Pepy G. Clavijo
Ella
Cada mañana, cuando abre los ojos, su habitación le recuerda aquella otra de hace muchos años: el armario en su sitio, la lámpara, sujeta al techo cual araña que cae, y sin embargo todo es distinto, es una sensación diaria que rememora un tiempo pasado con exactitud de cronómetro.
Aquella habitación tiene recuerdos impregnados en sus paredes, allí nacieron dos de sus hijos, también allí fueron engendrados y cuando contempla sus manos, arrugadas por los años, rememora la tersura de aquel tiempo, con las que acariciaba las caritas de sus niños.
No es que se sienta vieja, pero sí comprende que los años se han ido escapando como el agua por un colador, rápidos, parece que fue ayer y han pasado muchos años en los que han ocurrido tantas cosas, buenas algunas, malas, muy malas otras.
Sin embargo piensa en el hoy, donde falta la ternura y sobra la vanidad, donde sobra el egoísmo y sólo importa lo material.
Cayó en sus manos un escrito de Alessandro Prozato en el que da consejos para no envejecer, algunos tan importantes como: "Hazme mirar con simpatía lo que hacen los demás", "Dame fuerzas para comprender y no juzgar", "Hazme saber que es importante lo que hago hoy, más que lo que hice hace muchos años", "Que no me haga nunca un personaje, hay que ser humilde" y sobre todo el que dice "No sé, tengo todavía que aprender, sólo soy un principiante" porque la vida comienza cada día y terminaba diciendo ¿Me permites que ponga mi reloj en hora? Y así lo hizo, puso su reloj en hora y empezó una nueva vida, con recuerdos pero sin tristeza, ella es así.