambio de situación se lo han trasladado a la asistenta social que lleva su caso en los servicios sociales municipales. "Le comentamos que nos tienen que ayudar ahora más que nunca porque ahora no salimos a vender. Aparte, mi mujer no anda bien de salud, anda desde que tuvo al niño con problema digestivo", explica David Jiménez. A pesar de que aseguran que esa profesional "es una maravilla" y les ayuda en todo lo que puede, "ella más de lo que hizo no ha podido hacer" y se han quedado en lista de espera para las ayudas del comedor.
Esas ayudas de comedor las concede la Federación de asociaciones de madres y padres de Pontevedra (Fanpa) en virtud de un convenio que firman con el Concello de Pontevedra desde hace años. Los fondos son municipales, pero fuentes oficiales del Concello de Pontevedra explican que los gestiona la Federación en virtud de "baremos internos" que se basan en los datos que manejan los servicios sociales.
En total, cada año, ayudan a 32 familias y casos como el de Laura y David son el ejemplo de que cada año se revisan, pues ellos recibieron la beca varios años y se les negó los dos últimos, quedando en lista de espera. Al respecto, desde el Concello reconocen que de las más de 90 solicitudes recibidas para el presente curso académico, más de 60 demandantes se quedaron fuera.
Esta situación llegó al último pleno de la Corporación de Pontevedra y los datos los puso sobre la mesa la concejala de Ciudadanos, María Rey, que situó entre las enmiendas presentadas a los presupuestos municipales para 2019 una de 55.000 euros para garantizar el servicio de comedor escolar a los niños en lista de espera este curso.
Esas enmiendas fueron rechazadas por el grupo municipal del BNG y el presupuesto se aprobó finalmente en Pleno sin incluirlas, situación que derivó en duras críticas por parte de esta edil, que manifestó su protesta en la sesión plenaria porque que se trata de "un problema grave" que ella ya denunció en septiembre y "que en un Ayuntamiento haya niños que pasen hambre es lo peor que nos puede pasar".
Al respecto, fuentes oficiales del Concello han indicado a PontevedraViva que desde el gobierno local se "está preparando una solución" para ampliar esas 32 plazas que se conceden hasta ahora y que dejan a familias que sí cumplen todos los requisitos para ser beneficiarias del servicio en lista de espera. "Tenemos intención de ampliar 30 plazas", aseguran, si bien todavía no hablan de plazos ni de la fórmula que se buscará para familias como la de Laura.
Laura y David son conscientes de que no son los únicos en esta situación y, de hecho, conocen casos similares en su propio entorno, como su propia cuñada y varios vecinos del barrio de Monte Porreiro. En su caso, la mujer asegura que "la ayuda de la familia no ha faltado", pero no es la situación ideal, pues "te pueden echar una mano en algún momento, darles un día de comer, pero, claro, también tienen su vida" y no nadan en la abundancia.
Según aseguran, la asistenta social les ha trasladado que "estamos los primeros de lista" y si hay algún movimiento recibirán la ayuda, pero a ellos se les está acabando la esperanza, pues "así llevo dos años y la situación que tengo ahora es una situación precaria" y "el comedor nos vendría bien por dónde lo pienses. Porque los niños tienen un plato de comida, por salud, por ella, por todo...". Ampliar esas ayudas, según la realidad que rodea a Laura a diario, "sería un descanso para muchas familias, una tranquilidad".