Daniel Luque triunfa, Sebastián Castella aprovecha el favor del tendido y Enrique Ponce decepciona
Por Ramiro Espiño & Diego Torrado
Hay un dicho tradicional en el cual se asegura que los gitanos no quieren que sus hijos tengan buenos principios, ya que eso supone que su final será desastroso. Pues si eso es cierto, al ciclo taurino de la Peregrina podemos augurarle un final apoteósico, porque el comienzo en la primera de feria no ha sido precisamente para tirar cohetes, ni por la calidad de los toros, ni por el espectáculo ofrecido por los diestros, del que únicamente podemos rescatar la labor de Daniel Luque, sin duda el gran triunfador de la tarde, pese a que en su salida a hombros le acompañase un Sebastián Castella protegido por el favor de una afición que le venera.
No se engañen ustedes por la cantidad de trofeos logrados por los matadores. La corrida fue mala pese a las cinco orejas cortadas, tres de las cuales fueron a las manos del diestro sevillano y otras dos a las del franco-andaluz. Merecidas las de Luque. Excesivas, incluso escandalosa la primera que se llevó, las de Castella. Lo de Ponce es otra historia, simplemente no estuvo un año más y ya empiezan a ser muchos en esta última etapa, pero de eso hablaremos más adelante.
Claro que no toda la culpa fue de los espadas. Porque por mucho que quieran ellos, poco toreo puede haber si no hay toro. Y no lo hubo. Alcurrucén presentó un encierro que en un par de ocasiones hizo gritar al tendido el ya clásico "tengo una vaca lechera...". Toros bien presentados en líneas generales, eso sí, pero mansos, faltos de casta y fuerzas, flojísimos de remos, huidizos, corretones. Incluso uno de ellos, el tercero en el orden de lidia, de nombre Pianista, "desafinó" tanto que hubo de ser devuelto a corrales al ser un auténtico inválido para la lidia.
Y quizás fue lo mejor que pudo pasar, porque en su lugar salió el sobrero, Afectísimo, que fue el único con un mínimo de calidad, permitiendo a Daniel Luque hacer la faena de la tarde y dejar lo poco destacable de una tarde aburrida, monótona, llena de faenas tan largas como insulsas, repetitivas, incapaces de transmitir emoción a los tendidos.
Porque de la falta de rigor en la lidia de muchos de los toros mejor ni hablar. Toros sueltos, sin control, buscando el caballo de puerta sin que nadie les hiciese el quite ni les fijase o les pusiese en suerte conforme manda el reglamento y unos tercios de banderillas que, salvo contadas excepciones, parecieron más propios de una charlotada que de una corrida medianamente seria.
Aspectos estos a valorar, porque vale que Pontevedra sea una plaza de segunda, pero su público se merece un respeto por su pasión y entrega más que demostrada. No vaya a ser que la floja afluencia de público registrada sea un preocupante síntoma de que muchos aficionados ya no se conforman con cualquier cosa y a la hora de acudir seleccionan aquel cartel o aquella ganadería que les inspire mayor confianza.
Pero vayamos con el desarrollo de la lidia. Hubo que esperar hasta el tercero de la tarde para que los bostezos que empezaban a apoderarse del tendido dejasen paso a lo mejor y casi lo único de mérito que se pudo ver. Ponce había decepcionado en el que abrió plaza. El diestro de Chiva, que cumplía su 18ª aparición en Pontevedra, volvió a demostrar que retiene su innegable calidad, pero quizás le faltan las ganas, la motivación de años atrás. Y eso la afición lo nota. Un tendido que no hace mucho le idolatraba ya no le perdona una. Las muestras de desagrado y los gritos pidiéndole mayor entrega y riesgo empiezan a ser una constante en sus apariciones en el coso de San Roque.
El valenciano hizo una faena larga, demasiado para el contenido de la misma. Dejó gotas contadas de su arte, pero falló con el acero, perdiendo posiblemente la posibilidad de una oreja que, visto lo que vendría después, podría haber conseguido.
