Un ‘paso’ por la igualdad: primera civil costalera en la Semana Santa pontevedresa
Por Natalia Puga & Mónica Patxot
El camino hacia la igualdad plena entre mujeres y hombres se avanza a base de pequeños pasos y en Pontevedra se ha dado uno muy firme durante los últimos días. Ha tenido, además, el doble simbolismo de darse desde uno de los ‘pasos’ que participan en las procesiones de Semana Santa, el del Santísimo Cristo de la Expiración de la Cofradía de la Vera-Cruz y Misericordia. Bajo el costal en la Procesión de los Pasos del Jueves Santo se estrenó una mujer, la primera civil en hacerlo en la ciudad. Antes ya había roto todas las barreras una militar de la Brilat y este año le toco a la primera civil.
Su nombre ya es conocido por otras facetas de la vida y ahora pasará a serlo por ayudar a romper estereotipos y barreras. Se trata de María Biempica, ex concejala de Pontevedra, elegida por las siglas del PP, pero que acabó como no adscrita tras romper la disciplina de voto del partido para votar en contra de la reforma de la ley del aborto.
Aunque Biempica no es integrante de la cofradía, este año la invitaron a participar y se muestra muy agradecida por la oportunidad. "Inmejorable" e "increíble" son algunos de los adjetivos que utiliza para definir la experiencia, que ha ayudado a abrir camino y, de hecho, asegura que ya ha surgido otra voluntaria para el próximo año.
En otras ciudades hace años que hay costaleras, en Sevilla la primera fue en 2007 y en otros puntos de Galicia como Vilagarcía este paso hacia la igualdad ocurrió en 2012, pero en Pontevedra nunca una mujer civil se había puesto bajo el costal. Su precursora militar despierta toda su admiración. "Los militares de la Brilat me parecen superhéroes", señala. Y existe una diferencia física evidente, pues ella ni siquiera suele acudir al gimnasio y "tengo el cuerpo que tengo", muy menuda.
La propia María anima a todas las mujeres, y también hombres, a que participen, pues "es una manera muy bonita de hacer algo por tu ciudad y de apoyar esta cofradía que tantos valores representa". La Cofradía de la Vera-Cruz y Misericordia es la más antigua de las hermandades penitenciales de Pontevedra. Ya figura en las referencias históricas de 1351; se refundó en 1948; y en 1949 volvió a procesionar.
La primera procesión de 2022 con una mujer civil costalera en una cuadrilla de hombres fue también la primera procesión de María en una cofradía. En su etapa de concejala había acudido como representante municipal y ya entonces sentía que era "un orgullo representar a tu cuidad en una procesión", pero ahora situarse bajo el costal ha supuesto un paso más y "quizás ha sido más increíble".
La invitó un buen amigo y reconoce que incluso tuvo que buscar detalles en Internet sobre todo el trabajo de un costalero y le entró miedo. "Me pasé toda la semana enviando mensajes diciendo que no me sentía preparada, que quizás sería un poco fuerte para empezar", confiesa.
Los ánimos de su amigo fueron fundamentales y al final, allí se encontró el Jueves Santo, con el hábito y el capuchón bajo el costal. Las dudas se disiparon e incluso repitió al día siguiente. "Como todas las experiencias de mi vida, siempre parten de un no. No vayas a Etiopía, no te metas en política, no vayas de costalera…y al final resultó inmejorable", contextualiza.
Desde el exterior, resulta imposible distinguir entre un costalero y una costalera, pues todos llevan el mismo hábito y van totalmente cubiertos. Ella asegura que tampoco desde dentro notó diferencias por ser mujer. Señala que "indudablemente, un hombre puede aguantar más peso que una mujer", pero anima a más mujeres a participar y destaca que "cuantos más seamos, el esfuerzo queda diluido".
Además, ella contó con el apoyo "maravilloso" de los compañeros. Uno le prestó su almohadilla, otro le ayudaba a cambiarla de hombro en los momentos en los que "que los brazos me pesaban tanto que no podía cambiarla de lado" y todos la animaron. Pese a que resultó duro y por momentos "íbamos prácticamente de rodillas, no podíamos con el peso", se queda con las sensaciones vividas, con que "todo eran ánimos, cara de sufrimiento, pero contentos".
El paso del Santísimo Cristo de la Expiración que llevó el jueves pesa cerca de 1.000 kilos y eran menos costaleros de los habituales, de modo que les resultó duro e incluso tardaron más de lo habitual, cuatro horas con el paso al hombro. Lo cogieron en el local de la calle Santa Clara que les presta el Arzobispado para guardar su material, lo llevaron hasta San Bartolomé y ahí empezó la procesión.
Fueron hasta la basílica de Santa María y ahí esta costalera principiante vivió su peor momento. "Pensé que había terminado la procesión y ya un poco respiré y un compañero me dijo que había que llevar la imagen a su sitio. Fíjate cómo estaba de extenuada", rememora. Pero tocaba regresar a Santa Clara.
Nada más terminar, ya pasadas las doce y media de la madrugada, "en el momento de apoyar el Cristo", cuando le dijeron que finalmente había terminado, rompió a llorar. Era el peso de "la responsabilidad de no poder acabar".
Ya le habían advertido de que "era bastante pesando, y era bastante duro", pero fue mucho más esfuezo de lo que esperaba. Al final, fueron los ánimos de la gente que presenciaba la procesión los que le ayudaron a seguir. "Cada vez que alzábamos el cristo, la gente aplaudía, fue muy emocionante".
En ese momento decidió que no volvería al día siguiente, renegó "mil veces", pero, de repente, se encontró el Viernes Santo, de nuevo, en el local de la cofradía. "Ni me lo pensé", rememora y se encontró en la Procesión del Santo Entierro acompañando a la imagen de la Virgen de la Misericordia.
Volvió a poner el hábito de túnica negra, cíngulo morado, capuz morado con una cruz latina verde, capa negra y guantes negros y cree que incluso fue más emocionante que el día anterior. "Había luna llena, la calle estaba repleta de gente… Son momentos que quedan para uno, quedan para la cofradía y para la ciudad", señala, invadida por la emoción.
Ahora sufre las consecuencias del sobre esfuerzo. Este martes, en conversación con PontevedraViva, reconoce que "llevo tres días prácticamente en cama, sin poder moverme, con dolores de espalda, con mucho dolor en el cuerpo", pero insiste en que "es un honor haber sido la primera mujer civil". Además, cree que "todo en esta vida que merece la pena tiene un pequeño sufrimiento" y esta vivencia fue "muy emotiva y muy bonita, mucho mejor de lo que imaginaba".
**Tras la publicación de este reportaje, PontevedraViva ha podido saber, a través de integrantes de esta cofradía, que la protagonista no es la primera mujer civil costalera en la ciudad. A través de datos históricos de la actividad de la cofradía, indicaron que ya ha habido otras mujeres, y este 2022 no fue la primera, como, por error, habían informado a este periódico. En todo caso, no resta valor al testimonio recogido en este texto y su apuesta por la igualdad.