Vuelven los 'hurtos' amorosos con tres víctimas de 72, 80 y 83 años en Pontevedra y Marín
Por Redacción
La Policía Nacional ha detectado en la ciudad de Pontevedra la presencia de personas dedicadas a los conocidos como 'hurtos amorosos', en los que los denunciados se aproximan a personas mayores con diversas excusas con el fin de ganarse su confianza y así mantener un contacto físico que les permita sustraerles objetos sin que se percaten.
Según la información facilitada por la Policía Nacional, esta semana se han presentado dos denuncias en la Comisaría Provincial de Pontevedra por parte de dos víctimas de 83 y 73 años y una más Marín en la que resultó perjudicado un hombre de 80.
El hombre de 83 años denunció la sustracción de un cordón de oro de gran valor tras ser abordado por una mujer joven que se mostró muy cariñosa y le decía que se parecía mucho a su abuelo dándole un abrazo. Cuando se fue del lugar, se percató de que le habían sustraído el cordón, valorado en 1.500 euros.
En el caso de la mujer de 72 años, la presunta autora se acercó diciéndole lo mismo, que le recordaba a su abuela y le dio un abrazo. En ese momento, le sustrajo una cadena de oro.
En la denuncia de Marín, un hombre relató que una joven le abordó para pedirle ropa vieja que no usara para colaborar con la gente necesitada. Él se mostró colaborador y la joven se lo agradeció agarrándole las manos y dándole de forma reiterada las gracias. Al entrar en el portal de su vivienda se percató de que le faltaba de la mano el reloj, valorado en más de 2.000 euros.
Estos individuos escogen como víctimas principalmente a personas de avanzada edad portadoras de joyas y se dirigen a ellas intentando ganarse su confianza con alguna excusa, como la semejanza con algún familiar, consultar una dirección, o incluso con el ofrecimiento de sexo. Una vez que ya han creado este primer vínculo, los autores establecen contacto físico con sus víctimas y aprovechan para sustraerles los objetos de valor que lleven encima.
En la mayoría de los casos, las víctimas no se dan cuenta de que les habían quitado objetos de valor hasta que los presuntos autores se habían marchado del lugar, llegando a pensar algunas veces que se trataba de una pérdida y no de una sustracción.
Estos individuos se dividen en equipos de trabajo constituidos por un conductor, generalmente varón, que se encarga del transporte, localización de las víctimas y facilitar la huida y al menos dos mujeres encargadas de cometer directamente la sustracción.
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