Malestar en la desanimada romería de San Cibrán por la celebración de la misa central en el interior de la capilla
Por Mónica Patxot & Anxo Lourido
"Ai, daquela romaría de hai 50 ou mesmo de hai 30 anos xa non queda nada", esta frase y otras similares recordando los años gloriosos de la romería de San Cibrán se repetían a lo largo de la mañana de este lunes en la parroquia pontevedresa de Tomeza.
Ya no se ven cientos de personas subiendo a lo largo de todo el día hacia la capilla de Lusquiños, no hay jóvenes acampados en los alrededores del santuario y apenas queda un puesto de venta de pulpo y otro de rosquillas. Por no haber, ni siquiera hay dificultades para aparcar cerca del recinto donde se celebra una fiesta desangelada.
A esta decadencia se suma ahora una decisión del sacerdote que debutaba este año en los oficios de San Cibrán. Si tradicionalmente, salvo en caso de lluvia, las misas se celebraban en el exterior de la capilla para que fuera seguida por más devotos, en esta ocasión, Casimiro Fernández, el párroco de San José de Campolongo, decidió que el ritual religioso se llevara a cabo en el interior del santuario en donde apenas hay espacio para acoger a los fieles.
En el exterior, un grupo aproximado de 50 personas se mostraban molestos por la falta de megafonía que permitiera seguir la homilía. "La megafonía se estropeó", indicó el sacerdote cuando fue preguntado por PontevedraViva, aunque algunos vecinos alegaban que se había olvidado el micro. El cura se mostraba molesto con una vecina que le increpó por la decisión de desarrollar la misa en el interior. "Debe celebrarse en un lugar de recogimiento", indicaba Casimiro Fernández explicando que la fiesta tiene su lugar en el exterior mientras que el interior es para el acto religioso.
La ceremonia se celebraba mientras unos operarios golpeaban con sus herramientas la estructura de una carpa ante la previsión de lluvias durante la tarde. Cerca de una de las pequeñas ventanas de la ermita, tres mujeres intentaban escuchar, con escasa fortuna, algún pasaje de la misa. "O cura fixo o que tiña que facer", afirmaba un vecino que salía del templo. "La parroquia está dividida desde que estuvo Don José, el anterior sacerdote", confiesa una vecina que intenta disculparse con Casimiro Fernández por las formas en las que algunos de los asistentes se dirigieron al clérigo reprochándole sus nuevos métodos.
En medio del debate, las pocas personas que se acercaron este lunes de Pascua hasta Lusquiños daban las tradicionales nueve vueltas alrededor de la capilla y cumplían con el ritual de lanzar las piedras sobre el tejado.
Para espantar al "meigallo" también portaban ramos con hojas de olivo, laurel, romero, malva rosa y ruda, además de circular por debajo de la figura del santo y pasarle un paño por el cuerpo de la imagen para, a continuación, rozarse la cara con la tela. Todo sea por evitar un mal de ojo que parece haberse revuelto para centrar su esfuerzo en dañar a la fiesta de un santo que, según la tradición, apareció en la entrada de la mina de la Fonte da Faina.
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