Got Talent devuelve la esperanza a Betsy Remedios, la exiliada cubana más querida de Marín
Por Manu Otero
Apenas lleva un año en su nuevo hogar, pero la cubana Betsy Remedios ya se ha hecho un hueco en el corazón de media España. Mucho menos tiempo necesitó para ganarse el cariño de los marinenses, que la acogieron en la Nochebuena del 2021, después de sus tres largos meses de travesía por Europa y con una horrible estancia en un campo de refugiados en Grecia, en el que acabó tras huir de la dictadura de Cuba.
Conquistar a los españoles lo hizo también en Navidad, a través de la televisión, con una soberbia actuación en la final del programa Got Talent, que marcó un antes y un después en la vida de esta intérprete de canto lírico de 33 años.
"Got Talent me sacó del precipicio en el que estaba. Fue mi punto de inflexión. Si no me llega a pasar, no hubiese vuelto a cantar, así de simple", asegura Betsy. Su paso por el programa le ha devuelto además la esperanza en recuperar la vocación que no pudo meter en la maleta cuando abandonó su hogar en Cuba.
"Yo había decidido no cantar más porque ya tenía una cierta edad, me iba a costar mucho comenzar desde cero, en un proceso de asilo político, en un país extranjero. Pero Got Talent me devolvió la ilusión", remarca. No solo por el éxito de su interpretación de la aria Reina de la Noche de la Flauta Mágica de Mozart en una semifinal en la que triunfó a pesar de estar con gripe y sin voz. Ni tampoco por dejar boquiabierto tanto al público como al jurado con su particular versión de la Suite Número 3 de Bach en la gran final.
Más bien por la sorpresa que el programa de Telecinco le tenía preparada. "Me tenían dos sorpresas. Un vídeo de mi familia en Cuba y una carta del Teatro de la Zarzuela para invitarme a una audición presencial", relata mostrando en su móvil un momento en el que fue incapaz de contener las lágrimas.
Por el momento aún desconoce cuándo la citarán, pero está agarrada a un clavo ardiendo del que no piensa soltarse. "No me han llamado, pero yo ya estoy estudiando y preparándome. Tengo fe en que me llamen porque yo sin la música, muero", reconoce sin despegar los pies del suelo y mirando de reojo su plan de vida B: formarse en la rama de la medicina, algo que compaginaría con su recién conseguido puesto de trabajo en un supermercado en Marín, donde reside desde hace un año.
En la villa ya es toda una celebridad, pero es todavía más conocida en su país de origen en el que los programas de Got Talent España tienen una gran audiencia. "En Cuba lo ve todo el mundo, de todas las esferas", reconoce contando graciosas anécdotas de los amigos que mantiene en el Caribe. "Muchas amistades me decían que desde que me he hecho famosa ya no les escribo. Yo les explicaba que tenía una vida paralela, mientras estaba con lo de Got Talent, me despertaba cada día pensando en ver qué hago con mi vida buscando trabajo en lo que me apareciera", relata.
¡QUÉ VOZ! Impresionante
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Fueron sus amigos quienes la animaron a presentarse. "Yo no me veía, pero al final vi que no tenía nada que perder", admite. Así, pocos días después de aterrizar en España grabó su primera audición y la envió. Muchos meses después, recibió respuesta. Estaba citada para un cásting presencial en Madrid. "Había una cola inmensa, fue el día entero, yo ya me sentía ganadora solo por entrar", confiesa con humildad. Pero siguió avanzando, superó la primera criba ya televisada, luego aceptó el reto de Risto de interpretar la obra maestra de Mozart y lo superó a pesar de su afonía y finalmente cumplió el sueño de estar entre los doce mejores concursantes.
"La final fue maravillosa. No estuve entre los cuatro más votados, pero me sentí satisfecha porque llegué bien de voz y me llevé el elogio del jurado", afirma con satisfacción en un inicio de fiestas navideñas que serán para siempre inolvidables, a pesar de pasarlas sola y lejos de sus seres queridos.
Algo que para ella ha sido uno de los trances más duros de su vida. Y eso que desde que puso rumbo al viejo continente en verano del 2021, ha tenido que afrontar incontables problemas.
De Cuba voló a Rusia porque "es uno de los pocos países que tiene libre visado para los cubanos". Allí convivió con una amiga compatriota durante dos meses y medio. Pero se le agotaba el tiempo de estancia y debía volver a hacer las maletas. Regresar a Cuba no era una opción. Así que se movió a otro país que facilita la llegada de cubanos: Serbia. Y ahí todo empezó a torcerse.
