Rafael FJ Rios
Despierte la sociedad civil
El modelo retrógrado de convivencia que encarna el socialismo siempre pasa por ocupar el Estado para controlar al individuo: reforzamiento del Estado, control y eliminación de la división de poderes y, construida esta atalaya, imponer su modelo social. Nunca nos podemos olvidar, sino tenerlo muy presente, que cualquier experiencia socialista o bien ha comenzado directamente con una dictadura totalitaria o bien termina inexcusablemente así. Los partidos conservadores y de centro puede que sí lo olviden y los árboles le impidan ver el bosque: en su Dirección deberían contar siempre con personas de referencia que se hayan visto obligadas a partir al exilio desde Venezuela o que hayan tenido que escapar de Cuba o de Nicaragüa. Todo ello complementado a su vez con personas de referencia que bajo la dictadura militaran en el comunismo; con estos mimbres puede que no hubieran "perdido" las elecciones anteriores.
El fracaso del socialismo se ha producido, se está produciendo y se producirá, siempre. No por eso dejaremos de contar con el entusiasta integrante de la antaño lucha final que, como todo el mundo sabe, es un juez recto y veraz de los asuntos humanos y no un haz de prejuicios sostenidos sin dejar su cabalgadura. Que se abaxe de la mula por vér que el camino és agro, qué milagro. El nivel de la catástrofe que han sufrido y sufren las sociedades en donde se ha instaurado este modelo resulta tan impresionante que en cuanto miseria, exilio, muertes y pérdida de libertades no se pueden tildar más que de execrables, mientras alcanzan la cúspide y hedor de los regímenes totalitarios: los perros españoles comen mucho mejor que los esclavos cubanos del comunismo. Pero todo esto no va con ellos. No. Ellos tienen unas ideas chulísimas que, esta vez sí, van a traer la felicidad social a todos. Por fin.
Históricamente la vida democrática española se desarrolló a lo largo de los años 20 con la Restauración, y a partir del año 31 con la República. No duró nada: tan pronto como la democracia parlamentaria echó a rodar, la Izquierda ya se había transformado en revolucionaria -profundamente retrógrada: dictatorial, antidemocrática, antieconómica-, y se lanzó de inmediato a la revolución proletaria, a buscar la fórmula de cómo voltearla, modificarla, traerla al potro de tortura… o dar un golpe de estado contra la democracia republicana como lo dió el nacionalismo y el PSOE conjuntamente en el año 1934. Hoy, con una democracia del primer mundo y en primera línea europea nos encontramos que a la Izquierda tampoco le sirve la democracia. Una Izquierda muy rancia, alejada de toda corriente liberal y democrática, abrazada al pensamiento más reaccionario y a lo más funesto del mapa político, aquel que en pleno siglo XXI sigue creando sociedades totalitarias convirtiendo democracias en regímenes dictatoriales o autoritarios. España sigue bajando peldaños en la riqueza del país, en la riqueza de los ciudadanos, en nuestro nivel de vida, mientras los enemigos de la España libre se han unido en su contra: socialismo, comunismo y nacionalismo. ¿A qué país quieren parecerse? Dígannos, ¿a qué país? Dinamarca, Suecia, Suiza, … ¿cuál? Argentina, Venezuela, Nicaragüa… La alta gestión de la economía española es pésima, tan mala gestión como alharacas festeja. La estabilidad democrática ha sido volada por los aires y entramos en una situación de vértigo institucional con posibilidad de cualquier cosa exclusivamente esperada por los peores. ¿A qué país vamos Izquierda? La democracia es respeto a la ley, separación de poderes, independencia de la Justicia, respeto a las minorías, libertad irrestricta de los individuos. Todo lo demás no es democracia. Enfrente nos tienes. Sociedad civil y libertad.
Las elecciones democráticas en la sociedad no son suficientes para garantizar que la actividad del Estado no se suba a la chepa de los ciudadanos. Hay que pensar que el Estado está compuesto de personas y las organizaciones estatales también, personas que se ven con disposición del poder y que enseguida pueden llegar a generar una dinámica propia, intentando aumentar su poder o sustraerse al control de la sociedad. La democracia ha dispuesto diversos instrumentos para bascular el ejercicio del poder mediante
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aprobación de reglas constitucionales,
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división ejemplar de los poderes de la nación,
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y los procesos electorales.
