Ramiro Espiño
Que no decida un puñetazo
Me niego a hablar de violencia, aunque lo sea. Me niego a calificar de ninguna manera los actos de un chaval que bastante tiene con sus problemas. Y me niego a que algunos intenten sacar rédito político a un desagradable incidente que no debería marcar de ningún modo el desarrollo de la campaña electoral, ni mucho menos condicionar el voto de los electores españoles.
Cuando Mariano Rajoy incluyó entre los actos de su campaña un paseo por las calles de su ciudad, bajo ningún concepto se imaginaría que allí, a los pies de la Peregrina, por donde tantas veces ha pasado y sin ningún tipo de escolta (ni puñetera falta que le hizo) iba a sufrir una agresión irracional y absolutamente injustificable (ninguna agresión lo es).
Lo que siento es que Pontevedra haya saltado a las páginas de la prensa mundial, a las televisiones nacionales e internacionales por un suceso sin precedentes en la historia moderna de nuestro país y de casi ningún otro del llamado mundo civilizado.
Mariano Rajoy hizo lo que tantas veces ha hecho. La diferencia es que lo hacía como presidente del Gobierno y candidato del Partido Popular a la reelección. La otra diferencia es que en su camino esta vez, desgraciadamente, se cruzó un joven con severos problemas de adaptación, posiblemente envalentonado por un reducido grupito de descerebrados, que se creen que el mundo se puede cambiar a golpes.
Por eso, en lugar de iniciar una caza de brujas absurda, en lugar de buscar tres pies al gato, en lugar de ahondar en la profunda herida de una familia respetada en la ciudad, lo mejor que podemos hacer, desde la más enérgica repulsa a éste o cualquier otro acto similar, es dejar que la campaña electoral finalice con normalidad y acudir el domingo a las urnas a ejercitar nuestro derecho democrático al voto, haciéndolo en conciencia, de acuerdo con lo que cada uno piense o crea entre las opciones políticas que concurren a estas elecciones, sin dejarse llevar ni influenciar en la intención de voto por un hecho triste, pero aislado. Lo contrario sería tanto como reconocer que el próximo presidente del Gobierno lo ha decidido un puñetazo.