Bernardo Sartier
El Código Alfa
Lo del caso Asunta semeja folletín sudamericano. O cine de Almodóvar. Primero fue la irrupción en el caso del denominado "Hombre del Semen", personaje con resonancias míticas como en su día llegó a serlo el atemorizante "Hombre del Saco", que a mí me acojonaba de pequeño.
El Hombre del Semen trajo por la calle de la amargura a instructor, letrados, peritos y forenses que no comprendían como había llegado un rastro de lechada a la camiseta de la adolescente. Para aclararlo necesitaron siete meses. Pena que no solicitaran mi ayuda porque les habría explicado que una camiseta puede impregnarse de tal fluido bien por polución mecánica directa ("ta" claro ¿no?) o bien por transferencia (ver la primera temporada de completa de CSI).
Podían, también, haberse instruido con el famoso relato "El cipote de Archidona", de Cela, donde se narra de qué manera -y en qué cantidad- fueron poluídos no una camiseta, sino varios espectadores de dos filas atrás en un cine de ese pueblo malagueño como consecuencia de la maniobra manipuladora de una joven a un efebo virgen en lo que constituyó su primer orgasmo. El caso, real, motivó la apertura de diligencias previas, el correspondiente ofrecimiento de acciones y la presentación de las facturas por los daños y perjuicios, que incluyeron, amén de otros menoscabos, el precio del lavado de la cabeza de una señora -de lo más granado de la sociedad archidonense (la señora, no la cabeza)- y la factura del sastre por un traje que quedó inservible.
Cela sugirió por escrito a la Diputación de Málaga el nombramiento de hijo adoptivo y la tributación de un homenaje a nivel nacional al plusmarquista seminal. Y concluía su instancia con el siguiente soneto: "Claro cipote, cuya frente altiva/ cubre de nubes tan tupido velo/ que nos hace creer que en ella el cielo / y en sus cojones la razón estriba/ En ti mostró su boca vengativa/ el gran león, forzado de su celo/ y en ti de voluntad empieza el vuelo/ del goterón de leche en lavativa/ Hoy proclama la gloria de Archidona/ que anegas con tus huevos a su gente/ por tu fluidora pija perseguida/ Hoy el mundo en tu justo honor pregona/ que salvo incordio, chancro o accidente/ no hay pija cual tu pija en esta vida".
Nótese el dominio del castellano y quede claro, también, que a veces no son necesarios un instructor, siete meses, algunos peritos, multitud de declaraciones y algunos informes para saber la forma en que se poluye una prenda. Y después del hombre del semen entra en escena "Interviu" revelando que Rosario Porto y Basterra se cartean en la cárcel antirreglamentariamente. "Aguanta", "no tienen nada" y cosas por el estilo nutren unas misivas de mutuo consuelo en las que Rosario llega a decir a Basterra que una compañera reclusa le ha tirado una lata de Coca-Cola acertándole en la mandíbula. Puntería penitenciaria y gajes carcelarios le llaman. Pero esto carece de interés. Lo importante de tal comunicación epistolar reside en la forma en que se nominan los cónyuges. Rosario llama a Alfonso Basterra "Alf", y "Alf" llama a Rosario "Lentejita" y también "Deditos".
Las notas nada dicen del Hombre del Semen (tampoco del Chico de la Armónica, que era una canción de Micky) pero ambos cónyuges se juran amor eterno y se instan a aguantar. "Deditos" y "Lentejita" parecen cucamonas admisibles en una relación amorosa. Pero Alf, uf. Alf era un extraterrestre, que jugaba sobre hielo usando moluscos como pelotas y que tuvo que escapar de su planeta, a punto de estallar, porque sus compatriotas alienígenas pusieron el secador de pelo todos al mismo tiempo. Y lo más importante, Alf solo comía gatos. Por eso que yo, en la trena, me cuidaría muy mucho de dejarme llamar así. Alf. No vaya a ser que me apliquen, el resto de reclusos, el Código Alfa.