Teatro para poner el foco en la otra cara de la moneda
Por Natalia Puga & Mónica Patxot
Ejercicio número 1. Intente ponerse en situación. Una sociedad en la que las mujeres todavía parece que están tocadas por el don de la invisibilidad, en la que la luz es especialmente escasa cuando se habla de víctimas violencia machista y en la que, sin embargo, cuando se produce un episodio de maltrato, el foco acaba poniéndose sobre quien lo sufre y no sobre quien condena a su pareja o ex pareja al calvario,
Ejercicio número 2. Una vez ubicado, intente imaginar que ese contexto, que le será fácilmente reconocible porque es la sociedad en la que vive, no aparece silenciado.
Ejercicio número 3. Intente pensar en un método para dar visibilidad a todas esas historias de maltrato que se viven día a día y en silencio en esa sociedad.
Ya puede olvidar el ejercicio número 3. En Pontevedra, alguien ha dado ya c n la respuesta: Invisibles. Hace un año llegó en forma de libro de la mano de la periodista y escritora Montse Fajardo como un fogonazo de luz para la campaña municipal del 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Este jueves llegó de nuevo, con la misma intensidad, pero distinto formato, en forma de obra de teatro.
Tres actrices, Sheyla Fariña, Mela Casal y Nieves Rodríguez, representaron sobre el escenario del Teatro Principal esa sociedad descrita en el ejercicio 1 con una propuesta de la compañía Redrum Teatro, el Centro Dramático Galego y el Concello de Pontevedra que no dejó indiferente al público que ya hace días había agotado todas las localidades disponibles, tanto al adolescente que asistió a la representación previa para institutos por la mañana como al de todas las edades que estuvo en el estreno oficial por la noche.
No hay mejor prueba del impacto que el silencio que reinó durante la representación y, sobre todo, una vez que las luces volvieron a iluminar el patio de butacas y los espectadores se resistieron a volver a acostumbrar la retina a un mundo en el que la invisibilidad y el silencio vuelve a imperar para las mujeres.
Nieves, Sheyla y Nela representaron sobre el escenario las historias de maltrato de las siete mujeres a las que un año antes había retratado Montse Fajardo. Ha sido bajo la dirección de Marián Bañobre y con una propuesta en la que todo el peso del relato recayó sobre su buen hacer como actrices y la versatilidad de interpertar vidas tan diferentes y a la vez tan iguales como las de Eva, Ana, Marga, Irene, Begoña, Tina y Mariluz (si buscaba un spóiler, aquí no lo tendrá, deberá ver la obra que en los próximos días llegará a Viana do Bolo, Vilagarcía y Milladoiro o leer el libro).
Ellas son las verdaderas protagonistas de historias reales que solo en algún caso se ocultan sobre nombres ficticios, que dos de ellas no pueden contar porque un maltratador al que la sociedad ocultaba le arrebató la vida y de las que, muchas veces, solo se conoce una de las caras de la moneda, la visión que da el maltratador y que la sociedad 'compra' como buena.
Invisibles muestra esa otra cara de la moneda, la de la mujer que recibe insultos, la de la amenazada, la que ya asimila como parte de su día que la llamen puta y le peguen, la de quién llega a pensar que es más llevadero llevar un golpe porque el dolor físico se pasa antes que seguir sometida a quien la ningunea y le demuestra que hay un dolor más fuerte, la que no deja cardenales y hace daño por dentro.
Valiéndose de recursos escénicos como juegos de luces y música y del apoyo de una cámara de vídeo que se convierte en testigo de un casting al que nunca estará libre de acabar presentándose cualquier mujer, la obra acaba recreando ese dolor, logra que el espectador se meta en la piel de una mujer que no daba el supuesto perfil que los estereotipos de esta sociedad considera que tiene una mujer maltratada. Logra incluso que consiga empezar a entender esa impotencia y tristeza incurable una madre a la que su maltratador le arrebató aquello con lo que más daño podría hacerle, su hijo,
"¿Por qué no se pone el foco sobre ellos?", se preguntaron las actrices en el tramo final de la representación, cuando ya difícilmente quedaba un espectador sin soltar una lágrima o limpiarse el moquillo. La respuesta no la tienen ellas ni se dibuja sencilla para el resto de la sociedad, pero con iniciativas como Invisibles resulta más fácil abrir la mente, tomar conciencia y empezar a construir una sociedad que rompa con esas dinámicas, que ayude a detectar el maltrato y que ponga voz a ese silencio de quien queda tan anulada que no es capaz de gritar su calvario.
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