Kabalcanty
Invocar en tiempos de crisis (y 2ª parte)
Agarró la botella de cerveza y dio un trago largo haciendo un ruido con la garganta. Después se palmeó el pecho y eructó de una forma tan brutal que se apagaron tres de las seis velas negras sobre el altar. Musité "salud", acercándole el plato de las cortezas, y me senté en una silla aspirando el olor a huevos podridos que bañaba el cuarto.
- Tengo tantas peticiones como la tuya -comenzó, mezclando su voz aguardentosa con una especie de cansancio que parecía dictárselo algo muy profundo de su ser- que he tomado la decisión de mandarlas todas a la mierda. Que la miseria os hace una legión insoportable y queráis venderos por una lluvia de dinero y buena suerte, es algo que ya no me pone. Es demasiado sencillo ¿comprendes? No necesitáis de mí, queréis bonanza económica para pasar cómodamente por esta deleznable existencia y lo demás os importa un carajo. Baratijas para mí en estos tiempos opulentos. Prefiero al rico meapilas, al gobernante regio, al político leal a sus principios, al ideólogo que piensa para salvar al mundo, al general que se cree su victoria terrenal. Pero tú, y esa cansina caterva de los perdedores como tú, ¿qué podríais ofrecerme? ¿vuestra alma? ¡Bah, 21 gramos de ponzoña! ¡¡Joder estas putas piernas!!
Bramó, dándose con los puños en las rodillas.
Me sobresalté y me encogí sobre la silla callado como un muerto.
- ¡Y quítate ese adefesio de capa que pareces uno de la Tuna que ha perdido la bandurria!
Le obedecí lo más deprisa que pude y sin atreverme a sentarme de nuevo.
- Es este frío terrenal el que me saca la mala leche. -dijo un poco más calmado y haciendo un gesto para que volviera a mi asiento- El tembleque de las piernas es de lo más jodido, te lo aseguro.
Asentí y le ofrecí un gel espumoso que a mí me va de maravilla cuando pillo el lumbago.
De hito en hito me atravesaron sus ojos para luego suspirar con brío al tiempo que negaba con la cabeza para sí. Pasaron un par de minutos, tensos para mí, hasta que cesaron sus cavilaciones y continuó su charla.
- Tal vez alguno de tus hijos me serviría para mi proyecto final; corromper la juventud es un deleite incomparable ¿sabes? Sembrar el mal por una piel tersa, entre la sangre brava, ágil todavía, por un alma esponjosa, moldeable, cristalina......Oh, no puedes comprender ese goce supremo.
Cerró los ojos extasiado al pronunciar esta última frase.
Le contesté intimidado, sin saber cómo debía dirigirme a él, Señor, Majestad, Ilustrísima, diciéndole que, aunque no le pareciera, tenía algunos principios morales y entre ellos estaban mis hijos.
- Además, hace varios años que no sé ni dónde están.
De otro trago liquidó la "litrona". Husmeó con un dedo entre las cortezas e hizo una mueca de asco.
- Pues, chico, con tu pan te lo comas -me dijo, fijándose en la montonera de libros que tapiaban las paredes- Ah, es cierto, -se tocó la gorra de los Mavericks- que tú arruinaste tu vida y la de los tuyos con la escritura, con la poesía en concreto ¿me equivoco?
Le contesté que así era, literal.
- Reinventarse la vida con palabras, con versos. No soportáis este periplo terrenal y os escudáis en la palabra impresa. Sois de verdad patéticos. Pero, en fin, cada cual muere a su modo. Bueno, me largo que este frío me tiene más que cabreado.
Viendo el fin de mi fallida invocación, opté por la desesperación más humillante. Me arrodillé a sus pies, soportando la arcada, y le imploré su ayuda ofreciéndole mi muerte inmediata en pack, por descontado, con mi alma.
- Vamos, chico, no seas capullo -anunció ya en pie desde su talla formidable- Sé de sobra que mi Casa será tu casa cuando estés fiambre y no tengo ninguna prisa en acelerar el proceso. ¿Para qué me serviría otro desgraciado más? Ya te he dicho que sois multitud; estamos adecentando el Cielo, un proyecto que quebró hace millones de años, para dar cobijo a tanto infeliz. Es lo único que se me ocurre decirte para apaciguar tu ansias. Te advierto, además, que en mi Casa no tendrás opción a holgazanear con versos ni desesperaciones. Como la eternidad es mucho más aburrida de lo que pensáis, tenemos planes personalizados de trabajos para que el tiempo sea, poco a poco, un borrón irrecuperable en el recuerdo. -soltó una descomunal carcajada, escudriñándome postrado ante sus pies, y se esfumó, provocando parecida humareda que a su llegada, no sin antes gritarme- ¡Y no me jodas más con tus invocaciones!.
Abrí la ventana de par en par para que se fuera yendo el mal olor y, sin darle muchas más vueltas en la cabeza, cogí el teléfono móvil para llamar a Fermín, amigo de infravivienda de mi amigo Nemesio Acebal, ambos pordioseros y gente de mal vivir ambos.
- Fermín, oye, ¿sigue en pie lo del palo del cable de cobre en la de peaje 325 para el lunes? -le dije, nada más recoger mi llamada- Vale, contad conmigo. ¿A las qué? Joder, toda la noche de zascandileo. Ya, ya. Claro. Vale, vale. Voy cenado por si las malas. Venga sí. Que sí, hombre, que sí, pierde cuidado. Venga, vale. Adiós, Fermín.
Era el plan B.