Enferma, sin ingresos y cinco meses esperando una respuesta para percibir la Risga
Por Natalia Puga & Mónica Patxot
"No puedo trabajar y no tengo ningún ingreso. Creo que al menos merezco que me respondan sobre mi petición de Risga". Quien habla, con lágrimas en los ojos, es Fátima Aboal Fernández, una vecina de Pontevedra de 48 años que desde julio no recibe ningún tipo de ingreso económico y lleva desde el pasado 31 de agosto esperando una respuesta oficial sobre la solicitud de recibir la Renta de Inserción Social de Galicia (Risga).
Fátima llega a la cita con PontevedraViva apoyándose en una muleta, con cara de dolor y portando una carpeta en la que tiene depositadas todas las esperanzas de que su situación cambie. Está llena de documentación, informes médicos y de la seguridad social, detalles completos de su vida desde que con 37 años quedó viuda y, cuando fue a tramitar la pensión de viudedad, se encontró con que ninguna de las empresas para las que había trabajado su difunto marido había cotizado por él.
Aquello supuso un punto de inflexión en su vida, al encontrarse de repente con un niño de 16 años que mantener y sin derecho a ninguna ayuda, pero salió adelante. Lo hizo porque entonces, hace 11 años, podía trabajar y durante años logró sacar adelante su familia. Sin embargo, atrás quedan aquellos años en los que se liaba la manta a la cabeza y buscaba trabajo dónde podía. Ahora, por fortuna, ahora ya no tiene que mantener a su hijo, que ya hace vida independiente fuera de Pontevedra, pero hay una diferencia sustancial con aquel entonces: no está en condiciones de trabajar.
Los informes médicos que atesora en su carpeta, todos muy bien organizados, detallan por qué ya no puede hacer aquellos trabajos con los que, tras enviudar, logró acumular siete años y diez meses e cotización. Presenta patologías como dolor lumbar crónico, alergias u obesidad, duerme con un dispositivo de CPAP para la apnea del sueño, sufre un síndrome depresivo, camina con cojera y muleta, sufrió varias caídas en los últimos meses porque le falla la pierna derecha... La lista es más larga, pero innecesaria para hacerse una idea de por qué precisa percibir algún tipo de ayuda social para salir adelante.
En un primer momento, intenta mantenerse entera. Poco le dura. A medida que va detallando su situación, las lágrimas le invaden los ojos. Tristeza, frustración, indignación. Los sentimientos se entremezclan y dan lugar a la rabia. "¿Dónde están nuestros derechos?", se pregunta, y detalla que vive prácticamente de la beneficencia, pues entre el agosto de 2017 y el 9 de julio de 2018 percibió una prestación por desempleo para mayores de 45 años y, desde entonces, no tiene ningún tipo de ingreso.
Hace años ya había pasado un bache y había pedido algún tipo de ayuda que le negaron porque entonces vivía en casa de su padre y los servicios sociales consideraban que él podía mantenerla. Protestó, pataleó, dio a conocer públicamente su malestar y finalmente se resignó. Ahora, sin embargo, no está dispuesta a hacerlo, pues desde hace un tiempo ya no reside en la vivienda de su progenitor por problemas familiares y se encuentra prácticamente en la calle.
En la carpeta en la que confía para que, analizados los papeles, le concedan la renta que solicita incluye un papel escrito a mano que, según explica, le ha salvado de vivir debajo de un puente. Lo firma un amigo, José Manuel Ogando Sampedro, y detalla que "debido a la situación en la que se encuentra" Fátima, "la he autorizado a vivir en mi piso, por su situación de desamparo". Lo justifica porque "así no dejo el piso vacío, y ella no se queda en la calle". El piso al que se refiere está situado en la calle Juan Bautista Andrade y ella vive allí sola mientras él, marinero de profesión, trabaja durante largos meses embarcado.
Solucionada la difícil tarea de tener un techo dónde vivir, queda por delante garantizarse el sustento y ahí es dónde surge su mayor indignación. "Desde mi frustración, desde mi punto de vista, creo que desde mis circunstancias, es muchísimo lo que estoy pasando", lamenta. Y une a ese sufrimiento la falta de respuesta oficiales de la Administración.
Según consta en la documentación que lleva siempre encima, presentó su solicitud Risga por registro en el Concello de Pontevedra el 31 de agosto de 2018. Detalló en el documento que se dirigía a los servicios sociales municipales "para solicitar Risga o similar, según considera la trabajadora social" y que lo hacía por indicación de la trabajadora social del chalet de Fontoira.
Desde entonces, no ha tenido ninguna respuesta por escrito del Concello. Su insistencia en buscar algún tipo de ingreso que evite que tenga que vestir ropa que le han donado y comer de lo que le facilitan desde distintas instituciones sociales le llevó a lograr hablar con los servicios sociales por teléfono el pasado mes de diciembre. De poco le valió, pues lo que le respondieron es que no tenía derecho a nada porque su solicitud estaba fuera de plazo. Ella protestó y negó tal circunstancia, pues tiene documentación que demuestra que lo presentó el 31 de agosto, pero, según asegura, no le hicieron caso.
Darse por vencida no entra dentro de los planes de Fátima, de modo que el pasado 10 de diciembre de 2018 presentó por registro un escrito exponiendo que el 5 de diciembre se había puesto en contacto con el jefe de servicios sociales para preguntar por su situación y "ese mismo día, en menos de una hora, me comunican por teléfono que los papeles están fuera de fecha". Lo que ella solicita no es un gran esfuerzo. "Solicito que se me comunique por escrito dicha resolución sobre mi solicitud de Risga, no por teléfono como han hecho" y que, de esta forma, pueda actuar en consecuencia, acudir a un abogado de oficio y reclamar sus derechos.
De momento, lo máximo que ha conseguido, casi cinco meses después de su primera solicitud, ha sido que esta semana le den cita en los servicios sociales. Allí reiterará todas sus demandas y, sobre todo, pedirá una respuesta. No le parece "humano" que ni le hayan dicho una palabra oficial.
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