Rodrigo Cota
Las opciones de Moreira
Tener a toda una ciudad sumergida en un océano de dudas justo antes de que se acabe el mundo no debe ser cómodo para Jacobo Moreira, y menos cuando él mismo no sabe qué sucederá de aquí al próximo jueves, cuando el PP de Pontevedra puede saltar por los aires en el Pleno municipal ante la mirada atónita de toda la ciudad y muy poco antes de la visita oficial de Rajoy, que vendrá a inaugurar el Museo y a comprar mi libro, dicen que en cuestión de "días o semanas". Ya de paso, se comenta que Rajoy aprovechará para inaugurar también el nuevo grupo de concejales que surgirá de la escisión: "Declaro inaugurada la segunda fuerza política de esta ciudad y felicito al nuevo líder de la oposición, José Manuel Guillán". Y es que con seis concejales sobre los cinco de Moreira, y aunque no puedan formar grupo, los díscolos dejarían al PP en una minoría laminada, con cinco concejales de veinticinco.
Jacobo Moreira sólo tiene a fecha de hoy una puerta abierta para evitar el cisma, que es la de aceptar la propuesta del alcalde y volver a la situación anterior, recuperar las dedicaciones, devolvérselas a los díscolos, retirar la demanda que ha puesto en los tribunales y reconocer que el asunto se le ha ido de las manos y que todo ha sido un tremendo error. Obviamente no piensa hacer nada de eso.
Moreira está convencido de que hizo lo correcto y cree que no puede rendirse ante lo que considera un doble chantaje al que lo someten Lores, por un lado, y el sector díscolo por otro. Con los brazos atados a la espalda su margen de maniobra se reduce y él no es de los que se defienden a cabezazos. Ni Louzán ni Rueda han hecho gran cosa por ayudar a Moreira hasta el momento. Así, no ha tenido más remedio que delegar en Miguel Anxo Lores la gestión de la crisis interna del PP. Y Lores, claro, la gestiona con maestría maquiavélica; los díscolos, por su parte, están convencidos de que Jacobo Moreira ha cometido un tremendo error, fruto de la inexperiencia y de su incapacidad para medir sus fuerzas e insisten en que debe ceder ante Lores.
Todas las vías de comunicación entre Moreira y los rebeldes están dinamitadas, hasta el punto de que los díscolos no fueron invitados al pincho que Moreira ofreció a la prensa. Hay una evidente inquina personal entre algunos miembros de ambos sectores y todos están dolidos. Los díscolos, obligados a callar en un principio, ya no se limitan a filtrar su desacuerdo a la prensa y sacan pecho a cara descubierta. Unos y otros se acusan de mentir a la prensa y de mentirse entre ellos. Ambas facciones se sienten traicionadas y están decididas a llegar hasta el final con todas las consecuencias. Dispuestos a no ceder, los dos bandos creen que el objetivo ya ni siquiera es recomponer la unidad. El objetivo ahora es, para unos, morir matando; para otros, matar muriendo. Ni en eso se ponen de acuerdo.
Así las cosas, sólo un milagro puede salvar la situación, algo que no parece probable a estas alturas ni ya para algunos deseable. Cabe una posible salida intermedia, que es la de que no todos los díscolos abandonen o sean expulsados, una opción que va tomando algún recorrido últimamente, aunque hasta el momento entre ellos se muestran firmes y unidos.
Suceda lo que suceda, el PP está roto y lo que le quedan a Jacobo Moreira son dos años en el infierno, bien aguantando a un equipo cuya mayoría no confía en él, bien gobernando a un grupo de cinco, lo que dificultaría gravemente su labor de oposición y lo dejaría bastante desdibujado como líder y más aun como candidato.
19.11.2012