Andrés y Mencía, dos estudiantes pontevedreses que viven la pandemia fuera del país
Por Alejandro Espiño
La pandemia del coronavirus ha pillado a muchos alumnos pontevedreses en plena estancia en otros países europeos, a través del programa Eramus. Algunos de ellos, ante el avance de la enfermedad, decidieron regresar a sus casas, pero muchos otros prefirieron quedarse en su país de acogida.
Hasta 240 chicos y chicas que estudian en la Universidad de Vigo siguen, a día de hoy, fuera de España continuando su formación en facultades de todo el viejo continente.
Uno de ellos es el pontevedrés Andrés Rey, que continúa en la ciudad de Stip, en Macedonia. Está en el tercer curso de Educación Primaria y comparte residencia desde comienzos de curso con otros ocho compañeros españoles.
"Seguimos aquí por decisión propia", explica Andrés, ya que tras ver cómo se iban anulando vuelos y hablar con la embajada y con su propia familia concluyó que la mejor opción era esperar a que la situación sanitaria había mejorado.
A Macedonia el confinamiento llegó un poco más tarde que en España, pero "poco a poco" comenzaron la mismas medidas de seguridad y higiene en todos los ámbitos.
En su caso, el confinamiento es obligatorio entre las cuatro de la tarde y las seis de la mañana y los fines de semana, por el contrario, no se puede salir a ninguna hora. Los supermercados y comercios de consumo esencial solo están abiertos por las mañanas.
"Aquí se lleva todo con tranquilidad y por el momento la gente no compra cantidades desmesuradas, lo cual permite un buen abastecimiento, y tenemos papel higiénico de sobra por el momento", bromea tras lo que sucedió en España en las primeras semanas de cuarentena.
En su residencia tan sólo quedan los estudiantes españoles y procuran hacer lo posible para amenizar el confinamiento. "Tratamos de no caer en una rutina aburrida para llevar todo lo mejor posible, ya sea inventando juegos, haciendo manualidades o competiciones y viendo mucho Netflix", asegura el estudiante pontevedrés.
Con todo, y a pesar de las llamadas y videoconferencias con la familia y los amigos, reconoce que la experiencia en la distancia "es dura pero también somos conscientes de la oportunidad que tenemos de aprender y crecer fuera de nuestra zona de confort y tenemos que aprovecharla".
En lo que respecta a la situación académica, Andrés apunta que las clases continúan en línea o con proyectos tutorizados por los profesores, pero también añade que una situación "tan repentina y sin precedentes " provoca que los docentes estén "bastante perdidos y poco organizados".
Andrés, igual que el resto de los españoles que están en Macedonia, espera regresa a casa, en su caso a Pontevedra, a comienzos del verano.
Mencía González, también de Pontevedra, es estudiante de Relaciones Laborales. Desde el primer cuatrimestre está en la ciudad polaca de Szczecin. Pero, en su caso, permanecer allí no fue una elección personal. Regresar implicaba tener que renunciar al Erasmus.
Eso provocaría que tuviese que cursar las materias que estaba estudiando allí en el segundo cuatrimestre, cuando muchas de ellas ya se han impartido, lo que afectaría a su plan de estudios.
Mientras continúa en Polonia, Mencía vive con unas restricciones semejantes a las de España, pero algo más permisivas en la movilidad dentro de la ciudad. "Podemos salir a dar un pequeño paseo un máximo de dos personas juntas y con una distancia de seguridad de dos metros y el uso de máscara es obligatoria en lugares públicos", explica.
Ella reside en una residencia, de la que sale una vez a la semana a hacer la compra y tan sólo está en contacto con compañeros en la cocina.
"En esta situación preferiría estar con mi familia y amigos", reconoce la joven pontevedresa, que a pesar de las videochamadas asegura que "echo de menos su compañía y apoyo porque creo que desde casa se vive de forma más llevadera".
Mientras, sigue en contacto con el profesorado por correo y la docencia se desarrolla por vía telemática, "aunque no todos los maestros hacen uso de ella", puntualiza.
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