Grito desconsolado de auxilio de la hostelería en Pontevedra: "Estamos muertos"
Por Manu Otero & Mónica Patxot
Cacerolas, bombos, bocinas, bandejas, altavoces, ataúdes, ramos de flores y un sinfín de utensilios para hacer ruido portados por más de cuatrocientas personas ligadas al gremio de la hostelería de Pontevedra, Marin y Poio se han hecho oir y ver este lunes por las calles de la capital de la provincia para dejar claro, ante la sociedad y las administraciones del Estado, que la hostelería se está muriendo.
Del mismo modo que el lunes pasado y que seguirán haciendo todos los lunes hasta final de año mientras dure el cierre del sector, la asociaciación de Hosteleros Empresarios de Pontevedra (Hoempo), con el apoyo de la plataforma de afectados por la covid-19 que aglutina a cerca de un centenar de hosteleros y autónomos de diversos sectores, han organizado una multitudinaria marcha desde la delegación de la Xunta hasta la plaza de España haciendo paradas delante del Concello, Deputación y Subdelegación del Gobierno para hacerles llegar su malestar y sus reivindicaciones.
"Queremos dejar claro que no somos el punto de contagio", remarcó el presidente del colectivo de hosteleros, Víctor Pampín, quien alerta sobre la situación límite que está viviendo el sector, cerrado como consecuencia de la segunda ola de la covid-19. "La situacion es cada día más crítica, los gastos empiezan mañana de nuevo con nuevos impuestos, tasas y alquileres y si no podemos facturar la situacion se agrava mas", expone el empresario que reitera su petición de ayuda a los diferentes gobiernos en forma de exoneración de tasas municipales, ayudas económicas, laborales y sanitarias, así como permisos para reabrir cumpliendo siempre con las pertinentes medidas de seguridad para evitar contagios.
"Estamos a la espera de que bajen los contagios y de lo que decida Sanidade", señala Pampín cuestionado sobre cuándo cree que podrá llegar el día de la repaertura, cuando todavía no se ha cumplido el mes del decreto que obligó a cerrar los negocios de restauración en aquellos municipios gallegos en los que la incidencia del virus era alarmante. De hecho, Pontevedra es una de las ciudades que sigue en máximo estado de alarma y el sector teme que el cierre se puede prolongar varias semanas más.
Entre los cerca de 500 manifestantes estaba el chef estrella Michelin, Pepe Solla, que pidió a las administraciones que escuchen sus peticiones y se den cuenta de que ha quedado demostrado que en estos negocios la tasa de contagio es muy reducida, explicó con miedo a que el sector pueda perderse la campaña de Navidad.
A lo largo de la marcha, los protestantes realizaron paradas delante de las sedes del Concello, Deputación y Subdelegación para leer un manifiesto con el que dejar claro que "la hostelería no es el problema". Insisten además en que ellos han contribuido con sus impuestos y que "ha llegado el momento" de que las administraciones les presten la ayuda que necesitan.
"Estamos muertos", exclamaron cerca de medio millar de camareros, repartidores, proveedores, autónomos y pequeños empresarios tumbados en el suelo de céntrica Plaza de España pontevedresa. Están a tiempo todavía de revivir, pero solo si les permiten trabajar.
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