Rodrigo Cota
Chipre
Dos frases me vienen así de golpe a la cabeza leyendo las noticias sobre el corralito chipriota. Una se la escuché hace muchos años a una señora: "Si levantáramos de pronto las persianas de todas las casas, veríamos cosas increíbles", decía.
Y es verdad. Ni nos imaginamos qué pasa realmente en cada casa, ni en la de nuestros vecinos. Ellos sabrán. Para nosotros, lo que sucede dentro de la vivienda ajena es un secreto hasta que se declara un incendio o sacan un cadáver apuñalado del edificio de enfrente. Mientras tanto, sólo son esos señores tan amables que saludan siempre cuando nos los cruzamos de vuelta de la panadería.
Eso nos sucede con Chipre, ese país europeo del que casi nunca oímos hablar, cuya capital, Nicosia, tiene un nombre absurdo (como el de cualquier vecina), que pertenece a la misma unión europea y monetaria que nosotros y del que poco más sabíamos hasta que les montaron el corralito. Chipre es uno de esos vecinos que siempre tiene las persianas bajadas y del que ni siquiera sabíamos que estaba también en crisis. Vivir para ver.
De pronto a Chipre se le han levantado las persianas y vemos a través de los cristales un país, otro más, arruinado, y vemos que allí también se trata de hacer que el pueblo pague los derroches financieros que cometieron cuatro listos que se irán de rositas. Directamente, tratarán de solucionar las cosas quitando a los ahorradores parte de su dinero para salvar a la misma banca que los ha arruinado.
La otra frase que me viene a la cabeza es sobradamente conocida y no requiere mayor aclaración: "Está morrendo xente que nunca morrera". Pues así.
19.03.2013