Alba Piñeiro
Lo único bueno de la crisis: destapar chorizos
En los últimos días los diarios hicieron eco de una noticia más sobre corrupción relacionada con el sector público: la de los sobornos a funcionarios de Adif (siglas de Administradora de Infraestructuras Ferroviarias de España), entidad pública empresarial encargada de dinamizar el sector ferroviario español.
Se ha detenido a casi una docena de personas relacionadas con este hecho. ¿Sorprendente? Muchos estarán de acuerdo en que no. Nadie se sorprende de que prolifere la aceptación de sobornos, de que en las Administraciones se hagan chanchullos para generar sobreprecios cuando hay que realizar una obra pública, de que empresarios y políticos se valgan de sus redes relacionales para conseguir favores Quien está en posición de corromperse, lo raro es que no lo haga, lamentablemente. No obstante, sí hay algo que resulta novedoso: que, por fin, las autoridades intervengan para tomar cartas en el asunto y se sancionen estas conductas reprobables, no ya por inmorales, sino porque se juega y se malgasta lo que aportamos los ciudadanos con nuestros impuestos, pues en poco nos vemos beneficiados con unas obras que aunque necesitemos, cuestan menos de lo que se dice y resuelven más bien los intereses (económicos o no) de los que participan en ese chiringuito.
La crisis, con todas sus cosas malas, ha traído algo bueno: la no aceptación de cierto tipo de abusos de los que están arriba. Ahora se miran las cosas con lupa, porque ya nadie se calla. Los ciudadanos están más que hartos de ver reducido su poder adquisitivo y de estar mal administrados tanto por buena parte de sus políticos, como por cierto sector del alto funcionariado, mientras estos dos últimos grupos se salen impunemente con la suya y tienen lujos a costa, precisamente, de hacer muy mal su trabajo. De repente, dejarse sobornar es delito (más allá de lo que asevera un papel) y enchufar a alguien en una institución pública, sea una entidad local o autonómica, está mal visto. El único que lo ve bien es el enchufado, cómo no. Pero ya ni esa breva es frecuente que caiga: cada vez es más difícil mover hilos y colocar descaradamente a alguien. Quien quiera ser funcionario, sea en la administración que sea, ha de pasar unos exámenes (y bastante duros) para ello. Por otro lado, actualmente ser funcionario tampoco es ya lo que era: se acabó el darse de baja por cualquier cosa, se redujo la mala y arbitraria costumbre de hacer la vista gorda ante unos y cambiar de ventanilla a otros, las vacaciones duran tanto o incluso menos que las de un trabajador de la empresa privada algunos pequeños privilegios han muerto por su propio éxito.
Ojalá la crisis acabe más pronto que tarde y remonte todo, pero que una vez acabada no olvidemos los excesos que la generaron, ni desaparezca la concienciación y repulsa hacia esas actitudes que nos perjudican a todos nosotros.