Luego fue el turno de Castella. Le tocó en suerte (o mejor en desgracia) un toro despistado, con querencia a toriles, que se le escapaba constantemente de la franela, obligándole a perseguirle por todo el redondel. Apenas consiguió media docena de pases, pero sin llegar a hilvanar. Eso sí, los desplantes descalzándose y la simpatía que le dispensa la afición, unido a una extraña generosidad de la presidencia, que interpretó como mayoritaria la petición de un pequeño sector del público, le permitio tocar pelo por primera vez, después de un bajonazo con el que despachó a su enemigo. Pero ya se sabe, en Pontevedra que el toro caiga con rapidez se valora y mucho, aunque el estoque entre por el costillar.
Y llegó el momento de la tarde. Tras la salida de los cabestros para llevarse al inválido de turno, Daniel Luque hizo la faena de la tarde demostrando su excelente momento. Para abrir boca y despertar al personal un vistoso quite por chicuelinas. Luego consiguió que el toro se fuese arriba, metiéndolo en la franela y ofreciendo una faena intensa, variada, con una excelente tanda de naturales y una vistosa serie final utilizando la muleta sin el apoyo del estoque. Como además mató de una gran estocada, pese a un pinchazo sin soltar anterior, las dos orejas fueron un merecido premio, como también lo fue que el público corease su nombre por primera vez.
Volvió a la arena Ponce. Y si floja fue la lidia de su primero, peor la del cuarto de la tarde, con el que de nuevo se empeñó en alargar en exceso la lidia, en una faena aseada, pero carente de hondura. Si el toreo son emociones, el diestro valenciano, al menos en esta plaza, ya hace años que no las provoca, e incluso un cada vez más amplio sector del público se muestra crítico con su labor. Por si fuera poco, lo que fuera uno de sus puntos fuertes, el acierto con la espada, tampoco estuvo de su lado, provocando que un año más fuese el único componente de la terna que abandonase la arena a pie.
Lo de Castella en el quinto no fue mejor, pero ya hemos dicho que este chico de momento tiene a su favor al tendido y eso hace que incluso se le perdone esa fea tendencia que viene mostrando con demasiada frecuencia y utilizar el recurso del bajonazo para despachar a sus enemigos. De nuevo el toro cayó rápido lo que le sirvió para cortar otra oreja y salir por la puerta grande, después de una faena en la que intentó agradar, pero apenas consiguió pincelazos sueltos sin demasiada ligazón.
Luque corta tres orejas y Castella dos. Ambos salen a hombros
Cerraba plaza Luque y pese a tener el triunfo asegurado buscó más. Pero el toro no le permitió muchas alegrías. Fue el único morlaco con verdadero peligro de todo el encierro, pese a lo cual el diestro de Gerena se fajó intentando y consiguiendo redondear su tarde, imponiéndose al corto recorrido de un toro que se vino pronto abajo y al que despachó con una certera estocada en todo lo alto para salir merecidamente a hombros y escuchar de nuevo como la afición pontevedresa coreaba su nombre.
FICHA DE LA CORRIDA:
ENRIQUE PONCE: Dos pinchazos y estocada caída (palmas, tras escuchar un aviso). Tres pinchazos y estocada (palmas, tras escuchar un aviso).
SEBASTIÁN CASTELLA: Bajonazo (una oreja, concedida pese a que la petición del público no era mayoritaria). Estocada caída (una oreja). Sale a hombros por la puerta grande.
DANIEL LUQUE: Pinchazo y estocada (dos orejas). Estocada fulminante en todo lo alto (una oreja). Sale a hombros por la puerta grande.
Poco más de media entrada en los tendidos
Incidencias: Primera corrida del ciclo taurino de la Peregrina. Toros de Alcurrucén, bien presentados en líneas generales, pero faltos de casta y fuerzas. El tercero de la tarde fue devuelto a corrales, lidiándose en su lugar el sobrero. Poco más de medio aforo cubierto en los tendidos, en la que puede ser una de las peores entradas en bastantes años.
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