Coosy paralizó la moda y confecciona batas y mascarillas que envían donde les solicitan
La pontevedresa Virginia Pozo Castro es la fundadora y propietaria de la firma de moda Coosy. Una empresa que comenzó su andadura en 2011, que de forma directa emplea a medio centenar de personas e indirectamente a unas trescientas. Además de la venta online cuenta con establecimientos físicos en España y tiene presencia en Italia, Portugal, Irlanda, México o Arabia Saudí.
Al decretarse el estado de alarma tuvo que cerrar esos establecimientos y presentar un expediente de regulación temporal de empleo que ha afectado a oficinas centrales y tiendas. En ese momento también se puso en contacto con la Xunta de Galicia para poner a disposición el taller de confección que tiene en Madrid, - y donde se encuentra desde ese momento -, y confeccionar prendas o material que pudieran precisar.
El gobierno autonómico tomó nota del ofrecimiento, pero dado que no eran requeridos, comenzaron a fabricar mascarillas para otras instancias que sí la necesitaban.
Las primeras mascarillas salieron con el material que tenían en stock, luego para mantener la producción contactó con nuevos proveedores que facilita el Estado y que son específicos para las mascarillas y batas que salen de su taller. Unas 3 o 4.000 mascarillas y 500 batas al día. Residencias, Protección Civil, voluntariado del Ifema, centros sociales y hospitales de la geografía española, incluídas empresas de Pontevedra que quieren donarlas a entidades sociales de la capital.
Mirando al medio, largo plazo de su negocio, que repercute como todos la deriva económica de la pandemia, "dado que las mascarillas van a ser necesarias, hemos recibido solicitudes para personalizarlas en peluquerías, clínicas odontológicas e incluso colegios y guarderías. Esa va a ser parte de nuestra reconversión, personalizar mascarillas adaptándose a la imagen corporativa de cada empresa", avanza Virginia.
En lo que respecta a sus tiendas "cuando podamos abrir, que será paulatinamente con cupos de personal y clientes, estaremos a seguir las directrices. La temporada de primavera se ha perdido por completo, la de verano creo que tampoco va a estar hecha y el principal problema que tenemos ahora es cambiar toda la producción de invierno puesto que las bodas y comuniones que teníamos en estos meses se están posponiendo a octubre y noviembre, que no son meses para estos eventos y se convertiría en la temporada alta con lo cual hay también que adaptarse".
Con todo, Virginia Pozo, sigue haciendo gala de su espíritu emprendedor - que aplica al ámbito personal y profesional - "por mi personalidad no paro, me niego a resignarme. Yo no puedo pensar en las pérdidas, hay que colaborar en lo que se pueda y cuando vienen las cosas mal hacerles frente. Esto es una situación mundial, con lo que hay que acostumbrarse y actuar conforme a la misma. No nos podemos sentar y quejarnos", concluye esta pontevedresa.
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