Rafael FJ Rios
El cometa Jack London
Treinta años después del nacimiento de nuestro héroe, en 1906 un fotógrafo llamado George R. Lawrence monta en un aeroplano y saca una fotografía a poca altura de San Francisco desde el mar: una perspectiva amplia de toda la anchura de la bahía. Una vez apagado el incendio de la ciudad las consecuencias del terremoto se hacen visibles y al amanecer se muestra con claridad el orden de las avenidas que desde el puerto confluyen en la lejanía de forma rectilínea: a la luz del amanecer que reflejan las calles se observa que no hay un edificio en pié. El terremoto destruyó gran parte de la ciudad y lo que quedó sufrió las consecuencias de un incendio. Se pierde para siempre la documentación del registro civil y con ello nace la conjetura en relación con el nacimiento de nuestro autor, la identidad de quién fue su verdadero padre y el posterior cambio de nombre: John Griffith Chaney va a tomar de su padrastro el apellido London y en algún momento de su temprana biografía será Jack, nombre con el que pasará a la historia de la literatura.
Hay varios cambios de domicilio hasta que se trasladan a Oackland. En la infancia de Jack no hay abundancia, más bien al contrario, la familia soportaba dificultades: hay que recordar que su padre era astrólogo itinerante, su madre espiritista aficionada y su padrastro era un lisiado veterano de la Guerra de Secesión. A cambio aprende a leer en la escuela y una tía suya le hace dos regalos que le entusiasman: los Cuentos de la Alhambra de Washington Irving y los tomos de The Viking Age de Paul du Chaillou, subtitulado The Early history, manners & customs of the ancestors of the english-speaking nations. Las imágenes e ilustraciones de ambos están realizadas por excelentes dibujantes y aumentan la ensoñación de la mente activa de un crío precoz: cuando cumple 14 años está ganándose unos centavos vendiendo periódicos, barriendo salones públicos y deja la escuela con el graduado escolar.
¿Qué hace un muchacho decidido por los muelles de Oackland? Enrolarse como grumete en los barcos de bajura que hacen pesca furtiva sin licencia y pescan ostras de contrabando. Él también lo hará por su cuenta: arma y arregla la goleta Razzle-Dazzle y se dedica a la pesca furtiva. Se mueve en el filo de la ley… mientras visita asiduamente la biblioteca pública a cuyo frente se encuentra la que con el tiempo será la poeta reconocida Ina Coolbrith que le orienta hacia la obra de Kipling y Melville.
Ser un marinero tan joven mezclado con lo más duro del lugar lleva a nuestro héroe a aprender a boxear mientras ve cómo el dinero parece que fluye fácilmente a su bolsillo. Toma una decisión que para sus lectores será una feliz decisión: integrarse en las patrulleras de vigilancia de las bahías y estuarios interconectados que constituyen la gran bahía de San Francisco. Conoceremos así al Rey de los Griegos, a Demetrios Contos y a los camaroneros chinos.
Su fortaleza vital es de acción rápida: al cabo se encuentra enrolado en la caza de focas en la goleta Sophie Sunderland que cruza el Pacífico hasta el estrecho de Bering y bajando por la península de Kamchatka llega al Japón. La goleta cruza el océano mientras cerca de las costas son azotados por un tifón que con el tiempo llegará a ser un relato. Cuando retorna a tierra y se encuentra paleando carbón en los ferrocarriles un periódico convoca un concurso y Jack envía Tifón en las costas del Japón con el que gana el premio, 25 dólares.
Pero en 1893 solamente tiene 17 años y de la noche a la mañana se encuentra que no tiene trabajo, la economía se hunde, cierran fábricas provocando miles de desempleados. Se organizan y marchan desde el Pacífico hasta Washington con el ejército de Kelly, Jack entre ellos, cuatro meses de privaciones viajando como podía, hasta en el techo de trenes de mercancías. Se desvía para visitar en Hannibal la tumba de su admirado Mark Twain. Cuando se encuentra próximo a la costa este se acerca a las cataratas del Niágara y queda deslumbrado por la naturaleza: no abandona el lugar, pasa la noche al raso para verlas al amanecer. Lo detienen por vagabundo y pasa un mes de cárcel en la penitenciaría.
Toda la peripecia vital tendrá cabida en los cuentos y escritos de Jack. Se lanza a por la vida, su realidad es pura acción y los sucedidos atraviesan con rapidez su aliento e inteligencia transformándose en creación llena de naturaleza y libertad, en donde la experiencia se acumula. Toma decisiones: quiere estudiar para entrar en la universidad, se prepara a conciencia y lo consigue pese a que su dinero solamente le da para matricularse un semestre en Berkeley, donde conoce la obra de Nietzsche, de Marx, de Darwin… lee a Stevenson, a H.G. Wells, vive a salto de mata.
Aquella humanidad americana de finales del siglo XIX estaba hecha de pioneros, de gente que no tenía nada que perder y que se lanzaba a la aventura con muy poco. Cuando en 1896 se descubre oro en el Klondike, un afluente del Yukón en Alaska, nuestro héroe se lanza hacia el norte. Aquella convivencia con el alcohol que inició en los muelles de Oakland le va a llevar, mal alimentado, con sobreesfuerzos, en condiciones penosas, a quedar postrado y enfermo con escorbuto y mucho whisky. En el estado en el que se encuentra su vida llega a peligrar, lo salva un jesuita que hace de todo en aquellos parajes de Dawson City: alimenta, cuida y sana. Gracias a William Judge puede volver sano y salvo a Oackland.
