Paco Valero
Argo, un Oscar inmerecido
Argo ganó el Oscar a la mejor película, como estaba previsto. Y ha cerrado así un ciclo de premios y elogios excesivos para una película en general mediocre. Está basada en un relato publicado en la revista Wired sobre el rescate en Teherán de seis diplomáticos estadounidenses escondidos en la embajada de Canadá durante los tormentosos días de la revolución fundamentalista que llevó al ayatolá Jomeini al poder en Irán. Una operación supuestamente montada por la CIA a finales de 1980 que culminó con éxito, y que precedió en tres meses a la fallida operación Garra del águila de rescate de los 66 diplomáticos que permanecían secuestrados en la embajada estadounidense. Una película, por tanto, la dirigida y protagonizada por Ben Affleck, basada en hechos reales, como él mismo se entretiene en recordar al final, durante los títulos de crédito, con un montaje alterno de fotografías de la época e imágenes "calcadas" de la película. Sin embargo, es real en el más superficial sentido del término porque Affleck se decanta desde el principio por el trillado camino del "suspense", lo cual, en una película que todos saben cómo acaba, es una penosa elección. ¿A quién se le ocurre, si no, encadenar tres escenas (no una, ¡tres!) de tensión imposible: los billetes cancelados y autorizados en el último segundo; la llamada de teléfono del policía iraní al estudio de Hollywood, contestada en el último segundo por los "productores", que no pueden llegar a la oficina porque se lo impide el redaje de una película; y la persecución de la policía iraní en la pista de despegue? Solo a un director de cine inseguro que echa mano de soluciones estereotipadas. Rueda la película con ínfulas de veracidad, con tomas parecidas a las de un documental, pero se aferra a las trampas cinematográficas más convencionales. Un director-actor que regala a sus fans un desnudo de torso, en una escena tan prescindible como los desnudos de la actrices en las películas españolas de los años 1970. Bueno, eso no, porque sin esos desnudos las películas españolas no hubieran existido. Aunque quién sabe, a lo mejor sin ese torso la película no hubiera encontrado productor.
En realidad, la operación Argo poco tuvo que ver con lo que se cuenta en la película. El expresidente Jimmy Carter, que fue quien autorizó la operación, atribuía el 90% del mérito al embajador y el gobierno canadiense, y no a la CIA, o al menos es lo que dijo en una entrevista reciente en la revista New Yorker. Pero es lo de menos. Las películas hay que valorarlas por sí mismas, independientemente de la fidelidad a los supuestos hechos reales en que estén basadas. Y si la despojamos del valor que asociamos a lo real, a lo histórico, ¿qué es lo que queda? Un telefilme que deja en evidencia la incapacidad del director para trascender de alguna forma lo ocurrido y hacérnoslo llegar con otro ropaje, más complejo y ameno. Por eso, seguramente los miembros de la Academia ni tan siquiera nominaron a Ben Affleck como posible mejor director, aunque suponga una contradicción premiar a la película y no a su autor. Pero es que al premiar a la película premiaban en realidad una historia que reconcilia a todos los norteamericano con el pasado.
El ejemplo contrario de Argo es Lincoln, la película de Steven Spielberg que ha salido derrotada de los Oscar y de todos los premios que los preceden. Spielberg ha sabido crear una obra de cámara, teatral incluso en las escenas exteriores, y verosimil, centrada en unos pocos personajes que parecen labrados en granito por la indestructible interpretación de los actores, todos ellos merecedores de los honores que la profesión dedica a los suyos, en especial Daniel Day Lewis (Oscar a la mejor interpretación), Sally Field y Tommy Lee Jones. ¡Qué caras! Respiran verdad. No "naturalidad", sino verdad, esa verdad que viene de Shakespeare y de la densa combinación de drama personal e histórico. Una verdad oscura como la vida misma. Pero esa es otra cuestión.
25.02.2013