Sueños pontevedreses rotos por el coronavirus
Por Manu Otero
El coronavirus lo congela todo. La mayor pandemia del siglo está paralizando la actividad humana a nivel global y sus consecuencias empiezan a hacerse notar no solo en el corto plazo. Detrás de cada cancelación se esconden múltiples dramas personales. Giras musicales suspendidas, eventos culturales en el aire, competiciones aplazadas o cierre de fronteras son solo algunas circunstancias que afectan a la vida y al bolsillo de muchos pontevedreses.
"El 26 de mayo tendría que estar en Cayo Hueso, en Florida, para un campamento de conservación marina, pero ya perdí la esperanza", admite la bióloga Belén Cortizo que llevaba desde finales del 2019 planificando el viaje de sus sueños para iniciar su carrera profesional después de haber terminado sus estudios.
Aunque todavía no le han confirmado de manera oficial la suspensión del contrato, el retraso en la concesión del visado para viajar a Estados Unidos imposibilita el desplazamiento. "Empecé en enero con el visado, dos meses después me llegó el pasaporte pero me dijeron que mientras se mantenga el estado de alarma no continuarán con el trámite", le comunicaron desde el consulado estadounidense.
Tampoco la empresa que organiza el campamento tiene plena seguridad en que la actividad pueda llevarse a cabo por la alerta sanitaria a nivel mundial. "Florida es un punto caliente de COVID-19, todavía no lo cancelaron pero tampoco confirman que vaya a seguir adelante", expone esta pontevedresa que ya participó en una iniciativa similar en República Dominicana y también en un programa de atención al desove de tortugas marinas en Cabo Verde. "También tenía previsto ir a Australia, erpo con lo del coronavirus no puedo sacar el visado", lamenta.
Todavía más preocupante es la situación de muchos profesionales de la música a los que la pandemia les suspendió buena parte de sus conciertos y con ello su principal vía de ingresos. "A nivel económico no gano nada, solo estoy dando alguna clase online", detalla la guitarrista Laura Solla. "Sigo trabajando en casa, en producción, pero hasta que pueda salir a tocar o ir al estudio a grabar no voy a tener ningún ingreso", añade el músico Rodrigo Valiente.
A ambos artistas pontevedreses se les cayó un cuarto del calendario de eventos previstos para el 2020. Y las actuaciones planificadas para el verano están en el aire. "Mi sector es el más afectado, a cualquiera que llames te lo puede contar", plantea Valiente que vio como su principal fuente de ingresos, los conciertos en bares, se derrumbó con la aprobación del estado de alarma.
A Solla la cuarentena la pilló en Andalucía. "Me vine a Xerez a aprender flamenco y aquí me quedé", declara esta pontevedresa afincada en Madrid a la que no le quedará otro remedio que regresar a casa si esta situación se prolonga demasiado. "El casero de Madrid nos perdonó este mes", agradece. "Pero si se alarga tendré que volver a Pontevedra con la familia para reducir gastos, aunque cuando pase todo esto volveré a Madrid, eso seguro", sostiene convencida de que su futuro laboral está en la meseta.
Además de cancelarle múltiples conciertos, colabora con diversas bandas y solía participar entre tres y seis conciertos a la semana en la capital antes del confinamiento, la pandemia está poniendo en riesgo el lanzamiento de su carrera como artista en solitario. "Este verano iba a estrenar mi proyecto en el festival Enclave de Agua de Soria, aún está programado pero igual se aplaza", admite apenada.
También Valiente tenía previsto iniciar estos días una gira acompañado por otros músicos de la ciudad que viven fuera de Galicia y su nombre figuraba también en el cartel de numerosos festivales. "Me cancelaron mil cosas", reconoce, aunque confía en poder retomarlas cuando regrese la normalidad. "A partir de junio por ahora se mantiene y otras cosas las moverán para octubre", calcula.
Sin embargo, este baile de fechas afectará todavía más a un sector muy castigado por esta crisis sanitaria. "Se está moviendo todo para septiembre y octubre y va a haber overbooking porque se juntará todo. Además habrá muchos locales que acabarán cerrando por esta crisis. Nos está trastocando todo el año", asume la guitarrista.
La suspensión de estos eventos culturales no solo afectan a sus protagonistas. Estos festivales suponen una oportunidad de trabajo para múltiples profesionales que tenían en el verano su más importante fuente de ingresos. Productoras como Trece Amarillo que se encargan de la grabación de vídeos promocionales de estos eventos están viendo como su agenda se vuelve cada vez más delgada con el avance del virus y la cancelación de actos. "Tenemos todo cancelado o en el aire", confiesa el marinense Diego Muñoz, que junto a su compañero Diego Santaclara, tenían ambiciosos encargos para filmar el SonRías y el CasteloRock, así como la Copa Galicia de boxeo y múltiples bodas. "Los novios están moviendo fechas", alerta.
La suya es una empresa de reciente creación y para poder hacer frente a la fuerte inversión inicial realizada para ponerse en marcha tendrán que renunciar a su propio salario. "Todo el dinero que fuimos ganando fue para hacer un colchón financiero por si se nos rompía una cámara o algún equipo. Entonces, de momento, podemos hacer frente a los gastos fijos, eso sí, sin pagar ni una nómina", puntualiza Muñoz.
Otro calendario congelado es el deportivo. No todos los profesionales tienen contratos multimillonarios como los futbolistas de primer nivel y el parón afecta no solo a su condición física, también a su bolsillo. "Hasta el 30 de junio está todo cancelado, el 15 de junio tenía el campeonato de España de acuatlón, que era mi objetivo principal de la temporada, lamenta el triatleta Cristian Fernández que en el 2020 se había animado a dar el salto al triatlón profesional después de cosechar éxitos a nivel amateur, como el título de campéon del mundo de acuatlón logrado en los mundiales del ITU Multisport celebrado hace un año en Pontevedra.
El triatleta compagina sus entrenamientos con su trabajo como entrenador del CN Galaico, club que aplicó un ERTE a todos sus trabajadores de forma reciente, por lo que "no cuento con el dinero de las competiciones para sobrevivir", puntualiza. Aun así, la incertidumbre que pesa sobre su futuro deportivo sí que les afecta. "Tenemos un grupo con los compañeros y hablamos a diario. Un día uno está de bajón y entre todos tratamos de animarnos. Por encima de la competición está la salud", recuerda el deportista que espera que el confinamiento en los hogares comience a levantarse después del puente del 1 de mayo.
Para combatir el encierro en su casa de Poio, el campeón del mundo tira de bicicleta. "Hago deporte más por estar animado que por entrenar", reconoce. Pero las largas sesiones de rodillo no son su única vía de escape. "Para quitar el gusanillo de la competición me apunté a un campeonato de parchís que organiza la Cruz Roja", confiesa. Y va a por todas, advierte. "Pasé la primera ronda", relata entre risas porque el sentido del humor también es un salvavidas que resulta clave para salir airosos de la tormenta desatada por el coronavirus.
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