La misión casi imposible de alquilar un piso si tienes mascota
Por Manu Otero & Cristina Saiz
No es tarea sencilla estos días alquilar un piso en Pontevedra. Poca oferta, alta demanda, precios elevados, sueldos bajos, inflación, paro... una ensalada de inconvenientes que desanima a cualquiera. Y si encima el inquilino llegará acompañado de su perro o su gato ya puede prepararse para una ardua búsqueda.
"Ahora mismo el 80 % de los pisos en alquiler no permiten mascotas. Y los que lo permiten suele ser porque también tienen perro, aunque hay arrendadores que tienen mascotas y no permiten a sus inquilinos que tengan animales", explican desde la inmobiliaria Bolboreta.
Coinciden en la mayor parte de las inmobiliarias de la ciudad en la "dificultad" de encontrar pisos en alquiler que permitan vivir con mascotas. La mayor parte de los arrendadores incluyen cláusulas en sus contratos en las que especifican la prohibición de tener animales. Sin embargo, hay métodos para cambiar esta situación. El diálogo y la confianza entre inquilino y propietario es el principal.
"Fue un tema difícil. Yo no le había dicho lo del gato cuando fui a ver el piso, pero teníamos buena sintonía. Cuando me llegó el contrato, vi que había una cláusula que prohibía animales. Pero yo estaba interesadísima en el piso. Entonces hablé con él y le dije que tenía una gata, pero que es muy buena y no destroza nada. Aun así, cualquier destrozo que pudiese generar el animal, al margen de la fianza, lo iba a pagar yo. Así que hicimos un cambio en el contrato para matizar que solo se podría tener animales si hay acuerdo con el casero y que los gastos provocados por el animal correrían a cargo del inquilino", explica Carla Feáns cómo pudo quedarse en el piso elegido y seguir conviviendo con su compañera felina.
Sin embargo, no todos los casos tienen final feliz. Un vecino de Pontevedra tuvo que renunciar a su cachorro perruno recién adoptado de una protectora porque la comunidad de vecinos no quiere animales en su edificio; otros, en cambio, se arriesgan a tener a su mascota en casa confiando en que el casero nunca se entere.
Más difícil lo tuvo Nuria Pazos, que tuvo que superar toda una odisea para poder compartir un piso con sus dos perros en la Boa Vila. "Hace cinco años volví a Pontevedra de Bilbao y la única persona que me alquiló el piso porque tenía un perro fue la tía de una amiga. Y lo hizo porque ya me conocía y sabe que soy una persona decente", comenta esta joven farmacéutica las peripecias de su búsqueda de piso.
Sin embargo, tuvo que volver a mudarse y la misión se complicó todavía más porque "este año que estoy yo sola y tengo dos perretes", contextualiza Pazos. "Llamé a todos los pisos que había en Pontevedra de una y dos habitaciones. Ninguno me dio un sí, solo un piso que se caía, que era asqueroso en el que una persona normal y limpia no viviría", lamenta.
Era tal su desesperación que llegó a ofrecer a los caseros todas las facilidades del mundo. "Les decía que podían entrar en casa sin permiso cuando quisieran, que me podían echar sin previo aviso o si se quejaban los vecinos, les daba tres meses de fianza o el importe que ellos fijaran, que me podían subir el aquiler. Ni así, todos me dijeron que no", relata sin llegar a comprender del todo las razones de estas negativas.
Finalmente tuvo que conformarse con una vivienda de 30 metros cuadrados en un cuarto piso, sin ascensor y con una retna de 450 euros. "Para mi gusto no es un hogar, es como vivir en una habitación, es exageradamente enano. Me dejan tener a los dos perros, pero con la cláusula de que si los vecinos tienen algún problema, me pueden echar", concluye Nuria.
Mucho más afortunada fue Ainhoa Pazos que vivía de alquiler en un piso en el que, en principio, no estaban permitidos los perros, pero "me cogí uno y no me puso pegas. También es verdad que vino a raíz de que le alquiló un piso a otra chica ya con perro", puntualiza la joven. "Ahora todos los vecinos, menos uno, tienen perro", remata Pazos.
"Muchas veces pagan justos por pecadores", admiten en la Inmobiliaria Bolboreta. La mayor parte de los amos de perros y gatos tienen a sus mascotas educadas y cuidan las propiedades, pero existe una minoría que dejan a su paso un reguero de destrucción.
"Hay que entender también a los propietarios porque muchas veces los animales destrozan la propiedad. No es la primera vez que el casero se encuentra el parqué rayado, muebles mordidos o el sofá destrozado", detalla el agente, quien puntualiza que Pontevedra, "al ser una ciudad pequeña", dificulta todavía eliminar estas restricciones porque, con el boca a boca, las malas experiencias de inquilinos con animales acaban llegando a los oídos de los arrendadores que prefieren prohibir la tenencia de mascotas para evitar posibles problemas.
No obstante, son muchas las voces que se ponen a esta imposición de los arrendadores. "Ahora ya no son mascotas, son considerados miembros de la unidad familiar, no sé hasta qué punto te lo pueden prohibir", cuestiona Ainhoa. Sin embargo, en las inmobiliarias son tajantes. "Si no quieren perros, es su propiedad. También los hay que no aceptan niños", concluyen.
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