Pepy G. Clavijo
Volver al Sahara
Aquella tarde de abril, el sol lucía con todo su esplendor, pero la muchacha que permanecía en su habitación, echada sobre su cama, no quería darse cuenta de ello, ¡estaba tan triste y preocupada!
La ventana estaba abierta de par en par, el calor de aquella tarde se hacía notar, el jardín mezclaba el perfume de diferentes flores, la muchacha no resistió la tentación de asomarse a la ventana. ¿Cómo no lo había hecho antes?
La muchacha comenzó a poner en orden sus pensamientos: vamos a ver, se preguntó, tengo diecinueve años, una preciosa casa, una familia que me adora, estudio lo que me gusta, no me falta de nada, pero ... ¡me aburro!. Cerró la ventana y cerró los ojos y como por arte de magia comenzó a desfilar toda su vida; fue como una película que empezase en el momento en que ella tuvo conocimiento de que existía.
Recordó los primeros años de su infancia, una niña de pelo largo y muy rubio, a quien su madre ponía en él unos lacitos. Recordó su primer día de escuela, su uniforme gris con falda tableada y una chaqueta azul marino que le picaba en la cara. En este desfile apareció su maestra, una mujer joven, que a ella le pareció que tenía muchos años y muy malas pulgas. La primera impresión fue horrorosa, aunque después llegaron a ser grandes amigas. Recordó aquellos bonitos viajes con sus padres, siempre la llevaban a todas partes desde que era muy pequeña, por eso podía presumir de conocer todo el país y muchas ciudades del extranjero. También recordó que cuando sólo tenía ocho años, la llevaron a ver el Museo del Prado por primera vez y cómo después de ir de sala en sala, llegó un momento en el que ya no podía más y, sin ningún miramiento, se sentó en el suelo y dijo que ella no quería ver más cuadros, que estaba cansada y no se levantaba del suelo. Vino a su memoria las Nochebuenas pasadas en casa de los abuelos, con el Belén presidiendo el salón y cómo ella y sus primos jugaban al "veo veo" delante del Niño Jesús, el molino, el río... La muchacha abre los ojos, se levanta con mucha calma, y se asoma a la ventana de nuevo, ya parece que se siente mejor, por eso coge una revista que está sobre la mesita supletoria; la empieza a ojear y no encuentra nada interesante, son las mismas noticias de siempre: casamientos y divorcios, bautizos y entierros, vacaciones en países exóticos y todas las "tonterías"que se repiten una y otra vez en todas las revistas, algo tan vacío como ella siente su vida.
Sigue hojeando y, cuando está a punto de cerrarla, su mirada tropieza con un anuncio que parece como si se hubiese colado en la revista, pues no lo cree propio de esta clase de publicaciones, dice así: "Si tu vida te parece aburrida, si no estás contenta con lo que haces, prueba a unirte a nosotros que te la llenaremos de momentos inolvidables", la muchacha lo lee de nuevo y piensa que eso es lo que le está haciendo falta a ella, piensa que es el mes de abril y que sólo faltan unos días para que lleguen las vacaciones, unas vacaciones que no le dicen nada, unas vacaciones en las que su aburrimiento irá en aumento cada día, unas vacaciones vacías de acontecimientos, ¿y si llamara al número que dan como contacto?, no se decide, desconfía que sea una cosa poco seria, hay tanta podredumbre en los anuncios, ¿y si es una secta?, no, no llamaré, se dice a ella misma.
Pasan los minutos y no se decide. De pronto una luz se enciende en su cabeza, y le hace pensar en positivo: "si no llamas, nunca sabrás de qué se trata", parece decirle. Coge el teléfono y marca el número, le sale el contestador y una musiquita, no ha tenido suerte.
La muchacha ya no está aburrida, pasa un buen rato y como su curiosidad va en aumento, vuelve a marcar el número en el teléfono; ha tenido más suerte que la vez anterior, una voz dulce y bien timbrada suena al otro lado del auricular, es una voz amigable que, al preguntar de qué se trata el anuncio, le da una explicación tan acertada que queda enganchada de una manera total.
La respuesta fue: "Si tú quieres, puedes formar parte de esta gran familia que somos todos los que uniendo nuestro esfuerzo tratamos de ayudar a los hombres, mujeres y niños del pueblo Saharaui, ese pueblo que tanto nos necesita". Después la invitaron a pasar un día con ellos, a que conociera todos sus proyectos.
