Marta Guirado
Bien jugado
Aprender es prepararse para la vida, y jugar es ensayar ese aprendizaje. El juego, actividad libre no instrumental que el niño busca por sí solo es el mejor camino, y es la base del aprendizaje porque pone en marcha voluntad y placer, cuya asociación tiene un potencial creador enorme. El niño que se divierte aprendiendo inicia una aventura sin límites, nada hay más satisfactorio que descubrir cosas nuevas y reconstruir constantemente ese mapa mental único que es el conocimiento. Aprender jugando debe ser algo natural, consustancial.
Una actividad como el trabajo, entendida como trabajo enajenado, no pertenece a quien lo desempeña, y por tanto no tiene un carácter voluntario ni placentero porque se intercambia por otras razones. En contraposición: el ocio, el juego, cuando es libre, se convierte en algo propio porque no es intercambio ni medio, sino actividad autotélica. Sin embargo el juego pone en juego (deliberado juego de palabras) todas las capacidades que requeriría cualquier otro tipo de actividad porque implica acción física y mental, entrenamiento, toma de decisiones.
La sociedad actual parece despreciar aquello que tiene una finalidad diferente, y esto nos conduce a una paradoja acerca de qué es lo que realmente tiene importancia. Porque se la damos a algo que se supone que es el fin de todo, pero al final sólo resulta ser un medio para tenerlo todo. Y así, la tendencia es considerar importantes ciertos saberes instrumentales. El fin son los medios.
Dentro de los distintos tipos de juego, el juego simbólico, de ficción o de roles crea una historia, es arte dramático y como tal coloca al individuo ante situaciones que éste podría desear reales. Poder ser alguien que tome decisiones heroicas estaría bien, y sin ser consciente del todo, aquél que juega está valorando. Ese juego imaginativo es un ensayo de la vida que nos proyecta en otro que realiza otras funciones y está sirviendo para adquirir principios.
Esta forma de jugar es un reto porque cuando juego, aunque sea a solas, me pongo a prueba. Y ante las reglas que me impongo, el juego cesa en cuanto me hago trampa. Es como ver las soluciones que vienen boca abajo en un crucigrama, en cuanto las leo, el pasatiempo ha dejado de tener interés. El juego es un proyecto en el que prima el proceso: la preparación, la realización, el recuerdo de su desarrollo. Un proceso creativo del que queda una satisfacción residual, una autovaloración. Mientras la televisión, en su formato tradicional, es pura pasividad y no requiere mayor interactividad que permitir cierto control temporal al rebobinar o cambiar de canal, el juego requiere esfuerzo y exige una reactualización constante. Hay una televisión que merece la pena ver: la que muestra algo sobre lo que investigar, que no es objeto de consumo sino herramienta de construcción.
El juego, punto medio entre lo real y lo imaginario, estimula los sentidos, entrena las relaciones humanas y favorece la formación de la personalidad. Es imitación, simulación. Jugar es fisgonear, averiguar, pasarlo bien. Es experimentar, probar otras vidas, explorar mundos, conocer seres asombrosos, resolver situaciones imposibles. Es practicar ser otro, o ser otra cosa, transformar. Transformarse. Construir escenarios diversos adquiriendo la experiencia autónomamente. Esta clase de juego conecta personas mostrando aspectos complejos, representando el sustrato cultural y recompensando intelectual y emocionalmente.
¿Y el juego mediado por un educador? Un adulto que juega con un niño desempeña un papel crucial, en tanto que hace comprender, explicando la realidad a través de una representación simbólica. El componente socializador del juego de ficción invita a pensar colaborativamente y coloca al niño en situaciones hipotéticas, veraces o irreales, que debe superar. Surgen así desafíos pedagógicos como la resolución de problemas, la superación de conflictos y de dilemas morales, en las que el error poco importa. O tal vez se convierte en una oportunidad para replantear las cosas.
Existe un momento en que los niños son capaces de imaginarlo todo y pueden desarrollar sus capacidades hasta límites sorprendentes. Jugar y aprender es todo lo que tienen que hacer. Si juego y aprendizaje son algo propiamente humano ¿por qué separarlos? Si este momento es ideal para la construcción del conocimiento, aprovechemos el juego de ficción que florece naturalmente, porque es capaz de promover habilidades cognitivas estratégicas para el desarrollo, especialmente cuando se hace en equipo y con un adulto.