Siempre ha de construirse la sociedad y su gobierno entendiendo que existe la presunción del posible abuso del poder político con la intención de alcanzar objetivos particulares. Es tendencia natural del individuo y, si bien no siempre es así ni mucho menos, la construcción institucional ha de tenerlo muy en cuenta porque esta protección constituye la esencia de las instituciones libres. Tenemos la historia política repleta de políticos que alcanzan el poder y tratan de imponer o eliminar o dejar en suspenso restricciones que la sociedad ha impuesto para protegerse del despotismo. No tienen escrúpulo alguno en utilizar los medios del Estado para permanecer en el poder y anular los controles a su ejercicio. ¿Objetivo de sus ataques? En primer lugar, la división de poderes: politización de la Justicia y subordinación del Legislativo: hoy en día no queda un solo diputado que no aplauda con las orejas cualquier cosa que le manden. Una vez el control del partido decide quiénes integran las listas no son más que la correa de transmisión del jefe político. Política partidaria, no dinámica política en las instituciones. Y a continuación las ideologías estatalistas enfilan los derechos de propiedad y los niveles de libre información.
La separación de poderes constituye el principio básico de las democracias modernas: si un gobierno domina el Legislativo tiene todo el poder del Estado en sus manos… solamente le falta el poder judicial. Y si interviene también el poder judicial y su independencia nos encontramos con un gobierno elegido democráticamente que dispone de los tres poderes de un Estado democrático y se instituye como dictadura. Si el poder judicial no es independiente la democracia deja de existir, porque como mínimo existe un ciudadano y un grupo de ciudadanos que constituyen una entidad nueva no democrática, un bando político -el Presidente, su gobierno y el aparato estatal- que han dejado de ser iguales ante la Ley, todos los demás son ciudadanos ante la ley, ellos, o los que ellos decidan, no. Son mucho más iguales que los demás: ponen jueces, quitan jueces, dicen qué se admite y qué se aprueba en los tribunales y qué no. Previamente han colocado en los puestos decisivos a todos sus mariachis al mando de las instituciones judiciales. Y con toda la artillería utilizada en su propio beneficio ya son capaces de meter los palos del sombrajo en la rueda de la Justicia -aquella que está obligada a girar ininterrumpidamente en una democracia plena, 24x7, los 365 días del año-, movimiento que constituye el sonido de la democracia, el corazón de una sociedad libre. La Justicia queda paralizada repentinamente para dar curso a decisiones unilaterales del bando. Queda instituído un régimen autoritario, el principio de una democracia intervenida, el primer peldaño de una dictadura. Decía Cicerón que somos siervos de la ley con el fin de poder ser libres. Locke fue más conciso: donde no hay ley no hay libertad. Porque si gobiernan las leyes -reglas generales e impersonales- no gobiernan los hombres y, a través de ellos, la voluntad arbitraria o despótica o estúpida de otro hombre. La ley nos tutela porque está constituída por normas que se aplican a todos sin distinción, incluso a quienes las hacen. Lo que es un formidable freno.