"Mi bienvenida en Serbia fue que me asaltaron y casi me matan", resume el asalto que sufrió por parte de un grupo de diez hombres y del que se libró gracias a la ayuda de dos ciudadanos kosovares. "Fueron dos ángeles que Dios puso en mi camino para que me salvaran", agradece.
Tras reponerse física y psicológicamente del ataque, caminó hasta Macedonia del Norte. Y desde allí a Grecia, donde fue detenida hasta en cinco ocasiones por su condición de inmigrante ilegal. "Un día nos detuvieron a 120 cubanos", comienza la historia que le llevó a un campo de refugiados en Atenas.
"De aquellos 120 solo tomaron presos a once hombres y cinco mujeres. A los demás los soltaron. Pasé días en un calabozo, no sabía si era de día o de noche. Luego a las mujeres nos llevaron a un campamento de refugiados y a los hombres directamente a prisión, con condiciones muchísimo peores que las nuestras. Nos decían que nos iban a deportar a través de Turquía. Ese tiempo que estuve en Grecia las condiciones fueron pésimas. Todo el tiempo nos trataron mal, pero hubo un punto de inflexión", relata.
Se trataba de un enorme campo de refugiados en el que solo había dos contenedores para mujeres, que lo compartía con "cubanas, sirias, afganas, pakistaníes y una de China". Un día, una de sus compañeras la animó a cantar para combatir la depresión. Ella aceptó. "Salí fuera del contenedor y empecé a cantar ópera, se acercaron las chicas y también las guardias que nos estaban custodiando. Se quedaron sorprendidas y ahí hubo un cambio. Canté tres días antes de que nos soltaran, pero a raíz de eso nos pregutaron por qué estábamos allí y lo entendieron, antes nos trataban terriblemente mal", recuerda.
Un final menos amargo que no endulza el mal trago que pasó en el país heleno. "Esa etapa en Grecia fue de las más dificiles, hasta que logré salir del campamento y llegar a España", detalla con alivio.
Marín ha sido y es su primer hogar en España. Una vez que puso los pies en Galicia, lo primero que hizo fue acudir a la Policía Nacional para solicitar asilo político, que es un derecho que tienen ciudadanos que huyen de países con regímenes no democráticos.
En la villa marinense reside con tres compatriotas que completaron su misma travesía. Ellos han sido todo un apoyo para Betsy, pero nada sería tan sencillo sin la ayuda de los voluntarios de la oenegé Sor Elvira, que la ayudaron a sentirse como en casa. "No ha sido un año fácil, pero si hago balance, pesa más lo bueno que lo malo. La oenegé que me atendió, que es Sor Elvira, han sido un apoyo inmenso. Más que una oenegé, se han vuelto parte de mi vida", agradece emocionada y con ojos vidriosos.
La misma mirada que pone cuando recuerda la vida a la que tuvo que renunciar en Cuba por culpa de la represión y falta de libertad de expresión del todavía persistente régimen castrista. "Fue una decisión muy dura, pero me tocaba porque llegó un momento en el que toqué fondo, me sentía asfixiada porque no podía decir lo que yo pensaba. Y me volví una bomba de tiempo que podía explotar en cualquier momento. Por eso dije que me tenía que ir, porque si yo estallaba iba a traer consecuencias para mí y para mi gente", asume.
Lo más doloroso no ha sido aparcar su carrera como artista, formaba parte de varios grupos de teatro y de comedia, había grabado su primer programa y gozaba de un reconocido prestigio en los círculos mejor valorados de la música lírica y popular del país caribeño. Lo más duro fue irse sin poder despedirse de su abuela, que ya suma 95 primaveras y teme no poder volver a verla. "Ella es el centro de mi vida, fue la que me crio, pero tuve que irme sin depedirme porque por la pandemia no podíamos movernos entre provincias", detalla citando también a sus padres y su hermano.
De su padre sacó la pasión por la música. "Me decía desde los siete años que yo iba a cantar ópera y eso que no sabía ni lo que era", recuerda su infancia en un pequeño pueblo de Olguín. De hecho, antes de lanzarse a perseguir su sueño se tituló y ejerció como economista. Fue a los 22 años, cuando ingresó en la Universidad para estudiar la licenciatura de canto lírico. Cinco años después se licenció ya con una incipiente y prometedora carrera que, ahora sí, espera que tenga continuidad en la tierra de su bisabuelo, en Galicia.
Tanto es así, que uno de sus propósitos para este 2023 es organizar un concierto en Pontevedra y en Marín. Reserven butaca porque nadie debería perdérselo.