Con 22 años decide ser escritor. Jack London responderá tiempo después en una entrevista a la pregunta sobre el éxito en la literatura: Como respuesta a tu pregunta sobre los grandes factores de mi éxito literario, considero que fueron los siguientes: Mucha buena suerte. Buena salud; buen cerebro; buena correlación mental y muscular. Pobreza. Leer Signa de Ouida a la edad de ocho años. La influencia de Philosophy of Style de Herbert Spencer. Porque me inicié veinte años antes que compañeros que están intentando empezar ahora.
¿Qué es único y reconocible en un autor? ¿Cuáles son las cualidades de un buen texto? Preguntas que el inglés Spencer hizo en el libro de referencia y del que Jack tomó muy buena cuenta. Afirma que a los 8 años había leído Signa, la historia de un muchacho en un orfanato salvado de la muerte, escrito por una inglesa con absoluto nombre francés, Marie-Louise de la Ramée, que escribió varias obras dedicadas a los niños. En la respuesta de Jack incluye entre los ocho factores de éxito y en primer lugar la mucha buena suerte: sin lugar a dudas hay que tenerla una vez que se entrega a la vida y a la naturaleza de manera tan abierta y directa: la función propia del hombre es vivir, no existir, afirmó alguna vez.
Como las rotativas iban mejorando y realizaban tiradas cada vez más grandes a los autores se les remuneraba mejor. Jack se casa con una amiga del instituto: le ayuda, le corrige las pruebas, le enseña gramática y tienen dos niñas a la vez que Jack, el alcohol y los amores furtivos se unen. Los periódicos buscan corresponsales y la guerra de los Boers necesita contarse: se desplaza a Londres para embarcar en el puerto y en el transcurso finaliza la guerra. Se queda durante unas semanas en las que los barrios marginales de la ciudad serán retratados desde el mismo título: Gente del abismo, 1903.
Enseguida le encargan otras corresponsalías: la guerra rusojaponesa de 1904 lo lleva otra vez a Japón, Corea y Manchuria. A la vuelta se divorcia y se une a la que será su compañera hasta el final, Charmian Kittredge, buena amazona y nadadora con la que va a surcar el océano formando parte de la expedición a los mares del Sur. Antes de partir Jack compra acres de tierra en el Valle de la Luna, un lugar tranquilo en el campo, donde escribir y pasear. Está publicando libros, artículos periodísticos, narra los acontecimientos… es un escritor de éxito y después del terremoto de 1906 inicia los planos de una goleta para partir al año siguiente. Pese a su salvaje unión con el alcohol, pese a las vicisitudes del viaje y el tiempo que dedica a los artículos, todos los días se obliga a escribir para su obra literaria mientras recorren los archipiélagos de Oceanía, desde las islas Salomon hasta Australia. Sube al monte Vaea en la isla de Apia, Samoa occidental, para presentarse ante la tumba del tusitala: Robert Louis Stevenson. Sufre paludismo, psoriasis y los primeros cólicos nefríticos.
Desde 1900 y en dieciséis años London escribió y consolidó su obra además de tomar más de diez mil fotografías: instantáneas tomadas en los barrios miserables de Londres, las que tomó en los destinos de sus corresponsalías y las que documentaron la gran aventura del Snark que resultaron sobre todo desventuras. El choque entre las ilusiones de un navegante oceánico -Washington Irving escribió una de las primeras biografías de Colón que tuvo un gran éxito en el mundo anglosajón y es muy posible que Jack la hubiese leído- chocaron con la cruda realidad en forma de incumplimientos de los proveedores de madera, plazos de entrega, aumento del presupuesto… y un desastre de barco: filtraciones, señales de podredumbre, el motor casi estalló, compartimentos estancos que se llenaban perfectamente de agua y, sobre todo, el velero era incapaz de poner la proa contra las olas, zarandeaba constantemente y toda la entusiasta tripulación visitaba diariamente la borda de popa mientras las provisiones se iban pudriendo. Consiguieron hacer la ruta por Oceanía y finalmente London vendió el barco en 1910 y regresó a California: quedaba el Snark en una pequeña isla de las Nuevas Hébridas. Nueve años después Martin Johnson, miembro de su tripulación, lo vió casi destruido. Luego de este avistamiento comenzó la leyenda del barco: navegantes de diverso pelaje por los mares del Sur afirman haberlo visto.
Quedaban aún algunos viajes más. Embarcan en una travesía Seatle-Baltimore de 4 meses en la que cruzan el cabo de Hornos. Chairman da a luz una bebé que muere casi al nacer, se van repitiendo los problemas de salud mientras el bourbon sigue corriendo. Le llaman para que escriba las crónicas de la revolución mejicana: disentería y nuevos cólicos nefríticos que intenta apacigüar con morfina. Jack afirma que escribo cada libro para añadir trescientos o cuatrocientos acres a mi rancho, la más bella y primitiva tierra que puede hallarse en California. Vuelve a su rancho Glen Ellen en 1916. En noviembre le encuentran muerto en su habitación: tiene a su lado los tomos de la Era de los vikingos que conservaba desde su infancia.