Bernardo Sartier
La mía no
El peor demonio de Celulosas no es la "APDR". Ni su hipotético poder contaminante en el inidóneo emplazamiento actual. El peor demonio de Celulosas es su pasado. Es más, tan es así que ahora se llama Ence, pero para la población de Pontevedra será siempre Celulosas, o sea, sinónimo de insalubridad y pestilencia. Celulosas recuerda ese killer británico que tiene enterrados en el jardín de su casa veinte cadáveres mientras da las buenas noches, melifluo y educado, a la viejecita con la que se topa cuando saca la basura.
Hasta la sentencia condenatoria la industria deturpaba la ría y poluía el aire mientras la ciudadanía soportaba un olor nauseabundo. Durante muchos años Placeres fue una burbuja fétida. Los vientos dominantes obligaban a soportar un aire irrespirable y aun hoy, si bien en menor medida, aguantamos esto. La parada técnica era como un oasis y el nordeste suponía el lenitivo de una fetidez que se trasladaba al sur de la provincia. La ciudad sobrellevaba como podía ese baldón y también la vergüenza de que el turisteo se marchase con el suvenir del característico olor a huevo podrido.
Todo esto ha quedado grabado en la memoria colectiva. Durante muchos años poblaciones limítrofes se mofaron de la ciudad -de Pontemierda la calificaban-, y ni siquiera la belleza de nuestra zona monumental diluía semejante sambenito. Gran parte del desconocimiento exterior de Pontevedra lo fue por la fábrica, cuya existencia inficionaba un atractivo monumental innegable.
Ahora la dirección puede reducir al mínimo sus parámetros contaminantes, paliar con tecnología innovadora el olor o permeabilizarse en el tejido social subvencionando actividades de todo tipo. Hasta hacer resonancia de sus puestos de trabajo. Encaje de Camariñas, incluso. Baldío intento.
Nada borrará el resentimiento que el pontevedrés alberga hacia Ence , una animadversión fecundada en la despreciativa gestión de sus anteriores dirigentes, que trataron a la ría como a un retrete y a los pontevedreses como a ciudadanos subdesarrollados a los que obligaron a convivir con la mierda. Ni la más costosa campaña de lavado de imagen podría con esa endemoniada herencia.Celulosas, a un polígono industrial. Sin contaminar, apestar el entorno ni distorsionar el paisaje idílico de la ría. Salvaguardando los puestos de trabajo, si es posible. Ah, y una advertencia: políticamente sería un error grosero, electoralmente costosísimo, mantenerla en su ubicación actual. Intuyo que la envergadura económica de Ence puede comprar muchas voluntades y subvencionar alguna opinión. La mía no.
16.05.2013