Manuel Gallego, denunciado por amenazas y abuso sexual a una vecina, se defiende: "Yo no fui, se lo inventó"
Por Natalia Puga & Mónica Patxot
"Yo no fui", "eso no pasó", "la vi bajar con la hija y un criado, luego subieron los tres hacia arriba y ya no vi nada más". Con estas frases tan contundentes, Manuel Gallego Fariña se defiende de la denuncia presentada por una vecina que asegura que la amenazó y le realizó tocamientos. Tras esa denuncia, pasó la noche en los calabozos de la Policía Nacional y este jueves compareció ante el juez de guardia, que le dejó en libertad. Poco después, a 30 metros de la casa de la denunciante, se defiende.
Su hija, Laura Gallego, le acompaña en sus pasos y en su defensa. "Ni siquiera habló con ella, yo estaba con él a esa hora", asegura, y atribuye la denuncia a la enemistad manifiesta que mantienen su padre y esa vecina desde hace más de diez años. "Ya lo dejó sin casa y ahora quiere verlo en la cárcel", manifiesta dolida.
Los hechos por los que Manuel acabó en el calabozo ocurrieron supuestamente a las 21.00 horas del martes, 28 de junio. La vecina denunció en la Comisaría que fue con su hija a la fuente situada entre su casa y la propiedad de su vecino y, estando allí, él se acercó, la amenazó con hacerle daño con un cuchillo y le realizó tocamientos en distintas partes del cuerpo. PontevedraViva intentó hablar con esta vecina para conocer su versión, pero no lo logró.
Tras la denuncia y la correspondiente investigación de la Unidad de Familia y Mujer (UFAM) de la Policía Nacional, a él lo detuvieron en la tarde siguiente, el miércoles 29. Tras pasar la noche en la Comisaría, en la mañana de este jueves 30 pasó a disposición del Juzgado de Guardia y le dejaron en libertad en calidad de investigado por amenazas graves y abuso sexual. Como medida adicional, le impusieron una orden de alejamiento que le impide acercarse a 30 metros de la casa de su vecina, justo la distancia que hay entre la vivienda y el galpón en el que Manuel duerme desde que el pasado día 20 empezaron a demolerle la casa.
La demolición de esta vivienda ha sido el punto álgido de la mala relación entre el denunciado y su denunciante. El origen del derribo ejecutado por una empresa por orden judicial y de la Agencia de Protección de la Legalidad Urbanística (APLU) es resultado de un pleito de más de diez años que se inició cuando esta vecina denunció que se trataba de una vivienda ilegal. Construida en suelo rústico y sin licencia, acabó derribada.
La hija de Manuel, Laura, que vivía con él en esa casa, asegura que esa denuncia urbanística fue a mala fe y que, desde entonces, ha demostrado la enemistad con su padre a través de varias denuncias. Según ha podido saber PontevedraViva, han sido un total de ocho denuncias cruzadas desde el año 2006.
Según Laura, "primero quiso dejarle sin casa y lo consiguió" y ahora "no se quedó contenta" y quiere ir más allá y provocarle un problema más grave por el que "acabe en la cárcel". Ese problema, siempre según la hija, sería esta denuncia por abuso sexual que ella no se cree.
"Se lo inventó", asegura Laura. Además, recuerda que entre las denuncias que ya le interpuso esta vecina en el pasado hay otra por abuso sexual -según pudo saber este periódico, del año 2019- por la que se celebró un juicio y "mi padre ganó". Cerrado aquel caso, se abre ahora este que cree que tendrá el mismo resultado de absolución del acusado.
Nada más salir en libertad, su padre cogió el coche y regresó a Leborei, en Cerponzóns, donde estaba su casa y donde sigue teniendo una finca anexa con un galpón en el que está durmiendo estos días. Unos familiares le dejan unas habitaciones en su casa para Manuel y Laura, pero él prefiere dormir ahí mientras termina la demolición de la vivienda, pues sus muebles están al aire libre y "no queremos que nos los roben". Durmiendo en ese galpón, "vigilamos lo que nos queda".
Ese galpón está justo a 30 metros de la casa de su vecina, de modo que sí podría usarlo sin incumplir la orden de alejamiento. Para acceder sin incumplirla, utiliza un camino situado por la parte posterior, por el que evita pasar por delante de la casa de ella. "Tengo que evitarla, si la veo, me escapo, no puedo cruzarme", tiene interiorizado.
En cuanto a la denuncia por abuso sexual, cree que no tiene fundamento ninguna porque ese día a esa hora -28 de junio a las 21.00 horas- solo vio pasar a su vecina con su hija y con un trabajador, pero no habló con ellos. La hija de Manuel confirma que a esa hora estaba con él y no pasó nada de lo denunciado. "Estuvo todo el tiempo conmigo, no pasó nada de eso", dice con contundencia. Ambos se pasaron la tarde juntos en el terreno anexo a la casa en el que tienen un galpón.
Manuel no quiere separarse de ahí porque quiere vigilar los muebles y también cuidar a su perro y a los animales que tiene en la propiedad, conejos, gallinas, cuatro cabras y dos pollos. Alejarse de su casa le cuesta. El propio día que empezó el derribo confiesa que se puso "fatal" y agradece mucho el apoyo de los vecinos.
Según pudo confirmar este periódico, tanto él como su hija reaccionaron muy mal a la llegada de la piqueta el 20 de junio. Él intentó impedir los trabajos y acabó detenido por atentado y resistencia/desobediencia a la autoridad.
Las tareas de demolición se prevé que terminen entre este viernes 1 de julio y el lunes 4 de julio y hasta ese momento no podrá entrar en la propiedad porque está precintada. En ese momento, irá a coger "los muebles que me quedan", que cree que serán pocos porque "muchos están podridos ya". "Lo que valga, tengo que aprovecharlo" y, a más largo plazo, su intención es pedir permiso para poder instalar ahí algún tipo de vivienda portátil o roulotte.
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