Rafael FJ Rios
Alla nobile tvrba
¡Pífanos! ¡Tambores! Edecanes del Gran Timonel moviéndose con diligencia de un sitio a otro con aire decidido ordenando movimiento mientras el chambelán mayor en un aparte repasa las notas del discurso por si falta matiz alguno a incorporar al texto que, de obligado, ha de bañarse en la apariencia propia de Poder, engrandecido línea a línea hasta alcanzar cumbre: Poder, Gobierno, Partido, único emblema. ¡Entrada majestuosa y atril! ¡Vamos!
Aquel Legislativo que algún día era fuente de debate y exposición y que la ciudadanía buscaba para su propio conocimiento hoy se pierde entre brumas mientras de cuando en vez asoman algunas, muy pocas, cabezas parlantes. A los ciudadanos se les muestra la triunfal gloria del Poder y nunca otra cosa: como se puede observar en cada aparición/holografía el Poder mana respuestas sin preguntas, intervenciones sin debates, discursos sin realidad, en un combativo lenguaje de acción como fuerza dizque dinámica sin que realmente nada se mueva. Diatribas, ataques desde arenas movedizas, mítines regurgitados desde las más altas instancias de la Nación cuando lo que se espera es una disertación de respeto, sermones bajo doble moral que instituyen la desvergüenza (en los Libros de Emblemas de nuestro Renacimiento y Siglo de Oro la pintan o representan por medio de una mosca, porque, aunque se la rechace sin cesar, en absoluto deja de presentarse de nuevo), todo ello bajo la única y propia voluntad incumpliendo requisitos propios de la cortesía, jamás compareciendo ante la ciudadanía cada vez que se necesiten explicaciones porque sólo hay una única audiencia y una única explicación: audiencia y explicación resuelta cuando a mi alrededor y sin temor de pregunta alguna no hay nadie más que Yo y las cámaras: Virtuosísima Ninfa, declaro la Intolerancia. Fuera de la narrativa del Poder no hay sino tinieblas, fascio.
Históricamente y a modo de arcano la democracia puede que se reflejase en una figura geométrica tal que representada por un triángulo inscrito en una circunferencia. Podría ser. Con los tres poderes que forman los vértices del triángulo y en su interior la Monarquía protegiendo la representación de la soberanía nacional, mientras los ciudadanos libres e iguales se expanden alrededor dando sentido a la superficie plana de toda la estructura, siendo plenamente responsables sobre su vida mientras aportan crecimiento y riqueza: formas de aquellas sociedades las más avanzadas de Europa. ¿Quiénes son los más avanzados de Europa? Los que tienen mucho más que nosotros, muchos más médicos, empleos, salarios, investigación…, a los que no solo no alcanzamos, sino que nos alejamos cada vez más de su nivel de vida.
La figura geométrica en la que se ha transformado nuestra sociedad nos aleja otra vez más en la Historia de aquellas economías más dinámicas de la UE: la forma de nuestra sociedad ha perdido aquella superficie que se expandía al horizonte. Hoy no hay crecimiento, no hay incremento de riqueza, no hay estabilidad institucional y además se declara la desigualdad jurídica y la desigualdad financiera entre comunidades. Un asunto inenarrable. Todos ellos elementos que se requieren para elevar la Torre Política que marca las grandes líneas de la submodernidad: la ciudadanía ya no se mueve al mismo nivel de la llanura porque la pesadez del Estado ha transformado lo horizontal en vertical. El Poder se ha convertido en una torreta giratoria que ha lanzado garfios sobre la convivencia estrechando los anteriores horizontes abiertos de 360º para encerrar bajo sus torres almenadas toda la actividad de la nación, transformándose delante de nuestras narices en un pesado acero, encumbrado en vértice de una estructura galvanizada, ferroso-férrica, en la que mantiene sojuzgada a la ciudadanía obligada a soportar sobre sus espaldas el Bienestar del Estado en diarrea.
Mientras la sociedad se duele de falta de la falta de trabajo, del cierre de comercios, de la carestía, de la vida difícil, de los impedimentos para trabajar, de los impuestos que parecen establecidos por un mono furioso pulsando botones, quejumbre de las familias por los hijos que tienen mal trabajo o no lo encuentran o bien se marchan para prosperar… mientras toda la sociedad cae, mientras nuestros resultados como sociedad son inferiores en comparación con los buenos y los mejores, mientras esto sucede, desde la cumbre acerada se despliegan con pífanos y tambores los muestrarios en abanico de los Vendedores de Crecepelo. Cogida por el cuello, la sociedad camina hacia la decadencia a la par que se dinamitan las instituciones con las que convivimos con el fin de cerrar el círculo de una ensoñación: estamos dentro de la alucinación de las ideícas estatales, colectivistas, por mal nombre socialistas, estamos dentro de la alucinación de las ideologías totalitarias, primer estadio de los nuevos caminos que la dictadura de la Izquierda Comunista en este siglo XXI ensaya.
