Kabalcanty
El tubo
"Te quiero", le dijo la joven apretándose contra su pecho. Él la estrechó entre sus brazos y sintió el calor pegajoso en la espalda de ella. "Me gustaría meterme en el "tubo" contigo y buscarnos la vida juntos", la chica le hablaba con los labios pegados a la camisa de hilo y también notaba cómo su proximidad agrandaba una mancha húmeda que ya le mojaba la mejilla. "Tú sigue en la facultad que para entrar en el "tubo" tiempo tienes. No creas que es tan bonito como lo pintan; yo ya llevo tres años y mírame, nada de nada, un..." Pero no quiso seguir hablando, le costaba involucrar a la muchacha en una frustración que sólo podía comprenderse viviéndola. "Es la hora, tengo que irme, sirena", añadió el joven separándose.
Era invierno, pocos minutos antes de la ocho de la mañana, el cielo plomizo dejaba traspasar unos tímidos rayos solares. A pesar de la temprana hora, el calor ya se sentía como una amenaza que se haría insufrible en un par de horas. Todos se apresuraban a sus quehaceres deseando cobijarse en los climas artificiales de sus trabajos o de sus centros de estudios o de sus hogares o, como en el caso del joven, para meterse en el "tubo" y seguir las directrices de la BAE (Búsqueda Activa de Empleo). Las calles durante el día eran poco menos que inhabitables, lugares de paso raudo, urgente, vías dominadas por los menesterosos clase C97, individuos supervivientes que habían adquirido una epidermis pétrea, ojos pitarrosos resistentes, de poca visión y una capacidad pulmonar de puro decrépita idónea, a base de exponerse durante miles y miles de horas al clima abrasador y polucionado y no morir.
Pasó el código tatuado en su muñeca por la máquina identificadora y el control policial. La puerta de cristal de acceso a la Galería B se abrió para envolverle en la misma letanía cotidiana. "Democracia Forrester te desea un buen día y una óptima BAE que acabe realizando tu vida. Gracias"
Una multitud de personas, entre los veinte y treinta y cinco años, caminaban ordenadamente por un interminable pasillo iluminado por unos fluorescentes decrépitos y parpadeantes en muchos casos. Sombrío, sucio, aunque con una temperatura más agradable que en el exterior, en el túnel (el "tubo" como era conocido sobre todo entre los jóvenes) se diseminaban una larga serie de puertas acorazadas custodiadas por policías antidisturbios y coronadas por un piloto en rojo y por un vetusto altavoz de cables colgantes y empolvados. Cada ciertos metros, una pareja policial vigilaba el orden y el silencio de la muchedumbre; no estaba rigurosamente prohibido hablar, sin embargo cualquier queja emitida por los destartalados bafles era obedecida por los agentes del orden con contundencia.
La primera oferta se escuchó a la espalda del joven, cambiando a color verde el piloto luminoso de la puerta. "Se requiere ingeniero aeronáutico para supervisar avería motor bobina GK283". Varios jóvenes se agolparon ante la puerta y algún otro acudió corriendo desde el fondo del "tubo". La puerta se abrió, irradiando una luz clara y potente, y cuatro policías antidisturbios salieron para poner orden a la fila que se formaba, según orden de llegada. Comprobaban currículos y códigos de barras en las muñecas con su detector digital e iban dejando entrar paulatinamente. Algunos eran rechazados sin contemplaciones o, en el peor de los casos, detenidos por alguna anomalía que detectaban con su lector de datos.
"Se requiere técnico de laboratorio para cubrir ausencia comida martes y jueves". "Se requiere arquitecto técnico para obra aceras primera semana abril". "Se requiere ingeniero forestal para cubrir baja maternal en jardín empresario textil". "Se requieren dos farmacéuticos para pruebas píldora de la verdad noches alternas". "Se requieren tres maestros de enseñanza secundaria con discapacidad para bedeles fuera de jornada lectiva". "Se requiere analista informático lenguaje XNL3 de 4 a 6 AM" "Se requiere economista para solapar turnos 10-15 minutos día". "Se requiere médico cirujano para intervención de 2 horas"
El joven saltó como un resorte y caminó deprisa hacia la puerta recién encendida. Se le adelantó una chica que parecía unos años mayor que él. Ambos miraron a sus espaldas constatando las veinte o treinta personas que los seguían en la fila y, después, se hicieron un mohín de satisfacción. "Hemos tenido suerte, veremos dentro", musitó la chica, soslayando la presencia policial.
El funcionario, elevado en una mesa de metacrilato y auspiciado por la penumbra de unos potentes focos empotrados en el techo, terminó pronto de sopesar el código confidencial en las muñecas de los jóvenes. "Sin experiencia. Desestimada para extirpación vesícula biliar" Dijo a la chica con una musicalidad rutinaria y, segundos después, a él.
Una puerta giratoria les condujo a un angosto pasillo y allí, acompañados siempre por un agente policial, atravesaron otra puerta que les devolvió de nuevo a la entrada de la Galería B, justo a un lateral de la puerta acristalada de acceso. "Democracia Forrester te desea un buen día y una óptima BAE que acabe realizando tu vida. Gracias". Al poco, dentro del dilatado "tubo", la chica y el chico se confundieron otra vez entre la aglomeración de jóvenes.