Alba Piñeiro
Running, deporte extremo
En Pontevedra tenemos mucha suerte: podemos ir a practicar running cuando queramos. La ciudad cuenta con espacios bien acondicionados para hacerlo y se promueve mucho la actividad deportiva. Hay hombres que de madrugada están corriendo antes de entrar a la oficina. Pocas veces o ninguna, ves a alguien de sexo femenino entre el grupo de corredores.
Qué manía tenemos de hacer todo en grupo entre nosotras, ¿no? O de pedir que nos acompañe un varón de noche después de haber salido de tapeo o de discotecas, si podemos ir solas a cualquier sitio y tenemos un par de piernas como ellos para caminar. Nos acompañarán solamente en señal de expectativas románticas y de buen galanteo (y en ocasiones, por precaución). Además, a ellos también les puede pasar cualquier cosa, los chicos pueden dar con otros con ganas de pelea… Los mundos han cambiado, no estamos en los años 60 o antes para no poder hacer nada solas.
Las mujeres tenemos más derechos que nunca. A quién se le ocurre discutirlo… Qué tontería dudarlo. Quién se mete en la vida de nadie, controlando sus horas y sus rutinas, las horas a las que se acuesta, se levanta o se va a correr o camino del trabajo. Si cambia de trabajo, si estudia y el qué. No nos importa, ¿verdad? Ni con quién se relaciona tampoco. Que todo el mundo cuando le dé la real gana se ponga a hacer el pino si quiere, vaya al trabajo a la hora que le toque, tenga los amigos y amigas que le parezca... ¡Libertad absoluta! Que vivir y dejar vivir es muy bonito.
De acuerdo…Ya comentamos la teoría maravillosa, volvamos a la realidad cruda. No tenemos esas libertades mencionadas en los párrafos anteriores de ese texto, son absolutamente utópicas, de hecho: existen más instrumentos que nunca para cercenar la libertad de movimiento y los derechos son cada vez más de los torcidos. Si alguien se obsesiona contigo, toda la información que compile sobre ti, por más que te parezcan tonterías y no tengas problema en decir por no tener nada que esconder, no es información inútil para él o ella. Bien para usarla como arma arrojadiza o bien para controlar tus pasos en cualquier sentido, tiene sed de saber de acerca de tu persona.
Se controla para poder ejercer el dominio y señorío sobre la cosa (perdón, persona), ningún control es una mera forma de comportarse, sino una actitud de superioridad y posesividad mal entendidas. Las redes, el internet en general y las herramientas de mensajería instantánea son los mejores aliados del mal: información nutritiva para utilizar con el objeto de que el otro actúe plenamente como yo espero, le ordeno y le mando que se comporte. Y para que se relacione conmigo como y cuando yo le exija.
La violencia de control no sucede solo hacia la pareja, también hacia quien haya sido colocado por el inmoral en la diana de sus malas intenciones. La violencia es violencia siempre, no importa la relación o bando que tengan entre sí las personas implicadas. Y el control, lo repetimos: no es gratis. Cuando hay un control sutil, de lo que se trata es de que la “presa” no se dé cuenta de que está siendo controlada. Dejará de ser sutil cuando él o ella sabotee conscientemente o no ese control. Ahí empieza el trasvase del acoso velado al acoso manifiesto. Escaparte al control de quien pretende controlarte es una insolencia brutal que por supuesto será boicoteada en la medida de lo posible. El poder es goloso y la sensación de poder mientras se tiene la sensación de controlar, de saberlo todo sobre la otra persona y de poder influir en su andadura, es impagable… Una pena, la de cosas que pasan y que tantas veces no se puedan denunciar a los individuos con esas actitudes porque no hay desembocaduras en delitos manifiestos e inequívocos, la única baza que se tiene tras ser consciente de la situación es poner distancia, sin anticipaciones, ni explicaciones. La bestia no va a dejar de serlo.
A veces no se usan herramientas sofisticadas para controlar, simplemente la mera observación desde una silla en un porche, sacada a propósito en ese momento. A tal hora tal persona sale a correr, a trabajar, tiene ese itinerario. Y la intención no es relacionarse sin más con quien sea observado: es causar un mal irremediable hacia su persona, solo para satisfacer pulsiones espurias.
Esta semana se encontró el cadáver de una chica que salió a correr sola. El sospechoso se molestó en estudiar de alguna manera sus hábitos para encontrar el momento en el que llevar a cabo su fechoría. Y ella manifestó sentirse incómoda ante las actitudes evidentes de él, pero lógicamente no puedes denunciar a nadie por mirar para ti. Sentarse a observarte puede ser muy subjetivo, no es un delito. En este caso ha sido la antesala de un delito y sin embargo no estamos en la cabecita de nadie como para llegar a ese nivel de previsión. Al futuro escenificado por la película Minority Report aún no llegamos. Que tampoco es que haya necesidad, detener a alguien por algo que todavía no hizo tiene su controversia ética. Ahora, ¿qué hay de las medidas de seguridad para que alguien que se sabe que tiene determinadas tendencias no haga algo? Una descarga eléctrica disuasoria programada cuando se acerque con violencia a alguien lo agradeceríamos todos, una orden de alejamiento es más simbólica que otra cosa. Pero, otra vez no estamos en ningún futuro.
Una vida joven, útil y civilizada segada por alguien a quien la palabra “persona” para dirigirse a él nos insulta a las demás personas, tengamos el sexo o raza que tengamos. “Alimaña” lo define más. Del desastre, lo peor: con anterioridad cometió delitos de sangre y recientemente había salido de la cárcel tras pagar por dos de esos delitos.
Que las autoridades, los ejecutivos de las empresas de redes sociales o de comunicación instantánea, los legisladores y las instituciones en general tomen, por favor, conciencia: no puede ser que tantos miedos femeninos reales no se tomen en serio o que siempre se actúe desde el postureo y las modas, dando una oportunidad a quien no la merece, porque sigue siendo un peligro para la sociedad. El postureo solo es una careta sin rendijas, una máscara de cera asfixiada en su propio soporte, sin hueco para el aire de la evolución que hipócritamente pregona.
Derecho a tener derechos y garantías siendo sospechoso, investigado, encausado, condenado, exconvicto… Siempre, no se negocia, faltaría más. Sin embargo, esos derechos no pueden estar por encima de la seguridad y de la movilidad de nadie.
Las mujeres de cualquier edad y muy especialmente las mujeres jóvenes, vemos nuestra seguridad y movilidad e independencia constantemente amenazadas por el mero hecho de serlo. ¡Basta! Sí a la reinserción. No a quien no se quiere reinsertar y vuelve a cometer un delito de sangre por lo mismo. No a que la vida dependa de un factor aleatorio de dar o no con desgraciados que quieran matarte porque sí, mientras políticos, jueces o expertos de cualquier clase debaten entre ellos cual es la teoría más válida para poner en práctica, convenciéndose y evangelizándose entre sí de que la suya es mejor y afeando la idea del contrario, sin aprovechar el trabajo grupal para dar con soluciones efectivas. ¡Distingamos opinión de conocimiento! Démosle formación permanente, neutral y de calidad a políticos, legisladores y jueces, porque de su trabajo depende el funcionamiento de la sociedad.