Paco Valero
Telmo no es conservador; yo sí
En España tiene mala prensa el término conservador porque se asocia a alguien reaccionario y poco propicio al progreso.
De hecho, ni a nuestra derecha le gusta calificarse de tal y a veces incluso utiliza el calificativo conservador como una acusación, cuando no un insulto. Un ejemplo reciente lo ha dado el diputado Telmo Martín en una entrevista. Para él, Pontevedra no había aprovechado los años de crecimiento económico porque la ciudad y su gobierno son conservadores. ÿl hubiera actuado de otra manera. ¿Cómo? Una posible respuesta puede buscarse en el programa económico con el que se presentó a la alcaldía de Pontevedra: gastando 350 millones de euros en un gran centro comercial, una megaestación, un bulevar parisino y cosas de esas. ¡Ahí es nada! En plena crisis (las elecciones fueron en el 2011), con las arcas del Estado vacías y con una deuda galopante, prometía entonces más de lo mismo que ha llevado a España a su ruina y que ha sido calificado como "irracional" por el Consejo de Europa: grandes obras sin sentido (son un fin en sí mismo para los que se lucran con ellas, incluidos los corruptos) pagadas con el dinero de todos. Ya entonces aquello era una locura, pero lo increíble es que el señor Martín mantiene en la entrevista que volvería a presentarse con el mismo programa, como si nada hubiera pasado, como si el PP no estuviera gobernando en Madrid y pegando tijerazos a las partidas más sociales del gasto del Estado, con el voto, por cierto, del diputado pontevedrés.
En aquellas elecciones, algunos me dijeron que el problema es que Telmo Martín no tenía un modelo de ciudad, de la misma forma que Feijóo no tenía una idea de país cuando ganó las autonómicas. No lo creo. Existe ese modelo, no es una entelequia, sino algo bien concreto, y se le puede dar el nombre de "No lugar". Un concepto urdido por el antropólogo Marc Augé para definir los espacios sin identidad, relación o historia. No hay que viajar muy lejos para verlo. Si uno aterriza en Sanxenxo sin saber dónde está y le piden que lo ubique, puede responder tranquilamente diciendo el nombre de cualquier lugar masificado de cualquier costa turística del mundo, o si se prefiere, de la costa de Tarragona, Valencia, Alicante, Almería... Todo se parece, como se parece el Burger King de la plaza Curros Enríquez a cualquier otro del mundo. De la misma manera que, para los gobernantes de la Xunta, Galicia y Los Ángeles vienen a ser lo mismo: un espacio a vertebrar por el asfalto de las autopistas. No es una exageración: entre los pocos objetivos concretos del PP figura, pese a la crisis y la escasez de dinero público, que el 80% de los habitantes tengamos una autovía a diez minutos de casa, por ruinoso que eso sea. ¡Qué más da!
Lo que ellos defienden muchos lo asocian a la única forma de desarrollo posible, y en ese sentido es evidente que el PP está ganando la batalla política. Pero quién sabe. La crisis puede hacernos ver lo mucho que podemos perder: una sanidad pública de calidad que ha costado el esfuerzo de varias generaciones conseguir; una enseñanza pública claramente mejorable, pero que no necesita desprecio precisamente, sino esfuerzo e inversiones; un patrimonio natural que ha sido fuente de riqueza y trabajo y que puede seguir siéndolo si lo cuidamos; un entramado social que ha permitido superar las más duras pruebas Todo ello debería hacer de nosotros conservadores, en el mejor sentido del término. El otro, el de los rancios valores, usos y costumbres, que siga siendo de ellos.
6.05.2013