El sueño do Courel: de ruta privilegiada a Geoparque de la Unesco
Por Marga Díaz
Mi viaje a O Courel vino precedido de una "escapada" imaginaria por bosques mitológicos, y sugerentes leyendas de mouras, pero también por el interés que despertó en mí su declaración como GEOPARQUE MUNDIAL DE LA UNESCO, una distinción que ostentan solamente quince lugares en todo el territorio español.
La primera visita en primavera me dejó un sabor agridulce: demasiado breve para abarcar uno de los paisajes naturales más hermosos del mundo.
El paso de peregrinos que hacen la ruta del Camino de Invierno, se percibe solo discretamente en estos lugares y es que en O Courel las Montañas lo invaden y lo presiden todo, un imponente monstruo geológico que traslada al visitante más de 500 millones de años atrás, a la vez que deslumbra con un manto de colores en cualquier época del año.
El viaje empieza por San Clodio de Ribas de Sil, ya que me intriga la historia de su vieja abadía destruida en el siglo XIX por las tropas francesas y que hoy el Concello pone mucho empeño en recuperar. Al llegar, todavía el sol se cuela por los muros del ábside circular en la vieja Iglesia románica adyacente, otorgando a su piedra rojiza un brillo especial. Atravesando el hermoso pórtico renacentista que preside la abadía nos adentramos en un enigmático lugar que guarda más de mil años de historia y oculta una leyenda sobre bandoleros y venganzas.
Al anochecer, cuando el sol se esconde entre las ruinas de San Clodio me inunda la sensación de que no estoy sola, tal vez la sombra de alguno de sus antiguos moradores me acompaña entre los muros pétreos y vestigios del pasado, así que me apresuro a dejar atrás la abadía a pesar de la fascinación que ejerce, con la luna reposando sobre la vieja tapia.
La mañana del sábado se presenta intensa, nada más salir de Quiroga una vez abandonados los campos de viñedos que nos recuerdan que estamos también en territorio de Ribeira Sacra, aparece la imagen impactante de la vieja montaña provocando en la imaginación un hervidero de planes de rutas y senderos.
La amplitud del Geoparque choca con las ganas de abarcar el máximo posible, por lo que Guillermo, guía especializado de O Courel, nos acompaña para reducir tiempos y aprovechar la experiencia al límite.
La primera sorpresa llega nada más subir al Geomirador de Penacoba donde se abarca todo un paisaje que además de impactar por su belleza, es un punto perfecto para comprender la formación del supercontinente Pangea, percibiéndose las enormes fuerzas que se produjeron durante millones de años por el empuje de las placas tectónicas. Desde aquí podemos apreciar también una de las rutas más exigentes, el kilómetro vertical, que asciende al pico por una ladera de pendiente casi imposible.
A partir de entonces comienza nuestra aventura con el descenso por uno de los valles más bonitos de Galicia y de toda la Península: partiendo de la llamada Campa Lucenza, atravesando valles glaciares y caminos empedrados llegaremos hasta A Seara, una de las Aldeas Paleozoicas de O Courel. En otro tiempo la intensa actividad del hierro utilizaba alguno de estos senderos para desplazar los carros de mercancías, así que percibimos las huellas en muchas partes del camino. Porque otro de los valores del Geoparque es precisamente la interacción del ser humano con el medio y el aprovechamiento de sus recursos a lo largo de miles de años. Así nos encontramos con castros, minas romanas, viejas herrerías y un sinfín de aldeas tradicionales ocultas entre el manto verde y dorado del tupido bosque.
En A Seara el tiempo transcurre lento, o tal vez ni transcurre... solo algunos vecinos permanecen en la aldea, con su modo de vida tradicional basado en la agricultura o la ganadería. Pero ahí reside su encanto, en el sosiego que se desprende de sus casas coloreadas por las berzas de los pequeños huertos y las enormes calabazas que servirán de sustento a los animales. Pero para nosotros el tiempo corre y debemos abandonar la tranquilidad de la aldea para continuar atravesando paisajes infinitos.
En pocos minutos nos adentramos en la ruta hacia la Fervenza de Vieiros, que transcurre por un frondoso soto de alisos y castaños hasta desembocar en una de las cascadas más hermosas del Parque, que recoge el agua desde las montañas hasta languidecer en una poza cristalina.
De regreso, al caer la tarde, no puedo evitar pensar en alguna de las manadas de lobos que regentan estas tierras, donde abundan jabalíes y corzos, y en alguna de las leyendas que mantienen vivas las tradiciones populares más arraigadas.
Las rutas del día siguiente abarcan varios de los recursos patrimoniales de O Courel. Para ello Roberto, presidente del Geoparque nos aconseja visitar antes alguno de sus museos temáticos.
