El Padre Caroli, 25 años después del genocidio de Ruanda
Por Oskar Viéitez
El genocidio de Ruanda tuvo lugar entre abril y julio del año 1994. Fueron cien días de matanzas que dejaron unos 800.000 muertos. La mayoría de las víctimas fueron tutsis, aunque también fueron exterminados hutus, la etnia mayoritaria en el país (representaba el 85% de la población antes del conflicto). A esta etnia pertenecían los autores de la matanza, soldados del Ejército y miembros de la milicia extremista Interahamwe (los que matan juntos).
El mayor genocidio registrado en el mundo, según la ONU, comenzó la noche del 6 de abril, horas después de que el presidente del país, Juvenal Habyarimana, muriera tras ser alcanzado por dos misiles el avión en el que se disponía a aterrizar en el aeropuerto de Kigali. Habyarimana, que había llegado al poder en 1973 mediante un golpe de Estado, pertenecía a la etnia hutu.
En cuanto se corrió la voz de la muerte de Habyarimana, los hutus atribuyeron el magnicidio a los tutsis del Frente Patriótico Ruandés (FPR) y comenzaron a matar a tutsis y miembros moderados de su propia etnia: hombres, mujeres, niños y ancianos fueron masacrados a tiros y machetazos. Veinticinco años más tarde Fray Juan Carlos Mancebo, conocido entonces en Ruanda como Padre Caroli, recuerda en Pontevedra como vivió aquel baño de sangre.
Este fraile mercedario, formado en el Monasterio de Poio, es uno de los protagonistas del documental 'Redentores de Cautivos' que se pudo ver este jueves en el Teatro Principal. Una película centrada en las vivencias de diez de aquellos mercedarios que, junto a otros 150 misioneros, recibieron en 1994 el premio Príncipe de Asturias por su abnegada labor humanitaria en medio de la guerra.
Mancebo recuerda que hacía dos años que se había ordenado sacerdote cuando fue destinado a Burundi. Pero la inestabilidad sociopolítica en el país le obligó a partir a la vecina Ruanda junto con sus siete compañeros de misión. Llegaron en diciembre del 85. En esa primera etapa "pudimos disfrutar de la labor evangelizadora", cuidaron enfermos, construyeron hospitales y escuelas… después llegó la guerra. "A mi me pilló en la misión de Rwamiko", recuerda, y en apenas 12 días acogieron en la misión a unos 40.000 desplazados. "La misión la teníamos invadida de refugiados, tanto de una etnia como de otra".
La película recuerda un episodio de especial dramatismo cuando el padre Caroli junto a otro fraile tuvieron noticia de que en unas casas cercanas a la misión la guerrilla había fusilado a varias familias y fueron hasta allí con una cámara de fotos y otra de vídeo para mostrar al mundo lo que estaba ocurriendo. Al llegar al sitio cuando fotografiaban un grupo de cadáveres amontonados, al dispararse el flash de la cámara, algo se movió. Era un niño que había sobrevivido y que les gritaba aterrado "¡No me matéis!".
Después fue expulsado del país durante un par de años y marchó a la República Democrática del Congo donde estuvo acompañando a los refugiados ruandeses. Hoy rememora aquellos días con "un punto de esperanza" y en su recuerdo permanecen "familias muy humildes que han dado su vida acogiendo a víctimas de la guerra que estaban exterminando".
Fray Mancebo cree que "es muy difícil comenzar la reconciliación" y asegura que en esa tarea "la Iglesia tenemos una gran labor que hacer".
Su compromiso no cesa, el pasado verano el Padre Caroli se presentó como voluntario en la Cruz Roja de Jerez para ayudar a los migrantes que se han jugado la vida en el mar cruzando el estrecho en patera para llegar a España. Prestó ayuda como traductor, al conocer bien el francés e incluso el burundi.
"Los seres humanos somos iguales tengamos el color de piel que tengamos", afirma este mercedario "tenemos que acoger. Lo más difícil es la integración del migrante que viene de una cultura y una religión como la islámica, que es totalmente distinta a la nuestra, pero tenemos que hacerlo".