Ciegos y alucinados, la evidencia -armazón construido con hechos- se torna invisible: la ideología sectaria inunda de espesa niebla los sentidos y se tornan indetectables: pasan el cristalino, el iris, el nervio óptico… pero no llegan al cerebro y los hechos se hacen invisibles. Solamente se ve aquello que pasa el nihil obstat, la censura ideológica: contra lo que se pueda pensar en la Izquierda son todos muy obedientes. Prietas las filas. Al no tener en cuenta los hechos viven en la fantasía, el delirio, éste es su territorio, aquel en el que es más importante una ruindad ideológica cualquiera que un hecho como una montaña de grande.
Hablando de tamaños. La sociedad española o el iceberg. Una masa de agua helada que mantiene sumergido más de un 80% de su volumen: sumergida Deuda, inmensidad infame -RAE: que carece de honra, crédito, estimación-, vil, innoble, ruin, Deuda que como una gigantesca rémora nos ata al fondo, estandarte de una sociedad bovina llevada a las escalas descendentes del deterioro con esa determinación socialista de la verborrea que no llega a otro sitio sino al pozo de la decadencia. Inmensidad que no refleja más que la gestión antieconómica e inútil, el robo patrimonial a las siguientes generaciones, el robo a las actuales, robo que es el abismo abierto para los que pagarán a lo largo de toda su vida lo suyo y los de las generaciones anteriores que se lo han gastado en la Fiesta del Gasto Inútil. Con el peligro de la incapacidad de pago, estandarte peronista, ideícas de la cándida solidaridad sin exigencia: se llama dame el dinero a mi; reparto de una riqueza que inmediatamente deja de crearse dando paso al arco de triunfo de la pobreza. A los que trabajan hoy y crean riqueza, y a los que vengan detrás, que los zurzan.
Todo para el Estado, es decir, aquella forma perezosa, incapaz, atrasada y retrógrada de gestionar una sociedad abierta y que conduce a la pobreza -¡¡¡a los hechos!!!-: todo para el Gobierno; para esa apabullante nómina de dirigentes, asesores y colocados…; todo para los partidarios, a los que se pagan favores colocándolos al frente de empresas y no sabemos si saben lo que es un albarán; funcionarios mantenidos en salsa; parados que también se mantienen sin estrés alguno, no vayan a trabajar y les dé un mal; jubilados, gran masa para hacer las tortas de las elecciones; las infumables pagas de beneficencia como si la sociedad fuera un asilo…; toda una montaña de basuriyya para ir pintando la nación de oscuro. Todo a la Deuda.
La Vulnerabilidad es la Fiesta Financiera con la que el dinero infinito de los ricos que tanto mascan como palurdos se ha convertido en la fiscalidad máxima sobre los que trabajan, los únicos que pagan la puta fiesta: no hemos dejado de perder poder adquisitivo -y perdemos médicos, profesores, empleos, empresarios…- mientras países competidores no han dejado de ganarlo y nuestra convergencia con el PIB per cápita ya solo podemos hacerlo de los medianos para abajo. Los estados más ricos de la UE han volado mientras por aquí sigue sonando música tercermundista: ¿desde cuándo las sociedades prósperas se asientan sobre un entramado de beneficiencia? ¿Qué sociedad próspera se compone de más funcionarios, empleo precario, ingresos mínimos, subvenciones, etc, etc, etc…? Decadencia. No hay palabra que defina mejor el estado de la nación. Si nos paramos en los márgenes del río de la economía brotan por doquier verdaderas memeces en forma de decretos leyes capaces de hundir cualquier riqueza. Nadie lo comprende mejor que los jóvenes que se largan del país -se calculan pérdidas de más de 150.000 millones de € por su marcha- mientras por el sur entran a mansalva inmigrantes -¿musulmanes en su mayoría?- que nadie ha llamado, que no tienen puestos de trabajo ni los buscan pero sí saben que les caen del púlpito limosnas de beneficencia. Esta es la Turris Politicae de la Izquierda.