"Él no le dejaba relacionarse con sus amigas y familia; tenía que estar siempre en casa metida"
Por Natalia Puga & Mónica Patxot
"Él no le dejaba relacionarse con sus amigas y familia; tenía que estar siempre en casa metida". La que habla es la hermana de B. (inicial simulada) y relata la situación de total aislamiento social que vivía su hermana en el marco de la relación con su pareja, un hombre con el que llevaba 27 años de relación y 10 de convivencia cuando en octubre de 2019 supuestamente la agredió y violó con gran violencia.
Los hechos llegaron a juicio este martes en la sección cuarta de la Audiencia Provincial de Pontevedra y la víctima, para preservar su intimidad, declaró a puerta cerrada, pero en la sala sí se pudieron escuchar los testimonios de su hermana y de un amigo, que atestiguaron que la mujer "vivía con miedo" desde hacía mucho tiempo.
El juicio continuará el día 4 de febrero, pero en su primera sesión este martes ya permitió escuchar las dos versiones contradictorias de los hechos. Por un lado, estos testigos que acreditan una situación de maltrato y, por otro, el acusado, R.F.C., que negó todas las acusaciones.
R.F.C y su víctima mantuvieron una relación sentimental desde el año 1992, convivían desde 2009 en la vivienda propiedad del acusado y tenían una hija de 8 años en 2019, pero los hechos que se están juzgado empezaron mucho antes, casi al inicio de la relación. Según sostiene el fiscal en su acusación, y confirmaron los testigos, desde el principio, y en especial desde que nació la niña, él la sometió a "continuas humillaciones y menosprecios", provocando disputas en las que la insultaba y amenazaba diciéndole "cochina", "derrochadora", que no era muy femenina, que tras haber dado a luz se había quedado muy gorda, que no servía ni como madre, que tenía la casa sucia.
Asimismo, la controlaba, no permitiéndole que mantuviese contacto asiduamente con sus hermanas y padres, a quien solo podía ver a espaldas del encausado o llamarlos por teléfono a escondidas, con la finalidad de lograr su aislamiento social y familiar, e incluso prohibía que llevase a su hija a encontrarse con la familia materna, decidiendo él exclusivamente todos los aspectos relacionados con la educación y salud de su hija sin permitir injerencias de ella.
El acusado, que solo quiso responder a las preguntas de su propia abogada, negó todas estas acusaciones y aseguró que "no discutíamos todos los días, ni mucho menos" y que tan solo "un día tuvimos una discusión un poco fuerte" porque asegura que ella "tenía un problema con las compras" y vació las huchas de su hija.
R.F.C. negó también que le controlase el móvil o la ropa que se ponía -"viste normal, no tengo por qué controlarla", aseguró- y que le impidiese relacionarse con sus amigas, "para nada". De hecho, asegura que era habitual que tomase café con las madres de las compañeras de clase de su hija y que fuese de cena con sus amigas.
Sí reconoció que no le gustaba que su pareja se relacionase con su familia, pero se justificó indicando que el padre tenía problemas psiquiátricos y la hermana se había intentado suicidar, de modo que él consideraba que no era una compañía "buena para una niña".
La víctima declaró durante más de una hora y media a puerta cerrada y se ratificó en que su vida era como describieron la fiscal del caso y su hermana y amigo. En cuanto a su hermana, como ejemplo de ese control férreo que le hacía explicó que su sobrina tenía 8 años y ella "solo la conocía por foto" y la primera vez que se vieron fue al día siguiente de los hechos más graves del 10 de octubre de 2019.
Su hermana también le contó que un día fue de cena con unas amigas y, cuando regresó, "tuvo que dormir en el coche porque tenía la puerta cerrada". Este control también lo confirmó un amigo con el que hablaba a menudo por whatsApp y que tomaba café algunas veces, pues "me decía que tenía miedo a que nos viese tomando un café", la tenía "siempre vigilada".
En cuanto al 10 de octubre de 2019, según la versión de la Fiscalía, un vecino le dijo al acusado que había visto a su pareja con otro hombre y él, cuando ella llegó de trabajar a las 22:30 horas de la noche, la encerró en su taller, cerró la puerta desde dentro para que ella no pudiese salir y después de preguntarle quién era ese otro hombre, y responderle ésta que un amigo, le pegó reiteradamente con la mano y con una cuerda, le tiró del pelo, la empujó varias veces, la insultó llamándola "pufera", "ladrona" o "puta” y le obligó a desbloquear su teléfono.
Desde el teléfono de ella, buscó el contacto de ese otro hombre, un amigo de la mujer, le hizo dos fotografías de espaldas y con el pantalón bajado, y se las envió por Whatsapp con mensajes como "mira qué puto chulo". Acto seguido, la obligó a practicarle una felación, sacó fotografías y se las envió a ese mismo amigo con mensajes que decían "mira como mamá" y "te voy a arruinar el matrimonio". El amigo que recibió estos mensajes confirmó su recepción en el juicio y relato que llamó a la Policía para denunciarlos, pues ya le "pareció que no era ella".
Tras ese episodio, el acusado, según el relato de la víctima, le ató los pies y las manos a la espalda con una cuerda y la dejó allí encerrada y tumbada con la luz apagada. Poco después, volvió, continuó golpeándola y la agredió sexualmente.
El acusado negó todos estos hechos de ese día y tan sólo reconoció que le preguntó quién era ese hombre, a lo que ella respondió que un amigo.
La fiscal considera que es autor de los delitos de detención ilegal perpetrado con finalidad de atentar contra la integridad sexual de la víctima, continuado de agresión sexual, con penetración; lesiones contra la mujer; maltrato habitual en el ámbito de la violencia de género y revelación de secretos y pide que sea condenado a 39 años de cárcel.
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