Bernardo Sartier
El Peñón
El peñón de Gibraltar es un enorme supositorio con el que el Reino Unido induce la diarrea política española, o sea, la lavativa de Margallo, que es un ministro de exteriores como podría ser una menestra de interiores o una marca de galletas sin azúcar para glucémicos.
Margallo se queda en zorro plateado y piloso de dicción correcta y diplomática que a veces ripia en un medio anglo para que, como a mí, no lo lea ni dios. A Gargallo le ha venido muy bien lo de Gibraltar porque así hace de foniatra del "Monchito" Bárcenas. Margallo sería, pues, el José Luis Moreno que reduce los decibelios de la escandalera mundial y sixtina que el Mundo y Mediapro montaron a costa de los sobresueldos.
Franco cerró la verja en una de sus crisis premenstruales porque Franco, aparte de merendar chocolate con soconusco, subía y bajaba a lomos de una ciclotimia en la que lo mismo pescaba con el moreno del Lérez que le daba por fusilar a un legionario que se quejaba del rancho. Pero le echó huevos y encerró a los llanitos-llaneros en su paraíso fiscal, dejándolos sin antifaz y como se deja a una mona gibraltareña y enjaulada, o sea jodida y berreando en su camisa de fuerza. Entonces a los grises no les hacía una foto ni cristo porque los grises, en su lealtad errática y represora, eran capaces de hundir la Royal Navy a porrazos. Gibraltar es el enorme pollón (perdón) con el que el United Kindom nos da por la retaguardia en tanto nosotros salimos del armario y pedimos "más, más hormigón".
Ahora vamos a chivarnos a Bruselas y es como cuando en la "Inmaculada" Mari Luz, que era delator y tío aunque su mote fuese de fémina, le servía a los profes las presas calientes de sus compañeros niños para que las hostiasen con saña y a discreción (ver "La Luna en los Charcos"). Lo que pasa es que con nuestra denuncia los burócratas bruselenses se van a limpiar el culo, porque en la UE no hay nadie con cojones bastantes para ponerle las pilas a la prepotencia de la Albión pérfida, arrogante y euroescéptica. Los hijos de la Gran Bretaña, que son andaluces y le dan a la castañuela, se pedorrean sobre nosotros. Menos mal que el viento turiferario de la Tarifa levantisca y aireada del estrecho se lleva el pestiño a rosbif dominguero e indigesto.
En realidad el Peñón no existe porque el Peñón es un peñazo inventado, una ficción política interesada que gambetea realidades menos amables. Como el "Capricornio Uno" de Peter Hyams en el que una expedición a Marte es obligada a quedarse en tierra y a interpretar una comedia, desde un estudio, en la que se le vende al mundo que pisan el planeta rojo. O sea, un "Show de Truman" guapísimo en el que los artistas son Fabián Picardo, que tiene nombre de puta francesa, climatérica pero aun salidorra, y el Gargallo, un veterano que administra a conveniencia la sedación del "barcenazo". Pero se les ve el plumero.
22.08.2013