Un joven acusado de agresión sexual a una compañera de instituto elude entrar en prisión tras reconocer los hechos
Por Natalia Puga
Un joven pontevedrés reconoció este jueves, en la Audiencia Provincial, que en octubre de 2020 cometió una agresión sexual de la que fue víctima una compañera de instituto con la que mantenía una relación de amistad desde semanas antes.
El joven acudió a la sección segunda de la Audiencia de Pontevedra y llegó a un acuerdo con la Fiscalía por el que evitó la celebración del juicio y también eludió el ingreso en prisión.
El acuerdo con la Fiscalía supone su condena a dos años de prisión, si bien también implica que la pena se suspenderá condicionada a que no delinca durante cinco años. Esto es, si en esos cinco años no comete ningún delito, podrá evitar estar privado de libertad.
La conformidad, que también aceptó la víctima, implica para el acusado también ser condenado a la prohibición de aproximarse a menos de 100 metros de su víctima, su domicilio, lugar de estudio o trabajo o cualquier otro en el que pudiera encontrarse, así como de comunicarse directamente con ella durante cinco años.
Una vez cumplidas las penas anteriores, pide otros cinco años de libertad vigilada.
La Fiscalía también pide su inhabilitación para profesión, oficio o actividades sean o no retribuidos, que conlleve un contacto regular y directo con personas menores durante cinco años y que indemnice a su víctima.
La víctima se mostró de acuerdo con esta conformidad porque quería evitar la celebración del juicio y acabar cuanto antes con este procedimiento.
El fiscal, Santiago Miguel Cruces, llegó a este acuerdo y redujo la condena -inicialmente le pedía 8 años- basándose en que no está claro si en esta agresión sexual hubo introducción de miembros.
El acusado y su víctima eran ambos mayores de edad y se conocieron en septiembre de 2022 cuando ambos estudiaban en el mismo instituto. Se hicieron amigos y el 10 de octubre de ese año, cuando llegó la hora del recreo, sobre las 11.00 horas, él le pidió que le acompañase fuera del instituto, hasta un supermercado de la misma calle, para comprar algo de comer.
Fueron juntos y, a la salida, el procesado le pidió que diesen un paseo. Ella accedió, bajaron unas escaleras de madera que dan acceso hasta el paseo del río de los Gafos, se sentaron en un banco y, una vez allí, tras un rato conversando, él le realizó tocamientos sin su consentimiento pese a que ella le pedía que parase, que no quería que le tocase, que le incomodaba.
Ya de regreso al instituto, la llevó a la zona trasera de una caseta y allí se produjo la agresión.
Durante días siguientes, la chica sufrió ataques de ansiedad, vómitos, crisis de llanto y tristeza continuos con importante afectación psicológica.