Cierra el mayor parque de bolas de Pontevedra: "Llegó la situación de decir: no puedo seguir con esto porque me estoy hundiendo"
Por María José Pita & Mónica Patxot
"Bueno, dime qué quieres que te cuente ¿la tristeza de mi vida?".
De esta forma tan directa Francisco Javier Estévez, el propietario del parque infantil Bule Park de Pontevedra, atiende amablemente a nuestra llamada. No es un momento fácil. En medio de la conversación, nos interrumpe para despedir a una antigua empleada que le está ayudando a vaciar el local en el que en 2014 puso todas sus ilusiones y, por qué no decirlo, una enorme fuerza de superación.
"En la crisis de 2008 yo trabajaba en administración y contabilidad de empresas, me quedé en el paro y con 45 años tuve que reinventarme y solicitar un ICO para montar un negocio y poder seguir trabajando. No tenía ninguna experiencia en esto. Y ahora en esta crisis me veo con 54 años y con cero futuro, hablando claro, ¿quién te coge a ti con 54 años?, ya me dirás", se lamenta Francisco Javier.
El parque infantil que creó en Pontevedra ha sido un referente para los más pequeños y sus familiares, ya que contaba con cafetería para que los mayores acompañasen a sus niños en las celebraciones de cumpleaños. Una actividad incesante que se interrumpió el pasado mes de marzo. "Pues mira, desde el estado de alarma que fue el 14 de marzo hasta el día de hoy prácticamente no tuve actividad ninguna, solo tuve dos o tres cumpleaños en todos los siete meses y pico que llevo cerrado".
Ante estos números, es inevitable preguntarle cuántos cumpleaños acostumbraban a celebrarse en su local antes de la pandemia. "En la época buena, que es el invierno, nosotros estábamos haciendo 3 y 4 cumpleaños diarios. Por la semana igual hacías un par de ellos al día pero llegaba el sábado y el domingo y es cuando más movimiento había. Yo tuve sábados de hacer cuatro cumpleaños de mañana y cuatro de tarde".
La comparativa es desoladora: menos de un cumpleaños al mes para hacer frente a los innumerables gastos que implica este tipo de negocios. "Con el local cerrado, solo de luz pago 160 euros al mes y a eso se suma el alquiler". Inicialmente, la propietaria del local le ofreció la posibilidad de abonar el 50% del alquiler a la espera de que remontase la situación. "La mitad del alquiler eran 1.210 euros, pero yo no podía pagar. Ojalá. Yo durante los seis años y pico que estuve aquí pagué religiosamente. En el mes de agosto tuve una reunión con la propietaria y me dijo que nos dábamos un plazo hasta que empezase el colegio, a ver si esto cambiaba, pero esto no cambió y lo único que se hizo fue alargar más el tema". Pasó el tiempo y, sin generar ningún tipo de ingreso "entonces llegó la situación de decir: 'no puedo seguir con esto porque me estoy hundiendo'".
Incluso la propietaria le llegó a plantear la opción de reinventarse con un nuevo negocio. "Reforma, inversión, dinero... y eso era imposible para mí, y menos tal y como está la situación". De hecho, Francisco Javier ha mantenido abierta la cafetería pero tampoco así daban los números con solo "4 cafés o 4 bebidas al día, porque tienes varias cafeterías pegadas -en la plaza de Arturo Souto- y esto lo asocian al ocio del niño".
Francisco Javier se encuentra en un punto en el que "no quiero pensar en negativo pero no me queda otra, no quiero que nadie se ponga en mi situación tal y como tengo mi vida ahora". El Bule Park es un negocio familiar, con su mujer como socia, a lo que se suma que "la chica que tengo en ERTE es mi hija mayor, que es independiente, y tengo una hija de 9 años, así que imagínate, y una hipoteca de casa por pagar".
No acaban aquí los quebraderos de cabeza. "Yo tengo la desgracia de que tengo dos negocios de este tipo y los dos los tengo cerrados. Yo soy de Bueu, tengo este en Pontevedra y otro pequeñito en Bueu. Pero bueno, en Bueu el local es mío y lo puedo aguantar aunque no se gane dinero, pero esto es inviable y no me quedaba otra que cerrar la puerta".
El cierre del local no pone fin a los problemas para Francisco Javier. Demasiados meses sin ingresos han provocado un agujero en su economía difícil de cubrir. "Me llamó hace unos días el asesor que lleva este tema y me dice 'oye que quieren cobrar' y yo le digo que quiero pagar pero no puedo porque yo la ayuda que tengo son seiscientos y pico euros y tengo que pagar autónomos, aparte luz y agua del local, porque aún no lo había dado de baja, entonces estuve aguantando". A lo que se añade la dificultad para recolocar todas las atracciones y mobiliario del local. "De toda la inversión que tengo aquí, podría vender algún material pero ¿a quién se lo vendo ahora mismo con la cantidad de material que hay a la venta en Internet que lo están regalando?".
Un amigo le cede temporalmente un bajo para guardar este material ("del que solo le pago la contribución, es poco pero es gasto otra vez") hasta que consiga alquilarlo. Entonces Francisco Javier ya habrá agotado todas sus opciones. Mantiene la esperanza, por eso no ha dado de baja la empresa y porque también tiene que estudiar cómo cerrar completamente el negocio para que no sea incompatible con el ERTE que solicitó y no le sancionen.
Le pedimos si desea añadir algo más y nos dice que "prefiero callar porque si no me meto en política". No quiere salir en las fotos ni asumir protagonismo, pero también siente una responsabilidad por todos sus compañeros del sector ("estoy en un grupo de ocio a nivel nacional y a los tres meses la gente estaba cerrando todo") y alza su voz: "Ayudas no hubo de ningún tipo, lo único que hubo fue el tema de los ERTES y el cese de actividad para los autónomos, que realmente no te da para vivir, porque si tú tienes cese de actividad y tienes que pagar tus autónomos, tienes que pagar la parte proporcional de seguros sociales ¿qué te queda a ti para vivir? Y aún por encima estás en un local, que tienes que pagar un alquiler, tienes que pagar luz... es que es inviable, es inviable, no hay forma de aguantar todo esto".
En los próximos días acabará el desmantelamiento total del Bule Park, el local de ocio infantil más grande de Pontevedra, que abría sus puertas en abril de 2014. "Poco a poco vamos a ir cayendo todos", advierte con impotencia Francisco Javier Estévez, su propietario.