Alba Piñeiro
Ubicaciones antiguas, espectáculos modernos
Diarios satíricos cuelgan noticias que sabemos ficticias. No obstante, nos arrancan una sonrisa y el pensamiento para nosotros mismos de que en tal caso, no nos sorprendería que sucediese lo que jocosamente cuentan. Hay bromas que, sin dejar de serlo, reflejan bien nuestra idiosincrasia.
Cuando escuchamos o leemos una noticia completamente surreal en un medio de comunicación usual, podemos reaccionar de tres maneras: riéndonos, negando la situación y creyendo que será un artículo de un diario satírico (porque simplemente, no puede ser verdad, al tratarse de un claro desafío a la lógica) o aceptando la noticia y poniendo el grito en el cielo.
La semana pasada los diarios informaron de que pretenden convertir el Anfiteatro Romano de Mérida en una pista de pádel. El más probable primer impulso que pueda tener alguien concienciado con el valor de la cultura, de la arqueología y de la Historia, es el de escandalizarse, pues semejante actividad propicia un mayor riesgo de degradación del monumento.
En la Antigua Roma se utilizaba el Anfiteatro para ofrecer espectáculos tales como peleas entre gladiadores o luchas entre animales salvajes, por lo que en mayor o menor estado aceptable de conservación que pueda tener, nos habla de cómo se vivió el entretenimiento en épocas pasadas. Si bien el titular resulta casi apocalíptico, al leer el texto nos damos cuenta de que "solo" pretenden crear una estructura superpuesta, nadie va a quitar o destruir directamente los restos romanos. Tratan de aprovechar uno de los símbolos arquitectónicos que tienen como elemento de reclamo turístico, empleando para ello el campeonato de pádel.
A muchos les resulta arbitrario comprobar cómo existen infinidad de actividades que podrían prepararse en esa zona con bastante más razón de ser que se vetaron expresamente por evitar la depauperación y ahora no tienen problema en autorizar una competición deportiva. El argumento de promocionar el Anfiteatro Romano en este caso termina por no convencer: precisamente el turismo debería ser el principal motivador para conservarlo y que podamos seguir visitándolo.
El turismo es una forma de entretenimiento de ayer y de hoy que genera muchos beneficios económicos, pero si exprimimos al máximo y sin tregua los recursos existentes, conseguiremos que desaparezcan y una vez que se acabe la gallina de los huevos de oro, a ver de qué vivimos. Las autoridades deberían emplear el poder que tienen para ejecutar una política uniforme y razonable orientada a preservar el patrimonio histórico, no a burocratizar el acceso a él al máximo y abrir la veda de modo discrecional cuando y con quien les parezca más provechoso.