Oier Calvillo: "El domingo fui feliz, no puedo pedir más"
Por Manu Otero
Oier Calvillo lleva dos temporadas en Pontevedra en las que las cosas no le estaban saliendo tan bien como él y la afición esperaba. Pero, por fin, después de mucho trabajo tanto físico como mental, la situación ha dado el vuelco que todos en Pasarón aguardaban. Que el balón haya entrado es lo de menos, lo importante es que Oier ha recuperado la sonrisa. "El domingo fui feliz, no puedo pedir más". Es el mejor resumen.
Y es feliz porque el balón volvió a hacer lo que mandaban sus botas, porque sus compañeros lo buscaban, porque él se ofrecía, porque el entrenador y todo el cuerpo técnico confían en él y porque la afición, que por momentos llegó a dudar de él, ha sabido devolverle todo el cariño que Calvillo merece.
"Fue muy bonito todo lo que pasó, todo el cariño que recibí. Independientemente de cómo salió el gol o el buen partido que hice, me quedo con cómo me sentí yo mismo dentro del campo. Pude disfrutar, ser yo mismo y quitarme todos los miedos que tengo", relata con el corazón en la mano.
Reconoce el extremo guipuzcoano que ha atravesado un infierno en los dos años que lleva en la Boa Vila. La vitola de jugador con potencial de Primera División con la que aterrizó en Pasarón no le ha favorecido, sus expectativas, tampoco. Y mucho menos la pésima temporada realizada por el equipo el curso pasado. Ese cóctel ha minado la moral de un jugador que, lejos de tirar la toalla, se apartó de los focos y se centró en su trabajo para volver con más fuerza.
"Estos dos años han habido momentos en los que ha ido bien, pero para mí ha sido difícil gestionar todo eso. Yo cuando vine me autoimpuse unas expectativas y veía que no estaba llegando a ellas. Eso me llevó a empezar a dudar sobre mí y cuando no crees en ti, aunque quieras dar el 100 %, lo transmites a la gente. Por eso entiendo que la afición estuviese frustrada y sintiese un poco de rabia hacia mí", reconoce con humildad.
"Una cosa lleva a la otra. Que yo no me vea bien, hace que la gente te apriete para que espabiles. Es como un círculo vicioso", relata. Por fortuna y con la ayuda de todo su entorno, Oier ha sabido salir de esa espiral. "He tenido que aprender a vivir con esa situación e ir poco a poco dándole la vuelta, así que estoy contento por eso", afirma satisfecho.
Todavía hay mucho trabajo por hacer, pero el Oier de ahora es otro. "Ahora es cuando estoy empezando a disfrutar de todas las cosas buenas que tiene el club, la ciudad y todo el entorno que me rodea", confiesa.
Una pequeña parte de la responsabilidad del vuelco que ha dado la situación la tiene ese breve paseo de 55 metros que Oier se dio el pasado domingo por detrás de la portería del Fondo Norte de Pasarón después de ser sustituido. "No me esperaba para nada que la gente se acercase, me abrazase. Me sentí muy querido, muy valorado. Solo tengo palabras de agradecimiento, se me pone la piel de gallina de volver a pensarlo", revive el atacante vasco.
Quedan tres partidos y, por fin, el fútbol empieza a sonreírle a Calvillo, que no está dispuesto a dejar pasar la oportunidad y ya le da igual jugar hasta de lateral. "Me estoy encontrando bien, muy cómodo en los entrenamientos. Me siento otro jugador y en el campo lo estoy sabiendo reflejar. Los minutos que me está dando el míster, sea de lateral, de extremo o de lo que me toque, aunque no sea mi puesto natural, con que yo me encuentre bien y esté cómodo, me ayuda a jugar bien en cada momento y en cada situación del partido", explica con sinceridad.
El buen momento que vive tanto a nivel particular como colectivo lo ha llevado incluso a soñar con el ascenso. Y aunque primero hay que ganar al Ceares, en el vestuario todos tienen claro el día en el que les gustaría celebrar el ascenso: el 8 de mayo. "Sería espectacular. Si preguntas en la plantilla cómo nos gustaría que fuese el ascenso todo el mundo diría lo mismo. Sería precioso, espectacular", dice sobre una hipotética victoria sobre el Salamanca que significase el ascenso matemático.
Aunque está centrado únicamente en terminar la temporada de la mejor manera posible y conseguir el objetivo, admite Oier que "es inevitable no pensar en el futuro. Somos humanos y pensar en el futuro es parte del mecanismo de nuestra mente. Pero no le quiero dar muchas vueltas. Trato de centrarme en acabar la temporada y luego valorar las cosas que puedan surgir", señala.
Continuar en Pontevedra es una opción real. "Es un sitio en el que no me importaría seguir viviendo porque me he adaptado, estoy cómodo", reconoce con la idea de posponer la decisión al mes de junio.
Mientras tanto, prefiere mantener el foco en el día a día del equipo y en el partido del sábado. "El del Ceares es un partido peligroso aunque no se están jugando nada. Es peligroso por nosotros mismos. Este partido sí que lo podemos perder nosotros sino estamos centrados y no hacemos las cosas como deberíamos", advierte.
En el Unión Adarve prefiere no pensar después de un pulso que ha durado muchos meses. "Antes yo pensaba que nos afectaba anímicamente el poder posicionarnos como primeros si ellos pinchaban, nos costaba creérnoslo. Pero en los últimos meses, el equipo está de otra manera. Tenemos la seguridad de que hacemos muy bien las cosas y que creemos en nosotros. Ahora todo depende de nosotros, si hacemos nuestro trabajo vamos a quedar primeros", resuelve.
Ahora que ya sabe lo que es marcar en esta tamporada, conseguir el gol del ascenso, "sería la hostia". El pasado domingo consiguió uno al más puro estilo Rufo. "Me lo comentó. Me dijo: 'que gusto tener un balón así, poder rematarlo de esa manera. Qué bien lo has hecho'. Fue gracioso ese comentario", desvela Oier entre risas la conversación que mantuvo con el nueve granate tras el partido.
Él le quita mérito al remate. "Para mí el 90 % del gol fue de Álex, que puso un balón perfecto. Yo vi el balón ahí y dije esta es la mía, voy con todo", recuerda Calvillo el momento en el que se quitó de encima una mochila cargada de piedras.
El abrazo en el que se fundió todo el equipo, banquillo incluido, lo guardará para siempre en su memoria. "Fue un momento muy bonito porque cuando estás trabajando todos los días y a veces las cosas no van bien, la situación nunca se te da favorable... Esta vez sí que se dio y la gente aprecia el trabajo que haces día a día. Todo eso se acaba valorando y es lo que más me llena, que la gente se acerque a mí y se alegren de que me hayan salido las cosas. Son los frutos de todo este tiempo", concluye un renacido Oier Calvillo.
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