Vals inglés, tango, vals vienés, slow fox, quickstep, samba, chachachá, pasodoble, rumba-bolero y jive. Las diez selecciones de La Playlist coinciden en este caso con los diez bailes que incluyen las competiciones de baile deportivo. Quien nos lo enseña es bailarín profesional, catorce veces campeón de España, Adrián Esperón Vidal.
Sus padres, Juan José y Carmela iban a clases de baile y tenían que llevar al pequeño de la casa con ellos a esta afición. Aquel niño no se amilanaba por el hecho de que sus amigos no comprendieran que prefiriera estar rodeado de chicas bailando que con ellos jugando al balonmano.
Se define rebelde, más aún llegada la adolescencia y al instituto Valle Inclán. Eso le hizo pasar infinidad de ocasiones por el despacho del jefe de estudios. Un jefe de estudios al que el devenir de la vida le puso en la tesitura contraria.
Terminada la ESO tenía la clara decisión, tras ganar el primer Campeonato de España, de seguir formándos en el baile, pero pesó el "por si acaso" de sus padres e hizo un Ciclo de Carpintería. Las tablas del chaval eran para bailar sobre ellas, no para hacerlas; y así, con veinte años, tras ganar el segundo Campeonato Nacional, tocó hacer maletas y marchar a Molinella, Italia.
Con doce años conoció a la que fue su pareja profesional, la mosense Patricia Martínez. Han compartido doce años de trayectoria; un compartir que continúa con un club de baile. Y hablando de parejas, Noemí -una alumna en quien se había fijado dando clases en Mosteiro-, es con quien comparte su vida sentimental y también forma parte de su nueva andadura empresarial, la academia PonteBaile.
Fue en 2017 cuando le hizo un 'zig-zag' al "caos" que sentía y dejó la competición. Confiesa en PontevedraViva Radio que "si volviese atrás haría todo lo que he hecho e incorporaría algunos momentos en los que sí he dejado de estar o he dejado de hacer".
Si le preguntas por películas en las que el baile es inherente a la historia dice 'Baila conmigo', 'Billy Elliot' y 'The Full Monty', pero hay otra, ajena al género, de la que lleva, llevan él y su pareja una máxima tatuada: hakuna matata. Que así sea.