El Museo Etnográfico de Quiroga es un paraíso para los amantes de las tradiciones y el patrimonio cultural y el mejor lugar para conocer la base de la economía de O Courel: miel, castaña, vino y aceite representativos de la gastronomía, pero también piedra, hierro y madera como pilares de la industria tradicional.
A escasos minutos se encuentra el Museo Geológico que acoge una llamativa colección de rocas y fósiles, en su mayoría autóctonos, además de variados recursos para explicar uno de los valores más destacados del Geoparque: La Sinclinal da Serra do Courel, un plegamiento espectacular en las rocas de Galicia que se percibe a la perfección desde varios de los Geomiradores del Parque.
Nos desplazamos hasta uno de ellos: el Mirador do Alto da Moa en A Cubela, que nos enfrenta a la ladera de la montaña en la que se percibe claramente el plegamiento de la roca, además de regalarnos una vista espectacular del meandro del Sil y nos permite comprender cómo el río fue ahondando más todavía en la cicatriz que las fuerzas de las placas tectónicas produjeron hace millones de años. Un lujo para los sentidos.
La ruta continúa hasta el Túnel Romano de Montefurado, no podemos perdernos el espectáculo visual de unas aguas que desde lo alto se perciben de un llamativo color esmeralda, pero tampoco la magnífica obra de ingeniería que permitió durante años la extracción de oro en el meandro del Sil: una de las mayores obras subterráneas conservadas hoy del Imperio Romano.
Entre los tonos rojizos destellantes con el sol del mediodía, la carretera serpentea hasta morir en la aldea de San Miguel de Montefurado, situada sobre los restos de la antigua explotación minera. Sus casas de pizarra, cuarcita y esquisto son una muestra más del impacto de la montaña en sus habitantes, construcciones que aprovechan los recursos y se adaptan al medio a la perfección.
La tarde se presenta prometedora: poblados castreños, castillos en ruinas que sugieren gestas medievales y aldeas recónditas, envueltas en el manto protector de uno de los bosques con mayor biodiversidad de Europa.
La riqueza minera atrajo a los romanos y provocó que muchos poblados castreños se romanizaran en gran medida. Estos poblados se encuentran a lo largo de O Courel en diversas localizaciones, protegidos por la propia montaña al nivel del valle, a nivel medio y en lo más alto de las montañas. El castro de A Torre es un hermoso ejemplo situado en una de esas ubicaciones privilegiadas. Tras un breve ascenso a pie podemos acceder a la croa, la parte más elevada, que conserva muchas de sus construcciones. Los hallazgos destapados en las excavaciones permiten conocer las viviendas y una parte de ellas dedicada a trabajar el textil o el hierro. Al final del Castro se descubre un enorme foso de carácter defensivo. Resulta impactante imaginar la vida en ese lugar azotado por el viento y el frío invierno de O Courel.
Muy próximo al castro, el Castillo de Carbedo dibuja una estampa imponente en el horizonte. La construcción en un promontorio rocoso servía de atalaya defensiva y de control. Sus muros decrépitos recogen la historia de una de las primeras fortalezas de la poderosa Orden de los Caballeros de Santiago.
El viaje continúa, acercándonos a lugares que me hacen comprender poco a poco la vida tradicional de este vasto territorio. Adentrándome en sus bosques encuentro viejas construcciones protectoras, cabañas donde guarecerse para el pastoreo, "sequeiros" donde guardar la abundante cosecha de castañas, "alvarizas" para protegen del oso a las colmenas, que todavía hoy producen una miel de excepcional calidad, y cavidades que pueden aprovecharse incluso como bodegas. Todo un museo etnográfico al aire libre, ese es uno de los grandes lujos de quien acierta a visitar O Courel.
Tras una breve parada en el interesante Centro de Interpretación Covas do Courel. La tarde finaliza de nuevo recogidos en una de las viejas aldeas: Paderne nos recibe con sus casas humeantes por las lareiras que cocinan los mejores productos de la tierra, a la vez que calientan los muros de piedra, siempre presente.
En la charla pregunto a Guillermo por ese Val das Mouras que aún no he conocido, y por la joya más preciada de O Courel: la Devesa da Rogueira. Creo que se anima a llevarme uno de estos días a caminar una vez más por esta sierra. Está siempre pensando en subidas casi imposibles, "kilómetros verticales" y rutas deslumbrantes... "Coureleando" se hacen llamar, y yo me río sorprendida por el ingenio de estos incondicionales de su tierra que no dejan nada al azar, ni siquiera el nombre.
Marga Díaz (www.mundoviajero.es)
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