Ana López
Mujeres, micromachismos y 8 de marzo
Estoy abriendo un documento de word para comenzar a escribir este texto y tengo puesta la televisión de fondo. Justo cuando le voy a quitar el sonido emiten un anuncio de un zumo. Podría estar protagonizado por un hombre, una mujer e incluso un niño, pero, como es habitual en casi todos los productos de cocina y limpieza, es una ama de casa la que cede su imagen al artículo en cuestión. Habla una voz en off, y lo hace para decir que solo la actriz, o sea, una mujer, podría hacer un zumo de naranja tan perfecto como el que se publicita. Es uno de los muchos ejemplos de micromachismo -un termino del que me declaro muy fan- que llegan hasta nosotros a diario.
Hoy se celebra el Día Internacional de la Mujer, una fecha que desearía borrar del calendario, porque eso querría decir que de verdad podemos presumir de una sociedad igualitaria. Lejos de ello, convivimos con momentos y situaciones en los que las diferencias de sexo se hacen más que patentes. Son esos pequeños detalles que nos hacen ver que todavía no hemos avanzado tanto como creemos. Son los que se conoce ya como micromachismos. Que en una pareja siempre sea él el que conduce, que en un restaurante el camarero ponga la cuenta ante el hombre pese a que haya sido la mujer la que la ha pedido, que en cuestiones de papeleo sean ellos los que lleven la voz cantante, que ante una relación amorosa liberal sea siempre a ellas a las que se critique Son los que acompañan a las grandes desigualdades laborales y sociales en general. Y son, sobre todo, los que las nuevas generaciones aceptan con normalidad, porque es lo que ven día a día en la publicidad, el cine y en sus propias familias.
Mis superiores inmediatas en los últimos años han sido mujeres. Alguna de ellas supera dos o tres veces a varios hombres juntos en inteligencia, iniciativa y resolución. Por supuesto, también podría ocurrir lo contrario. No soy de las que se dedica a encumbrar a las de mi sexo indiscriminadamente. Solo opino que, a estas alturas, creo que ha quedado clarísimo que las mujeres sabemos hacer algo más que zumos de naranja perfectos o quitar manchas de la ropa. Hoy, mientras algunos y algunas aún lo asumen, volveremos a celebrar el 8 de marzo, que falta nos hace.