Todos hacen gala de la defensa de los derechos, todos tienen nobles objetivos, todos persiguen el bien común y con determinación van a acabar con las mentiras desde el Poder. Nada más verdadero. Y a veces nada más falso, como todos sabemos. Ninguno está a salvo del deseo de perpetuarse en el poder por diversas vías. Hemos visto las que peor pronóstico tienen en cuanto atacan la libertad y la soberanía de la nación que descansa en cada uno de nosotros, uno por uno. Pero enseguida o a la par pasan con el entusiasmo y dedicación exclusiva a recortar derechos, aquellos de los que la Izquierda nunca habla, los que nunca pronuncia, a los que dirige la torreta giratoria de los decretos leyes, de la legislación del millón de folios por año, modificaciones, tasas, impuestos y restricciones: la propiedad y la libertad. El corazón de la riqueza de la nación. El Estado y un gobierno estatalista tiene en todo momento la boca llena de utilidad social, de interés público mientras las familias se tientan su empleo y sus ahorros porque ven aparecer el poder de apropiación al que no es nada sencillo ponerle límite y que va a provocar paro, cierre de comercios y caída de la renta. Al socialismo le encantan las alas de plomo para los demás. A los socialistas también. No generan riqueza, la extraen. Tanto de las empresas como de las familias. Cúpula geodésica de los déspotas. ¿Y la información libre? ¿Qué es una democracia sino un régimen de opinión? Desde el poder mantienen una capacidad única para su control: asignación de licencias, publicidad institucional, acceso privilegiado a la información, expertos de pago para establecer la opinión que les beneficie… Hay democracias cuyo sentido de exigencia es mínimo. Otras que no. Cuenta el sociólogo Víctor Pérez-Díaz que llegó a una universidad americana justo cuando el Watergate. Y su apreciación es luminosa: Nixon no dimitió por su intervención en un asunto menor de espionaje político, sino por obstruir la acción de la justicia y con ello había roto su juramento de respetar y hacer respetar la Ley, y, por tanto, engañar a los ciudadanos que, bajo ningún concepto, aceptaban tal engaño. No podemos hacer comparaciones de juramentos entre Nixon y snchz porque el alma se nos cae a los pies, pero la comparación que sí podemos hacer es con el nivel y calidad moral del pueblo americano y el nivel y calidad moral de la sociedad española.
Si la tendencia profunda de la jerarquía política es mantenerse en el poder, es necesario disponer de una sociedad organizada, informada y crítica si queremos salvaguardar todos los controles a salvo de sus ataques. Habrá que profundizar en su eficacia, llegar a equilibrar en todo lo posible las relaciones entre el Estado y los ciudadanos, porque es la forma que la democracia representativa tiene de alcanzar su mayor grado de desarrollo y progreso. A los hechos, camaradas. Las sociedades más avanzadas no lo son porque tengan petróleo, oro o bitcoin, lo son porque sus instituciones permiten que, tanto los ciudadanos en su libertad individual como la Administración y el Gobierno, mantengan la Ley y la igualdad ante la Ley de forma irrestricta. Es la Ley la que hace progresar las sociedades democráticas desde su inicio, cuando en sus principios no lo eran: p.ej. el nivel de pobreza escandinava a principios del siglo XX. O tantos países que han garantizado la libertad mediante una ley incorruptible. Porque el capitalismo es el único sistema moral de la historia que permite el equilibrio entre competencia y colaboración, entre libertad e igualdad, entre individuo y sociedad, es el que admite toda la variabilidad de individuos en libertad facilitando su desarrollo y, al hacerlo, hacer avanzar con ello a toda la sociedad.
La necesidad de todos los individuos de realizarnos y alcanzar nuestros objetivos vitales, desarrollar nuestras posibilidades sin quedar bajo la tutela estatal, es el corazón que mueve una sociedad abierta. Enfrente tenemos la igualdad, una igualdad por abajo que entierra toda la creatividad humana y la expansión individual. Convertidos en una oligarquía extractiva con un nivel de autopropaganda espeluznante, impide el progreso -¡a los hechos!-, establece una desigualdad entre el aparato estatal -administración pública, empresas del Estado, empresas que viven del Estado, funcionarios… etc- y la vida, libertad y propiedad del resto de individuos que forman la pretendida sociedad igualitaria. Argentina está siendo igualitaria, Venezuela no digamos. Para poder malvivir en Venezuela se han tenido que marchar de su país 7 millones de ciudadanos porque el socialismo convierte en mierda ideológica lo que toca: el petróleo, la comida, la agricultura o el periodismo. Y siguen en la miseria. Sociedades igualitarias. España, obligada por el socialismo, ya había puesto pié en el primer peldaño de la miseria estatalista desde unos años atrás. Ahora, a la decadencia económica suma la peor de las pesadillas de una democracia: sus instituciones dejan de ser comparables a las europeas. A los hechos.