Alba Piñeiro
Desprestigio
Cuando el barco se hundió, provocó una catástrofe ecológica. Empezaron a salir noticias cada cual más desesperanzadoras para una tierra ya de por sí deprimida, con muy pocas opciones de desarrollo más allá de la actividad ligada al mar. El marisco, los moluscos y el pescado quedaban contaminados y a largo plazo, la cantidad existente iba a disminuir notablemente. La costa quedó impregnada del chapapote y de todas partes en un grandísimo alarde de solidaridad y concienciación vino gente a limpiarlo. Gentes que sin pensárselo arrimaron el hombro, con frío y con lluvia en unas fechas del año como en las que estamos ahora, sin protección alguna y con el motor de su buena fe, que ahora padecen problemas respiratorios debido a la exposición inadecuada al producto tóxico que pretendían erradicar y en un sitio tan inhóspito como lo puede ser la Costa da Morte, donde hasta los romanos creyeron que el mundo se acababa.
Es penoso que las autoridades hayan consentido que tanta gente con buena voluntad que vino a limpiar completamente gratis no tuvieran unas pautas de seguridad que cumplir para evitar secuelas a largo plazo. Y hay algo todavía peor que eso: que las autoridades, pasado un tiempo de la catástrofe, empezaran a pagar a los locales para hacerlo, por la mera motivación de no perder votos. Locales que, mientras venían todos los voluntarios, solo se quejaban de la situación (al menos la mayoría, excepciones siempre hay), sin ir de voluntarios ellos siendo los primeros afectados. En su falta de civismo, veían el voluntariado como una paparrucha necesaria que no estaban dispuestos a poner en práctica, ya que no es negocio trabajar sin cobrar.
Toda aquella gente que no hacía más que protestar, una vez que los políticos entendieron que sin votos no hay poder, que el poder te lo otorga quien te vota, al tener el dinero en la mano fueron en masa a limpiar las playas que tenían delante de sus casas. Muchos de ellos no habían trabajado nunca y se animaban entre sí a limpiar la costa. Otros, que dejaron de navegar por razones obvias, obtuvieron indemnizaciones considerables por lucro cesante. El nivel de vida a corto plazo de la población de la Costa da Morte, en lugar de disminuir (como cabría predecir), aumentó. En un acto indisimuladísimo de frivolidad, quien nunca tuvo un abrigo flamante de piel se compró uno y no faltó quien exclamara:
- ¡Bendito Prestige, carallo! ¡Ben podería vir outro Prestige!
Ajenos a todo esto, seguían llegando voluntarios desde muy lejos y la juventud se concienciaba y se manifestaba por la mala gestión de la catástrofe por parte de la casta política. Hicimos cadenas humanas y concentraciones de todo tipo
Aquel curso (02/03) hubo elecciones políticas en mayo. Un día, en el instituto estábamos todos muy enfadados. La profesora preguntó qué pasaba. La respuesta, evidente y notoria, voceada en todos los periódicos y telediarios, la reprodujeron desencantadísimos:
- Que el Partido Popular, después de lo que nos concienciamos todos, volvió a ganar en Muxía.
La docente nos explicó que estaba de acuerdo con nuestro pesimismo, sin embargo, la política era así, ya que en los sitios pequeños no votaban al partido, sino a la persona. Y que ya lo veríamos, en las elecciones generales (que serían un año después) el partido en cuestión no tendría el mismo éxito. Acertó. Lamentablemente, el motivo de cambio de gobierno no fue ese, sino otro mucho más grave sobre el cual no nos explayaremos
Da muchísimo coraje ver cómo personas que ayudan a otras salen tan perjudicadas y otras, que no tienen ni dignidad ni más moral que la que el dinero configure, incluso lleguen a mejorar su calidad de vida en base a su posición de víctimas. Después sucede que personas y colectivos a los que hay que ayudar de verdad y que, de veras, se merecen que se les eche una mano, se queden en la estacada, no vaya a ser... Pagan justos por pecadores.
Pagan auténticas víctimas por sublimados oportunistas, lo que nos lleva a la siguiente conclusión: el oportunismo existe porque en determinados contextos, funciona. Las oportunidades no, porque ¡ya las han copado los oportunistas!