Juan Diego M. Alcaraz
Violencia de género: el "macho" desamparado
La violencia no tiene género. Algunas personas, independientemente de su sexo, llegan a resolver sus disputas de forma violenta y, por el hecho de que haya hombres violentos, no se puede criminalizar a todo el género masculino. Y viceversa, el que haya mujeres violentas, no criminaliza a todo el género femenino. Por lo tanto, la violencia de género no existe. Deberíamos calificar estos actos como violencia doméstica, como se denominaba el Siglo pasado.
Que no exista la violencia de género como tal no significa que no se maltrate a muchas, demasiadas mujeres. Pero hay una realidad silenciada: el maltrato al que se ve sometido el hombre es mucho más amplio en muchos aspectos que al que se ve sometida la mujer.
Hay una cuestión inapelable; el hombre, en general y desde un punto de vista físico, es más fuerte que la mujer y cuando reacciona con violencia puede hacer mucho más daño que una mujer y, por desgracia, así es. También puede ejercer violencia psicológica, aunque, en este terreno, es mucho más fuerte la mujer. El número de hombres maltratados no es inferior al de mujeres, pero sí es cierto que es mayor el número de mujeres asesinadas por hombres.
Decía antes que el maltrato a los hombres es una realidad, no solo en el terreno físico o psicológico, también es vilipendiado por el entorno social, a nivel administrativo, legislativo y judicial. El origen de este desequilibrio e injusto trato de género nació un día de los Santos Inocentes con la publicación de la Ley Orgánica 1/2004 de 28 de diciembre, una ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, una ley para sancionar únicamente hechos cometidos por los hombres, por los varones. En su texto dice: "«se trata de una violencia que se dirige sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas, por sus agresores, carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión»".
En ella se sanciona el mero hecho de ser hombre, y basta la simple denuncia de una mujer para que a un hombre se le aplique un protocolo de actuación policial que en caso contrario no se aplicaría… Salvo raras excepciones, como cuando se evidencia que la denuncia es falsa.
Es una Ley de la que se aprovechan, sin lugar a dudas, muchas mujeres, que no solo maltratan, sino que provocan a sus parejas o ex parejas para ver si caen en «la trampa». Si un hombre se ve agredido por su pareja más le vale huir o dejarse pegar, pero que ni se le ocurra repeler la agresión, porque si no está perdido. En el momento que la mujer denuncie, según el protocolo de actuación, el hombre será detenido hasta pasar a disposición judicial y lo más probable es que acabe condenado.
Así que así estamos. Cuando la mujer denuncia a su pareja, el hombre debe demostrar su inocencia, lo cual es algo insólito, además de que vulnera el derecho a la presunción de inocencia. En los demás casos, es el denunciante quien tiene que demostrar la culpabilidad del denunciado o denunciada. El efecto perverso de esta legislación es aprovechado por muchas mujeres para poner denuncias falsas que es el peor de los maltratos psicológicos que se puede hacer a un hombre.
Desde que se decretó esta Ley, que fue la primera ley integral contra la violencia de género en Europa, existe una campaña bien orquestada contra el maltrato de la mujer y la criminalización del hombre. En España mueren hombres o sufren lesiones a manos de sus parejas, pero son noticias que se silencian, no se les da la misma repercusión mediática y me consta que en algunos medios de comunicación hay consignas de cómo enfocar y tratar uno y otro tema.
También otra de las razones por la que no se habla del hombre maltratado es que éste no suele denunciar, tal vez por un erróneo sentido del orgullo o, simplemente, porque sabe el tratamiento que va a recibir.
Sobre el maltrato institucional al hombre no hay más que mirar a nivel estatal y en cada Comunidad Autónoma la cantidad de servicios de apoyo a las mujeres maltratadas. Asociaciones, centros de información, oficinas de atención, casas de acogida, viviendas tuteladas, ayudas económicas… Un montón de organismos de financiación pública y privada, que ejercen las mismas competencias y hasta se solapan con la finalidad de proteger a la mujer. Pero nada para los hombres. Estas entidades dilapidan cantidades ingentes de dinero público y hay además fundaciones y formaciones políticas especialmente interesadas en este tema.
En cuanto al maltrato judicial al hombre, no hay que perder de vista que un juez está para hacer cumplir la ley y basa sus decisiones en función de las investigaciones, pruebas e interrogatorios en los procesos. No son los culpables directos del maltrato judicial porque, a pesar del poder que tienen, se ven sometidos a presiones sociales y expuestos a informes de peritos y expertos incompetentes que desvirtúan la realidad.
Solo una buena labor de investigación por parte de los Cuerpos de Seguridad del Estado, fiscalía y abogados, con los informes correctos de peritos y testigos, si los hubiera, podrán exculpar al varón denunciado falsamente.
En resumen, varón maltratado: si vas a los Servicios Sociales, malo. Si buscas entidades oficiales o privadas que te ayuden o defiendan del maltrato o violencia de tu pareja, no las encuentras. Si la denuncias, te ganas el rechazo social y te vuelves aún más sospechoso. Pero sobre todo recuerda: si le pones la mano encima a tu pareja, lo vas a pagar muy caro.