Bernardo Sartier
Así lo veo
Louro, Antón. Una vez lo comparé con la difunta de Lola flores: no canta, no baila, no actúa, pero no hay que perdérselo. Nadie habla mal de él, lo que no dice mucho ni en su favor ni en su contra (Bueno, cuando no camina por el lado salvaje de las funerarias, que luego lo graban). Louro no daña y eso garantiza un blindaje de indemnidad, incluso cargos sucesivos, aunque no votos. Louro es la eternidad en política y eso explica la complacencia ante el descenso de seis a tres concejales. Para que el aeróstato del PSOE suba necesita soltar lastre y Don Antón es plomo en las piernas socialistas. Ocurre que ese buenismo que le reconocen hasta sus antagonistas también funciona en su organización, por lo que desahuciarlo se antoja como sacar a Ada Colau de su vivienda. Lo más honesto sería un harakiri, pero no lo hará pese a que tras él aguarda un tío íntegro y preparado, Tino Fernández, y, además, porque la nicotina del cargo sucesivo es demasiado adictiva.
Moreira, Jacobo. Tiene preparación académica, profesión conocida y sería injusto reprocharle inexperiencia de gobierno porque tampoco iba sobrado de ella Lores cuando levantó el bastón. Jacobo sabe hacer oposición, que no consiste en practicar el shadow cabinet británico sino en presionar con índice y pulgar el huevo flotante del gobernante (prueba irrefutable de que cabrea al Bloque es que, como prenda prêt-á-porter, Lores viene de recomendarle "meter a cabeza nun saco"). Jacobo tiene una baza a su favor: el electorado pontevedrés es sociológicamente de derechas. Consejo: Está en los tratados de fundamentos de la personalidad (o en los de psicología clínica, no me acuerdo) la necesidad de matar al padre y romper con el tío para ser alcalde. El padre es Rueda. El tío, Argenti. Demasiados pontevedreses tienen la sensación de que Jacobo semeja el alter ego de Rueda en la Herrería, lo que le perjudica. Jacobo debe mostrarse como el JASP que no necesita tutelas ni pupilajes. Tiene percha (Lores insiste en vestir dos tallas más de manga en la americana) y supo romper amarras con quienes jugaban al tiki taka conspirativo. Diluida la percepción de ser un delegado de Santiago en Pontevedra puede ser alcalde. Quiere decirse que hay que ser pontevedrés (aunque lo hayan "nacido" fuera) y pontevedresista antes que militante. Si se ubica entre Paco Vazquez (para el resto sarna) y Adolfo Suárez (al que los suyos llamaban traidor) triunfará.
Lores, Miguel Anxo. Emperador de Lombópolis. Tiene todo a su favor si permanece hiperestésico y no llama carroñero de pelo blanco a alguno del PP. Cuatro bautizos laicos, una peatonalización más y sentarse a ver la ranchera cadavérica de sus adversarios enfilar San Mauro. En realidad Lores tiene la campaña hecha. La terminó cuando, acodado en su escúter, casco en mano mirando a la Fracha dio a la Boa Vila el siguiente pie de foto: "isto é cojonudo e non consume nada; con tres euros e medio enches o depósito".