Quedaron para el fin de semana porque la muchacha tenía que preparar sus clases y no era ella de las que tiran todo por la borda, era consciente de sus deberes. El resto de la semana estudió con verdadero afán, para poder dedicar el mayor tiempo posible a sus nuevos amigos. Preparó su equipaje con tantas ilusiones como una novia el día de su boda, y ¡por fin llegó el día de la partida!.
Tomaron el avión que les llevaría a Tinduf, lugar de Argelia donde fueron acogidos la mayoría de los refugiados, desde allí partirían a los distintos poblados, escoltados por la Media Luna Roja, que equivale a nuestra Cruz Roja. Aunque ya le habían contado muchas cosas del pueblo Saharaui, en el viaje se enteró de más y cada vez su espíritu se revelaba con más fuerza por lo que lleva padeciendo este pueblo.
En 1975 España se desentendió de esta colonia que había estado bajo su protección durante un siglo; tras el abandono se la disputan Marruecos y Mauritania pero el pueblo, antes de caer rendido lucha durante muchos años, con la cabeza muy alta. El rey de Marruecos, nunca creyó que fuese tanta la resistencia y el valor de este pueblo. Mientras los hombres combatían, las mujeres asumieron todas las responsabilidades.
A lo largo de estos años, los políticos han prometido muchas cosas, pero al llegar a la cima, no cumplen, de todas formas ellos quieren al pueblo español, porque fueron los gobernantes los que abandonaron, el pueblo sigue junto a ellos y la prueba está en toda la ayuda que reciben de las agrupaciones humanitarias españolas.
El español es su segundo idioma y es un sello cultural que se enseña en las escuelas, por eso la mayoría sabe hablar en español, quieren vivir en la tierra de sus antepasados en democracia, esperan que la ONU haga algo por ellos, pero la posición de Marruecos es muy fuerte.
Describir lo que vio nuestra amiga a su llegada es un tanto difícil, ella lo describe como una enorme extensión de arena, un terreno árido y pequeñas rocas por doquier, el horizonte se divisa en todas direcciones, el pueblo sale a recibir a los amigos, contentos, son caras alegres, niños que juegan y se divierten con cualquier cosa, hasta sacando agua de un pozo, porque aunque raro, debajo de la arena hay agua pero insuficiente para abastecer a todo un pueblo.
Las cabras pacen a sus anchas, buscando en la arena algo que comer, las jaimas se amontonan ordenadamente, son tiendas grandes, que, acogen a familias numerosas, dos arbolitos solitarios completan el paisaje, que con un cielo de nubes blancas hace recordar las gaviotas volando en cualquier lugar de la costa, pero... aquí no hay mar.
A lado de las jaimas aparecen algunas casas cuadradas, hechas de adobe, con ventanas bajas, el calor que es muy fuerte, oscila en la Hamada entre los 50° centígrados y los 15° bajo cero, la vida es muy dura, pero hay tanta conciencia de mantenerse vivos y luchar por su independencia que son capaces de resistir los mayores sacrificios.
Son muy hospitalarios y dan lo que tienen, pero dependen de la solidaridad internacional, en el campo diplomático son muchos los que reconocen la República.
Nuestra amiga, la muchacha que hace muy poco tiempo se sentía aburrida teniéndolo todo, después de haber contemplado todo esto, se siente ahora como si fuese otra persona y sólo piensa en las próximas vacaciones, que serán las de Navidad, vendrá al Sáhara a pasarlas con este pueblo que ya considera un poco suyo y ya está haciendo planes para el verano; sabe que muchos niños son autorizados por sus padres para conocer lugares de España y ella está decidida a colaborar llevándose a su casa unos cuantos.
Con esta bonita idea seguro que su vida, de ahora en adelante, va a cambiar y ya no tendrá tiempo de aburrirse, ve que lo poco que tienen lo reparten con los demás, ya que lo que hay en las jaimas no pertenece a nadie en particular, todo es de todos y se administra maravillosamente.
Después de ver todo lo que ha salido a su paso sabe que será más feliz siendo solidaria con los que lo necesitan y promete... que... volverá al Sáhara siempre que pueda y será feliz.
El perfume de las flores de su jardín se unirá a aquel otro perfume que impregnó su pituitaria allá en el Sáhara, el que el viento siroco del desierto y el del té con hierbabuena y mucho azúcar y el de los condimentos de las comidas que degustó en su precioso viaje al Sáhara.
Y ahora se pregunta ¿Qué piensa hacer el gobierno español con este pueblo? Es muy triste y… han pasado tantos años.