Unha hostaleira pontevedresa, trala morte do seu pai por COVID-19, pide á ministra de Traballo axuda para os seus empregados
Por Redacción
"Este domingo el COVID-19 ya se llevó a Fernando, mi padre. No permita que se lleve, también, mi futuro y el de las familias de mis empleados". Así finaliza Marta García Justo a carta desesperada que acaba de enviarlle á ministra de Traballo, a galega Yolanda Díaz.
Na misiva, e coa emoción da recente perda, fai un relato sereno da súa traxectoria profesional, marcada pola crise. A mesma que a obrigou a reinventarse en 2009, tras vinte anos traballando nun estudo de arquitectura como delineante. O seu tesón e a necesidade levárona a montar un restaurante, o Meigas Fóra, no que "a día de hoy he conseguido formar un equipo de trabajo, en el que confío plenamente, formado por un cocinero y tres camareros. Todos ellos con contrato de trabajo indefinido a jornada completa, acorde al Convenio de Hostelería".
"Y en esto llegó el COVID-19", continúa a carta, "en el peor momento del ciclo de trabajo, finalizando el invierno, y a la espera de la ansiada Semana Santa que nos permitiría encauzar la curva, maldita palabra hoy, ascendente de la facturación".
A hostaleira pontevedresa só lle pide á ministra de traballo que o diñeiro destinado a compensar a redución de ingresos nas empresas polas medidas impostas polo estado de alarma chegue pronto ao seu destino. Tanto a ela, como propietaria, que solicitou a prestación extraordinaria de Cesamento de Actividade dos Traballadores Autónomos por COVID-19, como aos seus traballadores, para os que "exhausta de liquidez y con el mayor de los temores no queda otro remedio que acudir al ERTE".
Marta García Justo escribe esta carta porque xa esgotou todos os recursos administrativos posibles "gracias a una labor ingente de la asesoría que nos atiende, en medio del marasmo regulatorio". A esperanza está agora en que a súa historia poida chegar á ministra Díaz e conseguir salvar o seu negocio e os postos de traballo, "esos puestos que tienen las vidas de las familias detrás".
Señora Ministra: Me llamo Marta, soy una autónoma con un pequeño local de hostelería en Pontevedra. En otro tiempo reciente sufrí las consecuencias de la crisis inmobiliaria; mi puesto de trabajo en un estudio de arquitectura no soportó la situación y lo perdí. Mi vida laboral se desarrolló desde el año 1989 al año 2009 en ese estudio de arquitectura, en Pontevedra, como delineante. Como resultado de la crisis económica, perdí mi puesto de trabajo y solicité la Prestación por desempleo. Estando en paro, realicé varios cursos de formación del INEM, entre ellos varios relacionados con mi trabajo perdido y uno de cocina, en el CIFP Carlos Oroza. Este último despertó en mí un gran interés por la cocina, y consideré que estos conocimientos adquiridos en el curso y mi inquietud imaginativa casarían bien. Así que, decidida, desarrollé el proyecto de lo que sería mi restaurante. Alquilo un local en una de las mejores plazas del centro histórico de la ciudad, participo en el diseño y redacción del Proyecto de Obra y el 24/08/2012 solicito en el Concello la oportuna licencia de obra. 257 días después de la solicitud, pagando el alquiler del local en ese tiempo de espera, recibo la notificación que me permite comenzar las obras. Abro al público el 21 de octubre del año 2013, con el nombre comercial de Meigas Fóra. Desde entonces, el local se ha ido consolidando en la ciudad y es bien considerado por los turistas que la visitan, ingleses, franceses, alemanes, italianos, portugueses... entre los que, nos consta, funciona el boca a boca y que ya representan un volumen muy importante de nuestra facturación. A día de hoy he conseguido formar un equipo de trabajo, en el que confío plenamente, formado por un cocinero y tres camareros. Todos ellos con contrato de trabajo indefinido a jornada completa, acorde al Convenio de Hostelería. Como principios, desde el minuto uno, calidad en el producto y el servicio, honestidad y respeto hacia los clientes y hacia mis empleados. Por mis empleados, respetando sus derechos laborales, sacrifico una mejor vida con renuncia al beneficio fácil que me proporcionaría tenerlos en precariedad y que durante muchos años me ha supuesto sufrimiento, ansiedad y, lo tan traído cotidianamente, vulnerabilidad. Porque entiendo que el trabajo es una relación recíproca, de compromiso, y en el que si alguna parte de esta relación tiene que soportar dificultades, esa parte debe ser el empresario asumiendo el riesgo que le compete sin el menor asomo de hacer recaer la solución en sus empleados. Este entendimiento de las relaciones laborales ha supuesto el recurrir a financiación bancaria hasta el extremo. Estoy comprometida, confío en mi proyecto y lo defenderé. Defenderé los puestos de trabajo que tanto esfuerzo ha costado construir, esos puestos que tienen las vidas de las familias detrás. Pero no es fácil, no es fácil nunca. Y menos con la competencia desleal que supone que otros tengan a sus trabajadores en precariedad laboral e incluso sin contrato de trabajo, yo me atrevo a decir que en esclavitud, o que existan locales abiertos al público sin la preceptiva licencia de apertura y ello sin control por parte de las autoridades competentes en uno y otro caso. Y en esto llegó el COVID-19. En el peor momento del ciclo de trabajo, finalizando el invierno, y a la espera de la ansiada Semana Santa que nos permitiría encauzar la curva, maldita palabra hoy, ascendente de la facturación. Exhausta de liquidez y con el mayor de los temores no queda otro remedio que acudir al ERTE para mis trabajadores, solicitar la prestación extraordinaria de Cese de Actividad de los Trabajadores Autónomos por COVID-19, aplazamientos de cuotas de la Seguridad Social del Régimen General, aplazamiento de suministros, etc, etc, etc... Desde el primer día de cierre todos los esfuerzos están dirigidos a conseguir la pervivencia de la actividad y de los puestos de trabajo. Gracias a una labor ingente de la asesoría que nos atiende, en medio del marasmo regulatorio, se presentan todas las solicitudes posibles. Seguimos a la espera de respuesta, mis empleados y yo, a la espera de algún euro en la cuenta bancaria. Y las líneas ICO. Una inmensidad de millones para "que nadie se quede atrás". El banco me lo deniega con jerga y justificaciones de otro tiempo, de otra crisis. Me ofrezco a que me avalen el 20% que no cubre la garantía del Estado. Parece que tampoco. En las últimas Elecciones Generales mi voto contribuyó a que nos representen en el Congreso de los Diputados. Ahora es Ministra. Un orgullo. La crisis del 2008 me llevó al paro. Este domingo el COVID-19 ya se llevó a Fernando, mi padre. No permita que se lleve, también, mi futuro y el de las familias de mis empleados. Muchas gracias por su atención. En Pontevedra, 15 de abril de 2020. Marta García Justo.
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